“Soy optimista, no parece muy útil ser otra cosa”. Cuanto más leo esta cita, más me gusta y más acertada la encuentro. Esta afirmación de Winston Churchill puede aplicarse prácticamente en cualquier ámbito de la vida, incluido en el educativo. Tanto es así que ser optimistas y hablar en positivo a nuestros alumnos nos lleva a construir una escuela que mira al futuro con ilusión y confianza.
La propia razón y nuestro corazón nos lo dicen: “las personas positivas generan movimiento y así se gesta el crecimiento”. De ahí que el docente que invierte tiempo en ser más positivo se convierta en líder inspirador; capaz de hacer que sus alumnos se sientan motivados, cómodos, relajados y apreciados. De este modo, el aprendizaje fluye en el aula.
El uso que hacemos del lenguaje es clave para que esto suceda. Con solo pequeños ajustes en nuestro vocabulario y en la manera de relacionarnos con los niños podemos conseguir grandes resultados. ¿Te gustaría descubrir trucos que podrás aplicar desde hoy mismo? Continúa leyendo y te cuento más.
Idea 1. ¡Sitúate a su altura!
Cuando hablamos con los niños, solemos hacerlo por costumbre y comodidad desde nuestra altura de adultos que, por supuesto, no es la misma que la de los niños. Así, ellos han de elevar la vista, mientras que nosotros la bajamos. Jugamos con ventaja, ¿no te parece? No les hablamos de igual a igual.
Agáchate o sitúate de cuclillas y, cuando haya realizado algo mal o necesites decirle algo importante, háblale mirándole a los ojos. La comunicación que se hace desde el corazón y entre iguales, sin imposiciones, es siempre más sincera, emocional y positiva. Con este sencillo gesto, el niño entenderá que importa su opinión y que puede expresar sus emociones. ¡Lo demás solo depende de ti!
Idea 2. ¡Stop tantas órdenes!
¿Te has parado a pensar cuántas órdenes reciben los niños al final del día? “Haz los deberes”, “no corras”, “no grites”, “no hagas ruido en el pasillo”, “camina despacio”. Tantas son que se acaban “volviendo sordos”.
Para que la comunicación sea más efectiva es bueno reducir las imposiciones. Es cierto que no podremos eliminar todas nuestras expresiones imperativas, pero sí algunas. Por ejemplo, en lugar de decir “no corras por el pasillo ahora” puedes usar lo siguiente: “¿Crees que es manera de ir por el pasillo?”. Para evitar la frase “basta de gritos”, podrías emplear: “Yo voy jugar a hablar flojito, muy flojito. ¿Te apuntas?”
Idea 3. ¿Jugamos más?
En ocasiones, hay tareas en clase que no resultan del agrado de nuestros alumnos, recoger los juguetes o lavarse los dientes son algunas de ellas. Para motivarlos y conseguir que lo hagan de buen gusto podemos apoyarnos en el lenguaje positivo y en la imaginación de los estudiantes. ¡Haremos más apetecible la tarea!
Por ejemplo, en el caso de que tengan que recoger los juguetes que quedaron dispersos por el recreo, pídeles que imaginen que son pescadores que están pescando peces en la bahía y que, al agruparlos todos, encontrarán un gran tesoro. Invítalos a participar de la fantasía, y ayúdate del juego simbólico y de su pensamiento mágico para hacer más amenas las tareas tediosas.
Idea 4. Palabras bonitas y nuevas cada semana
El pensamiento se construye con palabras. Para ser positivos, hemos de rodearnos de lenguaje optimista y, sobre todo, usarlo a menudo. ¡Tómatelo como reto!
Empieza haciendo un listado de palabras y expresiones que te generen buena energía: “ilusión”, “emoción”, “alegría”, “me encanta”, “me gustas”, “es genial”, “perfecto”, etcétera. No es necesario que las uses a menudo, solo que te agraden. Escoge cada semana una de ellas y propicia el contexto o situaciones para decirla y compartirla con los demás. Será genial ampliar día tras día tu vocabulario con expresiones nuevas que te hagan sentir más optimista.
Consejo 5. Rechaza los calificativos negativos
“¡Qué pesado!”, “¡estás torpe!”, “¡qué despistado!” “¡qué desastre estás hecho!” ¿Te suenan estas expresiones? Solemos decirlas a menudo a los alumnos sin reparar en los efectos negativos que tienen sobre su autoestima ahora y en el futuro.
Los niños son frágiles y conforme van recibiendo en repetidas ocasiones estos calificativos negativos, van interiorizándolos y mostrando estas actitudes. A esto, se le llama profecía autocumplida y dice que, por ejemplo, a aquél niño que se le repite constantemente que es torpe o malo en matemáticas, acabará perdiendo su confianza y convirtiendo en un desastre en esta asignatura. Entonces, ¿por qué no probamos a hablar y expresarnos de otra manera?
Localiza esas expresiones negativas que utilizas con regularidad y piensa por un momento qué beneficio tienen sobre la conducta de tus alumnos. ¿Es, María, pesada? No, es tenaz y muy constante en lo que hace. Por supuesto, esto le reportará efectos muy positivos a lo largo de su vida! ¿Es, Juan, un desastre? No, está claro que no. Es cierto que a veces se muestra un poco distraído, ¿pero quién no? Juan es imaginativo y curioso, y aunque a veces le cuesta concentrarse, nosotros creemos en él.
Imagen de portada, profesora rodeada de niños, niños jugando y niño con sombrilla vía Shutterstock.
Rocío López Valdepeñas es maestra especialista en innovación educativa y emprendimiento.
ME ENCANTA!!!!!!!!!!!!!!!!!!
Muy buena información ha tomar en cuenta en las clases...Saludos
Interesante... A ponerlo en practica
Buenos dias, muy interesantes estas tecnicas, sensillas y faciles.