Con ayuda de la inteligencia artificial, desafíos físicos, rompecabezas… Seleccionamos las mejores pruebas para hacer un escape room y varios ejemplos para poner en práctica estos juegos de escape.
Los escape room se hicieron muy populares hace unos años por su capacidad para poner en funcionamiento la mente y el ingenio mientras se juega; también en el entorno educativo, donde muchos docentes comenzaron a incorporarlos en sus aulas para trabajar contenidos curriculares. Aunque parezca complicado elaborarlos, hay herramientas que facilitan el proceso, haciendo sencillo crear una experiencia desafiante. Basta elegir una temática, darle un toque creativo y pensar a qué enigmas van a enfrentarse sus participantes. ¿Lo mejor? Que los hay de diferentes tipos: pruebas donde se utiliza la IA para localizar pistas, desafíos físicos, mentales…
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Con indicaciones como ‘Diseña un acertijo lógico para un escape room con temática de ciencia ficción’ o ‘Ayúdame a crear una secuencia de pistas para encontrar un objeto escondido en un escape room’, ChatGPT ayuda a plantear todo tipo de pruebas para estos desafíos. Pero no es la única herramienta con IA que pueden usar los docentes; también otras como Miro: entre sus funciones están dibujar diagramas y planos para localizar pistas, que varios usuarios situados en diferentes ubicaciones colaboren en tiempo real en un mismo tablero o diseñar mapas de seguimiento para conocer cómo se está desarrollando el juego de escape.
Esconder pistas u objetos difíciles de localizar es esencial para mantener la intriga. Se pueden dejar dentro del libro de una estantería, en un cajón con candado (habrá que descifrar el código numérico correspondiente para abrirlo), en el compartimento secreto de un mueble… Si queremos ser más sofisticados, es posible utilizar técnicas como la tinta invisible para escribir mensajes que solo se leen bajo la luz ultravioleta o plantear una secuencia, es decir, que los estudiantes tengan que realizar tres acciones para hacerse con un objeto; por ejemplo, tocar un botón, encender una luz y girar una manivela.
Para poner a prueba la habilidad motora del alumnado es posible plantear pruebas físicas de distinta dificultad. Un ejemplo es un puzle de contrapesos donde hay que coger varios objetos y colocarlos en una superficie hasta que se equilibren para abrir una puerta o que se revele una pista. Otro es utilizar cuerdas que hay que desenredar conforme se indica en el siguiente vídeo.
Existen muchas formas de desafiar la mente del alumnado en un juego de escape: desde el descifrado de mensajes ocultos con claves o patrones específicos hasta laberintos y caminos para liberar una llave o una pista. También destacan los puzles que implican realizar una serie de acciones en un orden específico para desbloquear el siguiente paso. Este vídeo muestra un ejemplo llamado ‘Semáforo de letras’ en el que hay que descifrar un mensaje a partir de unas letras colocadas en un cuadro.
En cualquier escape room es fundamental que los participantes se coordinen para llegar al final. Por ejemplo, si hay varias salas pueden usar walkies o teléfonos para comunicar información clave o descripciones visuales de pistas que unos ven pero otros no. Incluso compartir y analizar documentos que se encuentran por separado para resolver el enigma.
