Me gusta pensar que llevamos la profesión de docentes escrita en nuestro ADN y que, en cierta manera, estamos predestinados a ejercerla. Es algo que va más allá de la vocación, algo que tiene que ver con nuestro ser y nuestra manera de entender el mundo.
Sin embargo, hemos de tener claro que no es suficiente con esta tendencia hacia la enseñanza, es necesario formarse y crecer día tras día. En mi opinión, una de las formas más naturales y sencillas de hacerlo es a base de preguntas que nos permitan reflexionar y analizar nuestros pensamientos desde un punto de vista distinto.
Estoy segura de que, en más de una ocasión, habréis encajado esa duda que os ha descolocado, ha roto vuestra coraza y os ha hecho dar ese paso que necesitabais. Hoy quiero compartiros algunas de las que a mí me hacen crecer. Por supuesto, vosotros iréis encontrando las vuestras a lo largo del camino. ¿Empezamos?
¿Cuándo fue la última vez que reíste en clase?
La risa estimula nuestro cerebro y nuestro buen humor. Nos hace sentir bien: nos muestra más comunicativos, relajados y pacientes. En efecto, beneficia muchas de las cualidades básicas en la labor docente. Por supuesto, en cualquier ámbito de la vida, y la escuela no podría ser menos, es imprescindible localizar lo que nos hace sentir felices y agarrarlo con fuerza, así que… ¡a reír se ha dicho!
¿Has hecho algo hoy de forma distinta a como lo sueles hacer?
Por costumbre, tendemos a mecanizar las tareas más habituales en nuestro día a día: despertarnos, ducharnos, ir a la escuela, pasar lista, saludar a los alumnos, etcétera. Esto nos ahorra mucho tiempo y esfuerzo, pero también nos impide descubrir si podríamos hacerlo de una manera más eficiente.
¡Os propongo algo! Sed hoy conscientes de una tarea que hagáis siempre igual, pensad de qué otra forma podrías realizarla y ponedlo en práctica durante el día de mañana. Esto os hará crecer y enfrentaros, pasito a pasito, a vuestra zona de confort.
Si pudieses echar el reloj atrás 24 horas, ¿volverías a hacerlo igual?
Es cierto que se trata de una acción técnicamente imposible, pero dadle una oportunidad: ¿qué cambiaríais de vuestra actitud durante el día de hoy?
Por ejemplo, es posible que abordaseis un conflicto de distinta forma, que no llevaseis a cabo según que tareas o que dijeseis las cosas de otra manera. Esta reflexión respecto a vuestro comportamiento os ayudará a no repetir los mismos errores y avanzar hacia el docente que queréis ser.
¿Has dicho hoy “gracias” y “por favor”?
O lo que sería lo mismo, ¿te has mostrado amable y agradecido? Ambas son cualidades que nos conectan con nuestro yo interior, nos hacen tomar consciencia de nuestro papel en el mundo y nos permiten construir relaciones más positivas con nuestros alumnos y compañeros.
Las emociones positivas llevan a otras. Así que, ¿por qué no practicar desde hoy mismo?
El niño que quería convertirse en docente, ¿estaría hoy orgulloso?
Muchos de nosotros queríamos ser maestros desde pequeños, ¿verdad? Os propongo entonces un pequeño juego. Imaginaros de niños, estáis sentados en el pupitre que solíais usar, junto a vuestro estuche y mochila: ¿Cómo le gustaría, a ese niño, ser de mayor?, ¿esta imagen se asemeja a cómo sois ahora? Esta respuesta os resultará reveladora, os facilitará volver a vuestra esencia y reencontraros con vosotros mismos.
Os animo a estar muy atentos: a veces por casualidad, otras de forma consciente, iréis encontrando vuestras propias preguntas. Esas preguntas que os sacudan por dentro y os recuerden por qué escogisteis esta profesión. Llegado el momento, únicamente sed valientes y disfrutad del camino.
Rocío López Valdepeñas es maestra especialista en innovación educativa y emprendimiento.
Son naravillosos lo voy a pone practica y felicitaciones por compartir con los demas
Yo rió todos los días, y también es importante el abrazo diario
Me encanta el artículo, reflexiones muy buenas que todos deberiamos hacerlas.