Un 66% de los niños y niñas de entre 10 y 15 años dispone ya de un teléfono móvil que utiliza de forma habitual para acceder a Internet y comunicarse con compañeros y amigos; un dato que se desprende de la última Encuesta Sobre Equipamiento y Uso de las TIC en los Hogares 2019. Y aunque los expertos recomiendan esperar hasta los 16 años para comprarles un terminal propio, son muchos los que tienen uno antes. De hecho, según el estudio ‘El impacto de las pantallas en la vida familiar’ de Empantallados.com, el 61% lo recibe entre los 11 y los 12 años; un dato que también confirma el ‘Dossier de indicadores sobre uso de TIC por menores en España’ elaborado por el ONTSI, en el que se recoge que casi el 68,9% de los menores entre 10 y 15 años en España tiene un smartphone.
La educación, primordial
Cuando las familias deciden comprar el primer terminal a los menores (que los demandan cada vez antes), ¿qué pueden hacer para asegurarse de que realizan un uso seguro y responsable? Lo primero es educar a los menores en un buen uso de Internet y las redes sociales para garantizar su seguridad y evitar situaciones de riesgo como el bullying, el sexting o la pederastia.
Y en este caso, las recomendaciones coinciden con las que realizan los expertos cuando se trata de cualquier otro dispositivo conectado a Internet: desde evitar hablar con extraños, sobre todo a través de las redes sociales, hasta procurar no compartir ningún tipo de información privada ni datos personales. A ella se suman no descargar o consultar contenidos no adecuados para su edad, subir fotos y vídeos y caer en la trampa de sorteos y falsos premios, entre otros.
La comunicación entre progenitores y menores debe ser también fluida y constante. De hecho, pueden configurar juntos el dispositivo elegido, ver qué aplicaciones van a descargar, cómo funcionan… y supervisar el uso que se realiza a diario. Es decir, conviene saber qué páginas web consultan cuando están en Internet y que tengan acceso a todos sus perfiles en redes sociales y contraseñas.
De ahí que la labor de las familias (y docentes) sea tan importante. “Preparemos a nuestros hijos para el uso de la tecnología desde bien pequeños, mucho antes de tomar esas grandes decisiones de la compra de un primer móvil o una tableta. Conócelos, charla y conecta con ellos y hazte imprescindible en su vida: que no le pregunten a Siri lo que quieras explicarles tú”, aconseja María Zalbidea, analista de tendencias digitales.
Uso controlado
Para Gabriela Paoli, psicóloga y experta en adicciones tecnológicas, también es primordial que los padres establezcan unas normas muy claras en lo que se refiere al uso de la tecnología en el ámbito familiar. “Recomiendo que estas normas se digan no solo de voz, sino que exista un panel —un contrato firmado por ambas partes donde se queden claras las normas de utilización y sus consecuencias de su incumplimiento— que se pueda consultar y que esté a la vista en la casa”. En este sentido, conviene hablar sobre el uso que se le debe dar al terminal, cuánto tiempo al día y en qué lugares podrá utilizarlo… “Debe empezarse desde muy temprano con unas pautas claras. Una vez fijadas, hay que exigir su cumplimiento: con cariño, pero con exigencia”, mantiene Antonio Milán, doctor en Educación, profesor y autor de ‘Adolescentes hiperconectados y felices’.
Y no tiene por qué ser un documento muy complicado. En la Red es posible encontrar muchos ejemplos e, incluso, la policía ha redactado uno.
Por último, resultan de gran utilidad los sistemas de control parental: herramientas que facilitan el control de acceso y contenidos a la Red por parte de los menores y que, entre otros, incluyen funcionalidades de filtrado de páginas web inapropiadas para su edad en función de temáticas o tipos de contenidos; establecimiento de unos horarios para conectarse; tiempo máximo que pueden permanecer conectados; control de aplicaciones (por ejemplo redes sociales o programas de mensajería), geolocalización, bloqueo de llamadas, función de supervisión de búsquedas o servicios de notificaciones y monitorización para consultar cuál ha sido la actividad de menor durante el tiempo que ha permanecido conectado. “Es importante que los padres se conciencien sobre su utilización por los riesgos que conlleva: ciberacoso, peligro de adicción, baja tolerancia a la frustración, búsqueda de sensaciones y de identidad propia…”, asegura Óscar González de Escuela de Padres con Talento. Además, no basta con instalarlo y ‘olvidarse’, es necesario que los progenitores lo consulten con asiduidad para que su uso sea efectivo.
De hecho, ya hay algunos dispositivos, como PhoneKid, que lo traen incorporado: cuenta con funciones como ‘Escúchame’, por ejemplo, que ayuda a bloquear de forma remota la pantalla cuando necesitan captar la atención de los pequeños; o ‘Modo de uso’, que hace posible que los padres conviertan el terminal en una herramienta adaptada al uso que se le vaya a dar en un momento concreto.