Rocío María García Cecilio, trabajadora social, reflexiona sobre esta cuestión que ha sido objeto de debate en numerosas ocasiones. Opina que lo prioritario no es cumplir con el horario (o las horas de estudio) sino centrarse en el aprendizaje. ¿Qué creéis vosotros?
El tiempo en la escuela es utilizado para distintas actividades y rutinas que conforman el día a día. Entre estas rutinas podemos nombrar el formar filas; los rituales escolares de entrada y de salida; el destinarle tiempo a temas que surgen no planificados pero relevantes como una charla sobre un acontecimiento que involucra a los alumnos y vale la pena abordarlo; el recreo…
También se destina parte de ese tiempo a establecer un clima dentro del aula. Sin embargo, el mayor tiempo se lo lleva el proceso educativo, es decir, el destinado a estudiar y suele ser de entre dos horas y media a tres en cada jornada. ¿Es posible que un uso del tiempo más efectivo y un clima favorable incrementen las horas destinadas al proceso educativo? ¿Existe alguna evidencia que lleve a pensar que cuantas más horas estén los alumnos en la escuela aprenden más y mejor?
Horas de estudio: menos es más
Los últimos estudios demuestran una relación inversa y se cumple la máxima de que menos es más. Lo demuestra el hecho de que tanto en Finlandia como en Corea del Sur (dos de los países con sistemas educativos que mejor puntúan en evaluaciones internacionales) los profesores imparten menos horas de clase al año que la mayoría de los países de la OCDE.
De hecho, España se encuentra entre los países con mayor carga horaria y, sin embargo, a pesar de que dedica más tiempo a las clases que la mayoría de naciones de la Unión Europea no obtiene los mejores resultados en estas evaluaciones.
El aprendizaje depende más de la calidad que de la cantidad del tiempo empleado. En el caso de Finlandia, por ejemplo, la ley aconseja que las lecciones no duren más de 45 minutos y sean intercaladas por descansos orientados al juego libre en el exterior (independientemente del clima). A pesar de esto, si un docente necesita más tiempo, puede ampliar su sesión, siempre y cuando aumente proporcionalmente el tiempo de descanso. Y es que el recreo en ese país es considerado como un tiempo esencial para el aprendizaje y nunca una pérdida de tiempo.
Centrarse en el aprendizaje
La capacidad de concentración no es la misma a las 8 de la mañana que a las 14 horas, y en las persona esta capacidad no suele ir más allá de los veinte minutos. Entonces, lo que se requiere no solo es un sistema que reduzca las cargas horarias, que hay que cambiar las técnicas de enseñanza de los profesores hacia sus alumnos.
Hay que elaborar sesiones en las que lo prioritario no sea cumplir con un horario y unas clases. Debemos centrarnos en el aprendizaje que no acaba cuando llega la hora siguiente: “desconecto y a la siguiente materia, y así sucesivamente durante”.
Es necesario poner en evidencia los mitos y creencias porque tienden a crear falsas imágenes de los problemas que afectan a la educación. Estos errores llevan a diseñar políticas destinadas a resolver problemas imaginarios y, por lo tanto, no mejoran la calidad de la educación. Mientras persistan los mitos y la desinformación será difícil observar objetivamente los procesos docentes para lograr una buena descripción de los problemas y de las causas que los generan. Un buen punto de partida para identificarlos parece ser el examen de los elementos clave para determinar los resultados de los procesos de aprendizaje.
Rocío María García Cecilio es trabajadora social en un centro asistencial.