Ayudar a los niños a gestionar sus emociones supone un auténtico reto tanto para las familias como para los docentes. La manera en la que reaccionamos ante las emociones de nuestros hijos dependerá de cómo gestionemos nuestras propias emociones. Por esta razón, resulta vital que los padres y los docentes tomen conciencia dela importancia que tiene poder reconocer y conectarse con lo que sienten. Si sabemos entender esto, será mucho más fácil entender lo que está viviendo el niño para poder empatizar con lo que siente y saber contenerlo.
Expresar los sentimientos
Uno de los aspectos más importantes a tener en cuenta es la importancia de que el niño pueda expresar sus sentimientos y no suprimirlos. Tiene que encontrar un espacio para hacerlo, pero con límites. La función de padres y docentes debe ser acompañarle y facilitar un cambio de expresión para esas emociones. Para ello, es necesario saber canalizarlas.
El objetivo fundamental será conseguir que el niño aprenda a reconocer sus emociones. Se espera que la experiencia de ser calmado y comprendido por sus padres le permita aprender a calmarse solo. Durante el proceso de educación en las emociones, existen algunas pautas que pueden ser útiles:
- Es clave dar palabras a los sentimientos del niño con el fin de que la emoción sea procesada y el niño tenga mayor control sobre ella. Cuando no lo hay, existe el riesgo de que la emoción del niño le desborde llegando, de este modo, el llanto, los gritos, la irritabilidad, el descontrol físico e, incluso, los golpes.
- Los padres deben poner límites claros, sencillos y ajustados a la edad. De no haberlos, hay mayor probabilidad de frustración o rabia en el niño.
- Evitar culpar al niño si siente una emoción desagradable. Debemos ser pacientes y entender que el niño está en plena formación y que nuestro rol es darle recursos y herramientas nuevas para que pueda expresar sus emociones sin miedo a ser culpado o rechazado. El reconocimiento de todas las emociones es fundamental para el desarrollo sano del niño.
- Una vez que surgen estas emociones desagradables, se acompañan y se contienen. Por ejemplo, en el caso de rabia y enfado, se puede decir: “No se pueden romper cosas o golpear, pero entiendo que quieras llorar”, y acompañarles en ese llanto. Estar con ellos en la frustración que implica el no poder hacer todo lo que quieren. Muchas veces lo que nos hace complacerlo es la dificultad para sostener su frustración. Siempre puede ayudarnos preguntarnos como padres: ¿Qué esperamos de nuestros hijos? ¿Esperamos que solamente sientan o expresen la alegría? Sin darnos cuenta podemos estar enviándoles el mensaje de que sentirse enfadados o tristes es algo negativo o no está permitido.
- Los padres no pueden sentirse culpables por las emociones desagradables que siente el niño. Es importante saber que la frustración es parte de la vida y que si llora en ocasiones es porque la realidad se impone de esa forma.