¿Hubiese sido posible un plan B en educación?

Si hubiese existido voluntad política por contar con una educación de calidad, una apuesta por una verdadera transformación educativa, estaríamos mucho más preparados para crisis como la actual.

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Plan B Educación

La crisis producida por la Covid-19 supuso que, de un día para otro, todo el sector educativo tuviera que adaptarse a un escenario insólito que nadie había previsto y para el que muy pocos centros estaban preparados. Sin prácticamente formación ni herramientas, millones de estudiantes y docentes tuvieron que cambiar el espacio habitual del aula por una mesa en su casa, una pantalla de ordenador y lanzarse de cabeza y, en muchos casos sin paracaídas, a la formación online

Plan B en educación

Tras unas primeras semanas de desconcierto en el que primó una lógica descoordinación entre los miembros del claustro, la saturación de deberes, un exceso de material impreso para intentar compensar de alguna manera los contenidos curriculares que se iban a quedar en el olvido por la ausencia de clases presenciales y el enfado de unos padres que no daban abasto para ayudar a sus hijos con toda la avalancha de tareas, los docentes comenzaron lentamente a controlar la situación inicial, a tirar del carro, a adaptarse a esta nueva realidad, como han tenido que hacer siempre. 

Solos ante el peligro (especialmente en el caso de la educación pública donde las administraciones han estado desaparecidas, ausentes de reflejos y en estado de shock permanente), los docentes comenzaron a mover la pesada maquinaria que hiciera posible el teleaprendizaje: comunicación con su alumnado por videconferencias, envío de contenidos a través de las numerosas plataformas tecnológicas presentes en el mercado (muchas han ofrecido funcionalidades premium de forma gratuita), a evaluar sus avances y, sobre todo, a estar a su lado virtualmente para transmitirles su apoyo y comprensión. Con enormes limitaciones (no todo el alumnado dispone de un ordenador en casa, de una impresora o de una conexión a Internet) los docentes han realizado y siguen haciendo una labor titánica y, como suele ser habitual, poco reconocida. 

Pero, ¿hubiese sido posible un plan B en educación? ¿podría haber estado el sector educativo mejor preparado para hacer frente una situación de crisis como la actual? Mi respuesta es sí. No es mi intención convertirme en un ningún capitán a posteriori de la educación, pero sí creo humildemente que podríamos haber estado mucho mejor preparados para enfrentarnos a esta crisis mayúscula si desde hace años se hubiese apostado por una verdadera transformación de la educación en nuestro país, por una digitalización de las aulas y un cambio metodológico real que empodere al alumnado como protagonista de su propio aprendizaje. En lugar de esto, llevamos años enfrascados en luchas partidistas con claros intereses políticos e ideológicos, cambios normativos en función del gobierno de turno que no han hecho más que retrasar esta necesario proceso de transformación.

Si hubiese existido voluntad política por contar con una educación de calidad en nuestra país en el que la educación sea vista de una vez por todas como una inversión necesaria para transformar la sociedad y no como un gasto, sólo se tendría que haber continuado con la senda abierta con el proyecto Escuela 2.0. Una iniciativa con sus luces y sus sombras, pero pionera en todos los sentidos, que marcaba un camino a seguir y que, a buen seguro, nos hubiera permitido afrontar una situación como la actual con muchísimas más garantías. Ahora vendrán las prisas, se querrá acometer en unos pocos meses lo que no se ha querido hacer en años y con el enorme hándicap de la crisis económica que se avecina, que volverá a ahondar todavía más la brecha digital y social. De las decisiones que adopten en los próximos meses las diferentes administraciones dependerá en gran medida de que esta brecha entre los que tienen menos recursos y los que pueden acceder ellos sea anecdótica o se convierta en una enorme zanja imposible de cerrar. 

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