Vivimos un tiempo vertiginoso, en el que se valora la inmediatez y cuyo ritmo frenético ha llegado a la educación; se valora que los niños y niñas, aprendan “cuanto antes, mejor” a leer, a escribir, sumar, algún idioma, el manejo de la tecnología… pero no nos hemos detenido a pensar cómo se produce ese aprendizaje. ¿Es mejor pronto que de calidad?, ¿cómo se aprende en un ambiente hostil, donde hay castigos, chantajes, comparaciones… en definitiva, lleno de miedo?
Aunque muchos profesionales hacen verdaderos esfuerzos por hacer de sus aulas espacios diferentes, acogedores, en general, llevamos demasiados años con métodos educativos obsoletos, que muestran resultados mediocres y que generan malestar tanto en alumnos como en maestros. ¿Y si volvemos a lo más básico, a lo esencial? Pensemos en qué relación puede construir el maestro con sus alumnos para que surja un aprendizaje con sentido, valioso para la vida.
Relación maestro y alumno basada en el respeto y la confianza
Si la relación que construye el profesor con sus alumnos está basada en la amenaza, en el premio-castigo, en la presión, se genera un clima de miedo y estrés en el aula en el que los niños y niñas se sienten en riesgo, atemorizados, inseguros y donde el aprendizaje está lejos de ser significativo ni perdurable. En un lugar así, es difícil para un niño desplegarse, ser creativo, asumir nuevos retos… y en consecuencia, aprender se convierte en una tarea ingrata e incómoda.
Sin embargo, si el maestro es capaz de crear una relación de respeto y confianza, en la que las emociones tienen un lugar, se acompañan, y en la que el niño/a se siente valorado y tenido en cuenta, el aprendizaje se relacionará con la alegría y la seguridad. Desde un punto de vista neurodidáctico, las conquistas (cognitivas, sociales, físicas…) que tienen lugar en esas condiciones, son fijadas por el cerebro con más intensidad porque entiende que serán útiles en el futuro.
Sugerencias para una relación satisfactoria
¿Cómo podemos, entonces, crear una relación con los niños que permita el aprendizaje? Aquí te proponemos algunas sugerencias:
- Estar disponibles para ellos, presentes física y emocionalmente. A veces, es más honesto decirles “ahora mismo no te puedo escuchar, aunque me gustaría. En cuanto pueda, te voy a avisar” que intentar atender a varios niños al mismo tiempo y en definitiva, a ninguno.
- Hablarles mirándoles a los ojos, poniéndonos a su altura.
- Favoreciendo momentos de encuentro cercano y cálido; un saludo especial cuando llegan, una mirada mientras están desayunando, una sonrisa antes de que se marchen… Busquemos la manera de transmitir: “Te veo, eres importante para mí”.
- Manteniendo una actitud de confianza en sus posibilidades (recordemos el efecto Pigmalión), algo que reforzará su motivación interna como impulso para el aprendizaje.
Ofreciéndoles tiempo y espacio; respetando su ritmo. Una educación que acompañe al niño.
No es una tarea fácil porque requiere revisar y renovar lo que venimos haciendo y buscar nuevas posibilidades no solo para el aprendizaje de los niños y niñas, sino para crear aulas más amables y agradables también para nosotros mismos.
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