Compañerismo, autoestima y resolución de problemas: estos son algunos de los valores que proporciona la escalada, una práctica que cada vez adquiere más popularidad entre los más pequeños. Aunque a día de hoy sigue sin formar parte del currículo básico de la asignatura de Educación Física, son muchos los centros escolares que incluyen las diferentes modalidades de escalada entre sus actividades.
Es el caso de los colegios del grupo Brains, que desde hace ya 13 años llevan incorporando dentro de la programación de esta asignatura la enseñanza de la escalada desde primero de Primaria hasta tercero de Secundaria. “El compañerismo que observo en todas las clases supera las barreras de la imaginación, la exclusión o cualquier otra diferencia de clase social. Todos tratan de ayudarse unos a otros y prestan atención y cuidado máximo cuando están escalando sus compañeros”, afirma Javier Barba, uno de los docentes encargados de impartir esta modalidad deportiva. Y es que precisamente este es uno de los muchos beneficios pedagógicos que se persiguen con ella: hacer comunidad, modelar un grupo en el que todos importan y necesitan los unos de los otros.
Tú escalas, yo te apoyo
Hablar de escalada es hablar de varias modalidades: la clásica (practicada en vías de montaña); deportiva (en rocódromo); bloque o ‘boulder’ (en bloques de roca y sin necesidad de cuerdas) y de velocidad (subir vías lo más rápido posible). Todas ellas, aunque tengan sus particularidades, tienen el denominador común de necesitar, normalmente, otra persona que asegure y portee (acompañar el movimiento del compañero para que aterrice en el lugar adecuado) para que todo marche bien cuando la otra persona está escalando. Es aquí cuando los más pequeños comienzan a comprender la importancia de valores como el compañerismo. “No es un deporte competitivo. Todos nos ayudamos unos a otros y el que sabe un poco más, ayuda al siguiente. Se crea mucha comunidad de ayuda”, asegura Carlos Perales, monitor de escalada infantil en el rocódromo de The Climb Kids (Madrid).
Superarse a uno mismo y aprender de los errores también son otras dos cuestiones que van ligadas a este deporte. Con él los menores comprenden que el aprendizaje es un proceso que conlleva su tiempo y que es mediante la práctica consciente como se consiguen buenos resultados. “Los fallos, los errores y las caídas forman parte del aprendizaje y eso los niños lo comprenden rápido. Se trabaja la frustración a través de la práctica y las ganas y eso, de cara al futuro, refuerza mucho la autoestima y la autoconfianza”, apunta Perales.
Ejercitando la memoria, la psicomotricidad y el respeto por la naturaleza
La escalada es un deporte que permite trabajar diversas partes del cuerpo. Aunque es una práctica deportiva que requiere más de técnica que de fuerza, con ella se desarrollan sobre todo los músculos de los antebrazos y la espalda, pero también otros aspectos muy importantes para el desarrollo psicomotriz de los menores, como el equilibrio y los reflejos. Además, puede utilizarse para reforzar funciones cognitivas como la memoria. Mediante la repetición y observación de los pasos que conforman las vías de escalada, los menores van memorizando las técnicas y los agarres necesarios para ir superándolas.
El respeto por la naturaleza es otro de los principales activos de esta disciplina. Aunque se practique en rocódromo, salir a la montaña a enfrentarse por primera vez con la escalada en roca supone un extra de motivación y de concienciación con el entorno natural. “Practicarla en la naturaleza conlleva un aprendizaje intrínseco, tanto de gestión como de ecología. Los niños aprenden desde pequeños que hay que cuidar el entorno, respetarlo y dejarlo como lo has encontrado. No tirar basura, no perjudicar la flora y la fauna…” afirma Nacho Blas, monitor de escalada e Ingeniero del Medio Natural, profesión que busca prevenir, preservar y solucionar los problemas ambientales que puedan surgir en la naturaleza.
Muros de escalada para romper las barreras sociales
Nacho Blas, junto a otros compañeros amantes de este deporte, vieron en la escalada una oportunidad única para crear lazos de unión y ayudar a colectivos infantiles que se encuentran en situación de pobreza. Fue así como surgió ‘Maika’i Projects’, una iniciativa cuyo fin era acercar la escalada a los menores del colegio Kumwenya Eco School de la ONG Kelele África, situado en la pequeña comunidad de Kimya, Uganda. Construyeron un pequeño rocódromo desde cero con la ayuda de la gente local para que los más pequeños tuvieran un espacio donde comenzar a practicar este deporte. Tanto los niños como las niñas locales se animaron rápidamente a probar esta nueva práctica y descubrieron todos los valores que engloba este deporte.
Tras el éxito cosechado en Uganda, la ONG alemana Soup and Socks contactó con ellos y les comentó la posibilidad de construir un proyecto similar en Katsikas, un campo de refugiados griego. Y allí se dirigieron. A pesar de las múltiples dificultades que la pandemia de la Covid-19 les puso por el camino, el proyecto consiguió fraguarse y niños, jóvenes y adultos comenzaron a practicar este deporte. “No es escalar, es lo que significa”, concluye Blas para ejemplificar que la escalada es mucho más que un deporte.
Buenas! En qué fecha se ha publicado el artículo? Muchas gracias.
Hola, Laura.
El 5 de noviembre de 2021.
Un saludo.