Son muchas las dificultades emocionales que encuentran hoy en día nuestros alumnos. No hay más que estar con ellos en el patio unos minutos para ver la gran cantidad de conflictos sociales y emocionales que surgen. El conflicto es normal y no podemos eliminarlo de cuajo, pero lo que sí que podemos hacer es enseñarles estrategias para una adecuada gestión de conflictos en el día a día. Es por ello que os ofrecemos esta guía con siete pasos para convertir a vuestros alumnos en grandes expertos de sus emociones.
Las emociones tienen muchos millones de años de existencia. Aparecen hace unos 200 millones de años. Ahí es nada. Pero la realidad es que los bebés nacen sin tener ninguna estrategia para poder identificar y gestionar sus emociones. Debido a esto, todos debemos pasar por el aprendizaje de la gestión emocional si no queremos sufrir más de la cuenta. Esto implica un largo y difícil camino a recorrer. En este artículo quiero ofreceros una especie de receta de cocina para llegar a ser un verdadero experto emocional. ¿Te animas a cocinar conmigo las emociones? Adelante.
Paso 1. Conocer cuáles son las emociones básicas y para qué sirven:
Tenemos que explicarles a nuestros alumnos que la emoción de rabia o ira se activa cuando consideramos que algo es injusto o nos impiden hacer algo que nos gusta hacer
Antes decíamos que nacemos sin saber qué es una emoción, cuántos tipos hay y para qué sirven. Es por ello que debemos enseñar a nuestros hijos y alumnos cuáles son las emociones básicas: miedo, rabia, tristeza, alegría, sorpresa, asco, curiosidad, etc. Pero no sólo consiste en que aprendan cuáles son las emociones más frecuentes, sino también para qué sirven. Claro, tenemos que explicarles a nuestros alumnos que la emoción de rabia o ira se activa cuando consideramos que algo es injusto o nos impiden hacer algo que nos gusta hacer. Por ejemplo, Marta se siente rabiosa cuando suena la campana que indica la finalización del patio, puesto que no hay nada que más le guste que jugar con sus amigas.
Paso 2. Identificar las emociones en nosotros mismos y en los demás:
Si os presentara varias fotos de perros de diferentes razas, ¿seriáis capaces de decirme cuál de ellos es un caniche? Seguro que sí, ¿verdad? Claro, somos capaces de identificar una raza de perro siempre y cuando sepamos de perros. Lo mismo pasa con las emociones. Sólo reconoceremos o identificaremos emociones en nosotros mismos y en los demás si hemos pasado por la primera fase de aprendizaje de las emociones. Para superar esta segunda fase debemos ser capaces de reconocer las emociones a través de la cara y el cuerpo tanto en nosotros mismos como en los demás. Para ello resulta muy enriquecedor ver fotos de niños experimentando emociones. Debemos poner especial atención en los gestos de la cara (ojos, cejas, boca) y en el cuerpo de la persona que experimenta la emoción. También puede ser útil con dibujos animados, pero siempre y cuando pasemos después a ver personas para que lo puedan generalizar.
Paso 3. Legitimar las emociones de nuestros alumnos:
Se legitiman todas las emociones, pero no todas las conductas asociadas a dicha emoción.
¿En qué consiste legitimar? Cuando legitimamos la emoción que está experimentando nuestro alumno es porque le permitimos que tenga, sienta y exprese la emoción en cuestión. Las emociones son involuntarias, automáticas e inconscientes por lo que debemos permitir tener cualquier emoción que tenga el niño. Otra cosa bien diferente es la conducta asociada a dicha emoción. Por ejemplo, es legítimo que a Juan le den asco las espinacas, pero no por ello tiene ningún derecho a tirarlas al suelo. Se legitiman todas las emociones, pero no todas las conductas asociadas a dicha emoción. Comprender una emoción es diferente a justificar la acción consecuente. Por ejemplo, María está muy enfadada con su hermano pequeño porque no para de molestarla y finalmente acaba por pegarle. Podemos comprender su enfado y el motivo por el que le ha pegado, pero nunca justificaremos su conducta. Entendemos el motivo, pero no justificamos su acción.
Paso 4. Regular las emociones:
El aprendizaje de la regulación de las emociones es siempre de fuera para adentro, o lo que es lo mismo, para que seamos capaces de gestionar las emociones necesitamos de un “otro” que nos enseñe. Cuando somos pequeños es la madre o el padre (o ambos) quienes se encargan de ir explicitándole al niño lo que experimentan: “Martín, estás triste porque se ha pinchado la pelota”, “Lucía, estás muy enfadada con esos niños porque no te dejan jugar”. Este aprendizaje empieza en el vientre materno. Desde bien pequeños necesitamos que nuestros padres y profesores nos enseñen a prestar atención a nuestras emociones, a identificarlas y a regularlas. Por lo tanto, el proceso evoluciona desde la heterorregulación (“mis padres me regulan mis emociones”) a la autorregulación (“soy capaz de regular por mí mismo la mayoría de mis emociones”). Tenemos que enseñar a nuestros alumnos diferentes estrategias para canalizar la ira, el miedo, la tristeza, la excesiva alegría, etc.
Paso 5. Reflexionar sobre la emoción que estoy sintiendo:
Es muy importante que dediquemos un tiempo a pensar en la emoción que estamos experimentando o que hemos experimentado. De esta manera estaremos favoreciendo la mentalización. A esto es lo que habitualmente denomino “echarle córtex”. Debemos pensar en todo lo que rodeó a la emoción. No es necesario hacer esto siempre que experimentamos una emoción, pero sí cuando esa emoción o la situación sean relevantes. En este paso, es importante intentar relacionar las sensaciones, las emociones, los pensamientos y las acciones. Cada una de estos elementos suele tener asociado un verbo: sensaciones (notar), emociones (sentir), pensamientos (pensar) y acciones (hacer). Debemos recordar que cuando los niños son pequeños, somos nosotros los que tenemos que ayudarles a que mentalicen y a que establezcan relaciones entre estos cuatro elementos. No es necesario que sea en el mismo orden que hemos indicado, con tal de que contenga los cuatro elementos es suficiente. Por ejemplo: Manuel estás sintiendo mucha rabia (emoción) contra tu hermano, por eso pensabas que era tonto (pensamiento) y tenías ganas de pegarle (acción). ¿Te has dado cuenta cómo tu cuerpo se ponía tenso (sensaciones)?
Paso 6: Actuar las emociones de manera adaptativa:
Puedo comprender y aceptar que mi alumna Julia esté triste y preocupada porque su abuela está ingresada en el hospital, pero no por ello voy a permitir que se comporte de manera o agresiva con sus compañeras
Ya hemos comentado antes que cualquiera de nuestros alumnos está legitimado a sentir cualquier tipo de emoción y en cualquier intensidad. Faltaría más. Pero una cosa es legitimar la emoción y otra cosa es la conducta, que no siempre tienen que ser permitidas. Puedo comprender y aceptar que mi alumna Julia esté triste y preocupada porque su abuela está ingresada en el hospital, pero no por ello voy a permitir que se comporte de manera maleducada o agresiva con sus compañeras de clase. De ahí la importancia de actuar las emociones de manera adaptativa, sana y equilibrada. Cuando estamos muy implicados emocionalmente, se activan en exceso las amígdalas cerebrales, lo que nos hace comportarnos de manera impulsiva y nada reflexiva. Es importante que ayudemos a nuestros alumnos con estrategias y habilidades para expresar las emociones de manera adaptativa y saludable. Los cuentos, el dibujo y el teatro son algunos recursos muy recomendables y útiles para expresar de manera correcta las emociones.
Paso 7. Establecer una historia:
El último paso para convertir a nuestros alumnos en expertos emocionales es ayudarles a que establezcan una narrativa de lo ocurrido. Si durante mucho tiempo les explicamos la relación que hay entre sensaciones, emociones, pensamientos y acciones, llegará un momento en que ellos mismos serán capaces de hacerlo por sí solos. Pero para eso, debemos dedicar mucho tiempo e interpretarles muchas experiencias. Si les explicamos lo que había pasado antes, cómo han actuado, sentido y pensado y las consecuencias futuras de todo esto, estamos poniendo todos los ingredientes necesarios para hacer una excelente mentalización y narrativa. Siguiendo con el ejemplo de Manuel, podríamos establecer una narrativa o explicación parecida a esta: Manuel, entiendo cómo te sientes. Estabas tranquilamente en tu habitación y al llegar tu hermano a molestarte te has enfadado con él. Por eso le has pegado. Es normal que hayas sentido rabia, pero no me parece nada bien que le hayas pegado. ¿Qué se te ocurre que podemos hacer ahora para solucionar este conflicto? La narrativa es como contar un cuento. Tiene que tener un comienzo, un desarrollo y un enlace, y si tiene un aprendizaje mejor que mejor.
Y estos son los siete pasos que debemos dar para convertirnos en expertos emocionales. Una vez que lo seamos nosotros, estamos en disposición de enseñarles a nuestros alumnos y alumnas el camino que deben recorrer. No os preocupéis si al principio se os olvidan algunos elementos. Es normal. Ya sabéis que es un proceso y requiere tiempo pero estoy seguro que con implicación y esfuerzo lo conseguiréis. Ánimo y a por ello.
Rafael Guerrero Tomás es psicólogo, director de Darwin Psicólogos y profesor de la Facultad de Educación de la Universidad Complutense de Madrid. Además, también imparte clase en el Máster de Atención a la Diversidad y Apoyos Educativos del Centro Universitario Cardenal Cisneros y en la Universidad Rey Juan Carlos. Especialista en TDAH, trastornos del aprendizaje y trastornos de conducta. Autor del libro “Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad. Entre la patología y la normalidad” (Libros Cúpula, 2016).
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