Cuando realizan determinadas actividades de forma habitual, los menores pueden experimentar mejoras notables en el lenguaje, en las habilidades motoras o incluso en sus relaciones sociales. Son los llamados juegos sensoriales que, estimulando sus cinco sentidos, permiten mejorar sus capacidades físicas y mentales.
La caja misteriosa
Sirve cualquier caja vacía en la que sea posible introducir objetos de diferentes tamaños, texturas y formas; se recomienda, eso sí, que los menores los vean en su día a día y sea posible que los reconozcan. Al meter la mano en la caja, deben tocar y explorar a fondo el objeto que hayan agarrado y averiguar de qué se trata antes de sacarlo. También se le puede nombrar un objeto y, mediante la exploración táctil, que traten de encontrarlo.
Juegos de memoria
Encontrar dos objetos iguales o localizar el que falta ayuda a estimular la vista y la memoria. Así, una opción es el juego de cartas que contenga parejas y, levantando unas y otras, deban localizar cada par. Otra posibilidad es la de recurrir a objetos de la casa, situarlos delante de los pequeños, que miren todos con detalle y, cuando cierren los ojos, retirar uno. Al abrirlos deben averiguar cuál es el que falta. También se pueden mover los objetos por la casa con el objetivo de encontrarlos.
El arenero lleno de sorpresas
Ya sea en el exterior (en un parque o en el jardín) o en un arenero portátil que se sitúe en el interior de la casa, es interesante enterrar objetos para que los encuentren gracias al tacto mientras juegan. Este recurso permite también desarrollar la imaginación y algunas capacidades motoras construyendo en la arena.
Construir instrumentos
Para trabajar tanto la imaginación como el sentido del oído es posible construir originales instrumentos musicales caseros, como unas maracas llenas de arroz, una flauta o armónica con pajitas atadas, un órgano de vasos y cubiertos, una guitarra con una caja y unas cuantas gomas… Hay infinitas posibilidades.
Identificar los olores
Basta con hacer uso de las especias que suelen almacenarse en casa, de frutas o incluso de líquidos. Se introducen en pequeños botes o en botellas, dependiendo del tipo de elemento del que se trate, y se pregunta al menor a qué huele en el interior. También puede resultar interesante que lo describa con el mayor número de detalles posible. Lo mismo podría hacerse con los sabores con el fin de estimular el gusto.