Pensar sobre la lengua y sobre sus mecanismos internos de relación en los diferentes niveles de estructuración (fonológico, morfológico, sintáctico y pragmático), no solo mejora la competencia comunicativa de los estudiantes, sino que constituye un poderoso trampolín para el desarrollo del pensamiento abstracto, formal y científico. Es lo que se conoce como metalingüística y, en mi opinión, lo único que debe plantearse un profesor de Lengua y Literatura es cuándo (en qué nivel) y cómo (de qué manera) la va a introducir en el aula, pero nunca si es conveniente hacerlo o no.
El enfoque competencial no puede prescindir, construyendo una falsa dicotomía, del estudio gramatical. La mejora de la comprensión y de la expresión, oral y escrita, es deudora de la reflexión metalingüística. Enseñar una competencia en el vacío, sin el soporte teórico adecuado, es como dar un salto mortal sin red. En este sentido, se corre el enorme e innecesario riesgo de que el alumnado no consiga asimilar convenientemente ni una cosa ni la otra. Esto es, ni los conceptos −en tanto que no explicados− ni su aplicación práctica. En definitiva, sin el pensamiento estructurado que permite alcanzar la reflexión sobre la propia lengua no es posible desarrollar una competencia comunicativa plenamente solvente.
¿Para qué sirve la sintaxis?
Todo docente de Lengua se ha visto en la tesitura de responder en algún momento a esta pregunta: ¿para qué sirve la sintaxis? Uno diría que, en la actualidad, el conocimiento ha dejado de ser valioso per se. Un contenido merece ser abordado solo en la medida en que es aplicable, usable para otro fin superior a su valor intrínseco. Decía Ortega que la aptitud para interesarse en una cosa por lo que ella sea en sí misma y no en vista del provecho que nos rinde es el magnífico don de generosidad que florece solo en las cimas de mayor actitud vital.
La sintaxis (por seguir en este nivel de estructuración del lenguaje) nos permite establecer sistemas y patrones de combinación en ese magma aparentemente informe que es el lenguaje. Su estudio desborda, con mucho, el tradicional análisis oracional. Hablamos de ella cada vez que corregimos un error de concordancia, cuando enseñamos a utilizar las conjunciones o las preposiciones, cuando el estudiante percibe que hay una significación diferente en función de la estructura combinatoria escogida. De mismo modo, comprender las hechuras gramaticales de la lengua materna, la distancia que existe entre ella y una lengua meta, es un factor muy útil en el aprendizaje de segundas lenguas.
En la era de la sobreinformación −o de la información hiperbólica−, vivimos más que nunca expuestos a la mentira y a la manipulación. Y nuestros alumnos asumen como irrefutables discursos mendaces e interesados.
La Pragmática y su relación con las clases de Lengua
Como se sabe, la comunicación funciona en dos niveles: el de lo explícito y el de lo implícito, lo que se dice y lo que se sugiere. En las aulas trabajamos textos de diferentes tipologías que permitan descubrir a los discentes las verdaderas intenciones comunicativas del autor, enseñamos a defender las diferentes posiciones ideológicas con argumentos solventes o a desenmascarar las ‘trampas’ lingüísticas que un escritor disemina a lo largo de un texto argumentativo para lograr nuestra adhesión como lectores, pero rara vez hablamos directamente de los fundamentos de esa rama del lenguaje (mejor dicho, de la lengua) que es la Pragmática.
No parece razonable dudar de que un marco teórico adecuado a la edad y al curso concreto, pero solvente a la vez, ayudaría a clarificar todas las competencias prácticas que acabo de mencionar. De modo similar, ¿beneficiaría conocer la descripción articulatoria de los fonemas en español a un estudiante en una clase de música? Por supuesto. No hace demasiado tiempo, mi hijo mayor acudió a sesiones de logopedia a causa de cierta dificultad en la pronunciación de un fonema. Saber exactamente cómo se produce el sonido, qué órganos intervienen y de qué forma lo hacen en la articulación lingüística del español me resultó de gran ayuda para entender el origen del problema y para ponerle solución.
Podría objetarse que no hay tiempo para todo y que, ante la disyuntiva teórico-competencial, se debe optar por el desarrollo de destrezas y habilidades. Las competencias, como ya hemos comentado, no son más que la aplicación práctica de determinados contenidos asimilados previamente. Y las limitaciones temporales no son más que un indicador evidente de que el curriculum de la asignatura de Lengua Castellana y Literatura está mal diseñado y que, en consecuencia, debe repensarse de arriba abajo.
Mientras tanto, y dentro de los márgenes que el desarrollo legal actual permite, no considero responsable desterrar del aula la reflexión gramatical. Puede resultar cómodo, pero cualquier profesional de la docencia sabe que en la decisión de consagrar la vida laboral a las aulas renunciamos, pese a lo que buena parte de la sociedad parece opinar, a la comodidad.
Mi desesesperación llega cuando estamos a punto de terminar el segundo trimestre, me siento completamente satisfecha con el enfoque competencial que le he dado a la asignatura en tercero y cuarto de la e.s.o.: reflexión metalingüística y pragmática a un alumnado que no estaba acostumbrado, que se sentía inseguro al principio, pero que comienza ya a despertar. Me queda toda la literatura, además de contenidos curriculares de lengua, y el tiempo es insuficiente. Necesito un criterio para priorizar, recortar el temario y es por ello que acudo a usted en busca de consejo.
Atentamente,
Montserrat Cubel