Imagínatelo: reúnes a tus estudiantes en una sala y colocas un reloj con una cuenta atrás. Disponen de una hora para resolver un desafío: puede ser diseñar una solución innovadora para un problema medioambiental o programar una pequeña aplicación que facilite la organización escolar; cualquier cosa que se te ocurra. Durante este tiempo, deben trabajar y tomar decisiones en equipos, poniendo a prueba su creatividad, conocimientos y habilidades colaborativas. 

¿Te gusta la idea? Es lo que se conoce como hackatón: un encuentro cada vez más popular en el entorno educativo en el que estudiantes, docentes, y en ocasiones, otros profesionales, se unen para resolver retos con un límite de tiempo.

Potencial educativo de los hackatones

Los beneficios de realizar un hackatón educativo en las aulas son muy variados. Y es que, además de estimular la creatividad, el trabajo en equipo y el intercambio de conocimientos, hacen que los estudiantes sean protagonistas de su propio aprendizaje. Y como buscan soluciones a problemas reales, esta actividad les prepara para el futuro. Así, consiguen:

  • Aprendizaje multidisciplinario y colaborativo: los estudiantes utilizan conocimientos de diferentes áreas para resolver los retos en equipo. Por ejemplo, en un hackatón sobre sostenibilidad, pueden combinar ciencias, tecnología y diseño para desarrollar soluciones ecológicas.
  • Resolución de retos auténticos: actividades como colaborar para la mejora de la accesibilidad en su centro educativo, que es un posible ejemplo real, les ayuda a entender la utilidad del aprendizaje en su vida cotidiana y futura.
  • Fortalecimiento de competencias transversales: la comunicación, la resiliencia ante el error, la toma de decisiones y la capacidad de adaptación son habilidades clave que los estudiantes refuerzan durante un hackatón.
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¿Por dónde empezar?

Si deseas preparar un hackatón en clase lo primero es definir un tema o reto relevante, como por ejemplo resolver un problema cotidiano o proponer estrategias para combatir la desinformación. A continuación, toca organizar los equipos, que pueden estar formados por estudiantes del mismo o distinto nivel, e incluso incluir docentes o expertos externos que aporten su visión y experiencia. La diversidad en ese sentido puede favorecer el intercambio de ideas y el aprendizaje colaborativo.

El siguiente paso es establecer la duración, que puede ir desde una hora hasta una jornada entera, estructurando sus fases: introducción al reto, debate, desarrollo de soluciones y presentación final. Es clave que los participantes cuenten con herramientas adecuadas: no pueden faltar acceso a Internet, materiales de trabajo y metodologías ágiles (design thinking, prototipado rápido, etc.). Finalmente, es aconsejable contar con una evaluación que valore la viabilidad y originalidad de las soluciones propuestas, y por qué no, premiar las mejores.