Nadie duda de la importancia del periodo de adaptación en la escuela infantil durante el primer ciclo (de cero a tres años). Sin embargo, este periodo, también el segundo ciclo (de tres a seis años) lleva años siendo objeto de controversia por el carácter voluntario del mismo y la escasa oportunidad de conciliación familiar.
Dicho periodo se puede definir como el intervalo temporal que facilita la incorporación progresiva del niño a la escuela, facilitando la separación de la familia y la aceptación de un nuevo entorno. Fuesen o no a la escuela infantil, empezar en un centro ya en el segundo ciclo es un gran cambio para los pequeños: supone un nuevo entorno mucho más amplio, actividades y tiempos diferentes, nuevas reglas, nuevos docentes y nuevos compañeros. El colegio supone una comunidad más amplia, con nuevas demandas a las que el niño debe adaptarse progresivamente.
Las figuras de apego
Desde el punto de vista de la Psicología Infantil, autores como John Bowlby o Mary Ainsworth han estudiado la importancia del apego infantil, es decir, el vínculo de seguridad o confianza que el niño necesita para desarrollar su personalidad y, por lo tanto, su crecimiento de forma adecuada. Mamás, papás o abuelos son sus figuras de apego habituales, pero el docente de este nuevo ciclo debe convertirse en una más de ellas, para facilitar que el niño explore y se desarrolle de forma integral en el aula.
Si a los adultos les cuesta enfrentarse a nuevos entornos o experiencias, a pesar de todas las habilidades que se adquieren durante años, ¿cómo dudar de lo difícil que es para el niño enfrentarse a un nuevo centro? Por lo tanto, es fundamental que las familias y las docentes colaboren activamente para favorecer esa transición siguiendo las siguientes pautas:
- Conocer y compartir la importancia de esta etapa. Con reuniones previas en las que se consensúen horarios, agrupamientos y modos de actuación ante el mismo.
- Observar la reacción del niño. No solo la ansiedad por la separación en la despedida, sino alteraciones del sueño, del control de esfínteres, llantos inconsolables…
- Cuidar nuestras emociones y actitudes en la separación. Si los niños perciben nuestra inseguridad o miedo, se reflejará en su propia actitud. Por ejemplo, no utilizar frases como “no llores que me pongo triste”, ni irse cuando el niño no mira, porque solo aumentará la inseguridad del pequeño.
- Comunicar las dudas o sentimientos percibidos. Es importante sentar los pilares de una relación adecuada familia-escuela, empezando desde este periodo crítico.
El papel de las familias
Otra de las maneras para tratar de facilitar el inicio de esta nueva etapa en la vida de los pequeños es a través de diferentes acciones a realizar en familia.
- Rutinas. Las rutinas son un marco temporal y espacial que le aportan seguridad y confianza a los niños, pudiendo aumentar progresivamente su autonomía. Favorecen una actitud positiva del pequeño, el interés, o la curiosidad por explorar nuevas experiencias. Se deben ir introduciendo los horarios del curso progresivamente, acostándolos antes, levantándose pronto, ir a visitar el centro… Por ejemplo: se pueden crear unas ventanas con cartón y velcro con imágenes de las rutinas, que deben ir cerrando a medida que se completan. De esta forma, se favorece su éxito autónomo poco a poco.
- Involucrarles en el proceso. Comprar el material, preparar la ropa, dejar que elijan ciertos materiales…
- Ayudarles a través de la lectura. Se pueden recurrir a algunos títulos como‘Nacho va al colegio’(a partir de dos años); ‘Un día en el cole’( para menores de entre dos y tres años); ‘Mamá ya viene’, (entre tres y cuatro años) o ‘Los tentáculos de blef. El miedo’, para niños de hasta 4 años.
El papel de los docentes
Por otro lado, no podemos dejar de hablar de lo fundamental que es este periodo para los maestros. Actualmente contamos con unas ratios muy amplias, lo cual supone un gran número de niños a los que atender simultáneamente. Como maestras no conocemos previamente a los estudiantes, por lo que este momento permite conocer al niño de forma más cercana e individualizada, además de sus necesidades y emociones. La individualización es una máxima en la educación y este pequeño periodo nos permite adaptar nuestra práctica y programación a las características de nuestros nuevos alumnos.
Algunas propuestas a seguir son:
- Planificar, prever y reorganizar. El periodo de adaptación debe ser planificado antes, durante y después. Las bases del proceso se enmarcan en la legislación de tu Comunidad Autónoma y se llevan al propio Proyecto Educativo, por lo cual debemos contar con las líneas previas de nuestro centro y adaptarlo a las características del aula. Sin embargo, recordemos que no conocemos a nuestro alumnado, por lo cual es vital revisar nuestra programación para dar respuesta a sus características y necesidades.
- El ambiente. Es importante cuidar los materiales, espacios, propuestas; garantizar un entorno atractivo, pero sin sobrecargar, acogedor, que transmita calma pero que incite a la acción. Podemos acompañar el espacio con fotografías de las familias, de los alumnos e ir incorporando sus creaciones… Esto es clave para cuidar las posibles adaptaciones a alumnos con necesidades especiales y garantizar la idoneidad de los materiales.
- Observar y evaluar. Crea tus propios objetivos, llévalos a indicadores observables y registra el proceso de incorporación. Esto facilitará conocer cómo el pequeño se adapta, y responder a sus necesidades de forma precisa.
- Actividades y proyectos activos. Para animar al alumnado más pequeño a comenzar esta etapa existen numerosas actividades que atraerán su interés y les ayudarán a adaptarse poco a poco.
- Experiencias activas y creativas como la técnica de las ‘loose parts’ o minimundos. Para ello se puede utilizar los elementos del entorno, significativos para el niño, con los que favorecer el juego simbólico, la comunicación y la creatividad.
- Experiencias sensoriales. Bandejas de experimentación, mesas de luz, trasvases… También se puede combinar las habilidades lógico-matemáticas, con la psicomotricidad y la creatividad.
- Cesta de la paz. Con elementos atractivos y relajantes para el niño, puede sentar las bases para un rincón de calma y seguridad en momentos complicados.
- Juegos de presentación psicomotrices y musicales, siempre atractivos, iniciando el sentimiento de comunidad.
¿Quién soy? Se puede trabajar el conocimiento de los compañeros y sus nombres con fotografías: omitiendo partes, modo puzle, desordenando las piezas…
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