Estos meses han sido muy duros para algunos maestros y docentes. La finalización del curso ha ido de la mano de la incertidumbre de no saber aún cómo empezará en septiembre. Las continuas instrucciones de las instituciones, incompletas y en ocasiones contradictorias, han dejado un mal sabor de boca que no sé si las vacaciones estivales podrán cambiar. El miedo y la ansiedad de ‘más de lo mismo’ acecha las mentes de algunos docentes y amenaza con no permitirles descansar y desconectar en condiciones. Y, esto, sería muy contraproducente.
La importancia del bienestar docente
Muy pocas personas son conscientes del desgaste psíquico y emocional al que están sometidos los docentes durante el curso escolar. Aunque unos pocos disfrutan de un alumnado implicado y su trabajo se desarrolla de manera fluida y armónica; una gran mayoría ha de enfrentarse de manera cotidiana al estrés de disciplinar su clase, resolver conflictos entre alumnos y, además, atender las quejas de familias que acuden a ellos, algunas veces de manera imprevista, y no siempre con los mejores modales. Todo ello teniendo en mente el currículo y atendiendo a las diferencias individuales. El cóctel no es muy apetecible. Quizás, por ello, cada vez menos jóvenes se decantan por esta profesión.
Desde las instituciones, el bienestar docente se pasa por alto. Podemos tener la sensación de que no importamos mucho, de que solo somos peones de ajedrez para mover en el tablero de la escuela o instituto. Ahora aquí; mañana allí. Al grupo A, impartes esta asignatura; al B, esta otra, diferente. Ahora no se puede asistir a clase: das las clases online. ¿No sabes? ¡Te apañas! El sentimiento de abandono se expande. La sensación de ahogo también. La frustración y el sentimiento de indefensión aprendida se generaliza. Comienza el desánimo, sigue la apatía y para algunos termina en depresión.
Entre las demandas de los profesores se sitúan unas instrucciones claras y más recursos humanos y técnicos.
¿Qué información tenemos acerca del inicio del nuevo curso?
Parece ser que se nos recomienda bajar las ratios e incluso el desdoble de grupos, si es posible, y me pregunto: ¿supone también un desdoble de los docentes? ¿O llegarán refuerzos? ¿Y qué pasará en los comedores, en general llenos y actualmente con doble o triple turno para comer? Organizar los horarios, el uso de los espacios, los turnos… Los centros educativos tienen por delante grandes desafíos para completar el puzle ¡y que no les sobre ni falte ninguna pieza, porque tendrán mil ojos encima!
La complejidad es enorme. Cada centro tendrá que adaptar las soluciones a medida, implementando unas pautas comunes. Las autoridades deben dar esas pautas: si prima la educación presencial,habrá un número máximo de alumnos por grupo y una distancia mínima entre pupitres, pero luego el equipo docente tendrá que ver cómo aplicarlas a cada caso.
Con este panorama, cabe preguntarnos si es realmente necesario volver al colegio o instituto. Rotundamente, sí. Se han hecho estudios muy bien documentados (como este informe de Unicef) sobre las consecuencias negativas de la no asistencia a los centros educativos relacionadas con sentimientos de seguridad, bienestar y aprendizaje de niños y jóvenes.
Además, el aprendizaje en casa es menos efectivo, y aumenta la desigualdad. Sin olvidar que la escuela, en muchos casos, es un ‘santuario’ donde los alumnos encuentran refugio y paz. Un lugar que debería ser seguro y donde pueden expresarse y desarrollarse, apartados de las condiciones desfavorables que pudieran estar sufriendo en casa. Los centros educativos y, en concreto, sus maestros y docentes pueden ser ese flotador que les ‘salve la vida’.
Las herramientas emocionales para el nuevo curso
Si el docente dispone de las herramientas y estrategias emocionales necesarias, si sabe dónde colocarse, puede mejorar la vida al alumno. Hoy en día los niños y jóvenes aprenden más con los tutoriales que encuentran en YouTube que en el aula. No nos necesitan tanto como transmisores de conocimiento. En ese aspecto, somos fácilmente sustituibles.
Sin embargo, si un niño tiene problemas personales y el profesor, como referente, se coloca delante con emociones que resuelven las situaciones de manera armoniosa, le puede salvar. La variable que interviene con más fuerza en el éxito escolar no es la capacidad intelectual, sino la capacidad emocional de situarnos, la mayor parte del tiempo, en las emociones correctas y que pueden hacer que nuestra vida fluya con sentido.
Los docentes que enseñan desde la curiosidad, admiración, seguridad y alegría son los que tienen más posibilidades de ser felices y tener éxito. Si estamos en ‘CASA’ (Curiosidad, Admiración, Seguridad y Alegría) hay una sintonía entre lo que se dice y lo que se hace. El bienestar docente depende de ser consciente de estas emociones y actuar para sentirlas cada día.
Las circunstancias que tendremos que afrontar a partir de septiembre no son sencillas, ni para los docentes ni para los alumnos, pero si estamos llenos de rabia, rechazo o tristeza, aunque aparentemos estar bien, se va a notar que no es así. “No somos lo que decimos ni lo que hacemos, somos lo que sentimos”, dice el psicólogo Roberto Aguado. Por otro lado, y resumiendo las palabras del político francés, Jean Jaurès: “No enseñamos lo que sabemos, no enseñamos lo que queremos, enseñamos lo que somos”. Por lo tanto, en este nuevo curso dentro de la ‘nueva normalidad’, los docentes han de procurar ser y estar sanos, no solo a salvo de la Covid-19, sino mentalmente sanos y fuertes, alejados del caos y la rigidez emocional.
El curso de la flexibilidad emocional
El curso 2020-21 será el curso de la flexibilidad emocional, ya que si los maestros y docentes se instalan en emociones como la tristeza, la rabia, el asco o el miedo acabarán enfermando. Si los docentes enferman, contagian al sistema y las instituciones educativas se pudrirán sin remedio.
Por ello, cuidar y atender a los docentes como se merecen es una asignatura pendiente de la sociedad española. ¿Hay alguien que no esté de acuerdo en que los profesores y maestros felices facilitan el éxito escolar? En este sentido, la ‘CASA’ (Curiosidad, Admiración, Seguridad y Alegría) ayuda a los docentes a enseñar a su alumnado a tomar conciencia de sus emociones, regularlas y desarrollar sus fortalezas personales. Para el profesorado supone un crecimiento personal mientras desarrollan su profesión. También, los estudiantes aprenden las herramientas que les permiten afrontar la vida con seguridad y optimismo, creyendo no sólo en sí mismos sino construyendo además relaciones positivas con sus iguales.
- López de Silanes Asensi, María (Author)
Muy interesante y muy cierto! Agradezco el apoyo e importancia que se nos da a los docentes en nuestro continuo esfuerzo por llegar al corazón de nuestros alumnos.
Muchas gracias por comprender la incertidumbre en la que nos encontramos los docentes y gracias por alentarnos a seguir adelante.l