Cuando trabajamos o estudiamos, la concentración se mantiene durante un tiempo determinado; luego nuestra mente empieza a divagar. En el caso de los menores, el tiempo que consiguen estar focalizados es inferior al de los adultos y, por eso, la técnica Pomodoro puede ser una buena aliada: el método divide el estudio en bloques de trabajo acompañado de pequeñas pausas que permiten desconectar para volver a estudiar con ganas.
En los estudiantes de Primaria, en concreto, ayuda a establecer un ritmo de trabajo constante y rutinario, donde pueden pensar y autogestionarse para realizar las actividades establecidas. Además, los hace conscientes de aquellas acciones o tareas para las que necesitan soporte o ayuda del adulto; cuáles están aprendiendo a hacer y, a veces, requieren soporte; y las que son capaces de desarrollar de manera autónoma. A continuación, explico los pasos para introducir la técnica desde edades tempranas.
La técnica Pomodoro en casa
El primer paso es comprar un temporizador de cocina. Debe ser físico y no digital, porque los menores no tienen la noción temporal definida y es un concepto abstracto que les cuesta entender. Además, ofrece la noción temporal a través del sonido: el ‘tic-tac’ es el indicador de que hay un tiempo concreto para hacer una cosa.
Cuando se explique esto a los pequeños, es interesante que el adulto ponga énfasis en que hay un espacio determinado para que él intente hacer cierta actividad solo. En este sentido, para que la rutina de estudio sea satisfactoria, es muy importante pactar el tiempo que se va a dedicar a cada actividad: ha de quedar muy claro que hasta que el temporizador no finalice, el menor no puede preguntar al adulto y que debe intentar realizar el ejercicio solo. En caso de estar inmerso en la tarea, puede pedir más tiempo, que se le debe conceder, dado que forma parte del proceso de aprendizaje.
Cuando se agotan los minutos, lo ideal es que se produzca un diálogo entre el niño y el adulto; el primero verbaliza si ha podido finalizar la tarea, o bien, requiere ayuda del mayor. Al final, lo que se pretende es que cada vez vaya ganando más autonomía y sea consciente de que no necesita ayuda para todo. Esto también les permite reforzar la autoestima y tener un mejor autoconcepto de uno mismo. La idea es que llegue a una reflexión propia sobre su aprendizaje y que intente hacer cosas nuevas sin miedo a equivocarse, para que así pueda identificar lo que sabe y lo que le cuesta un poco más.