¿Cómo atraer a los estudiantes hacia las estructuras del mundo contemporáneo en sesiones de 45 minutos dentro del aula? Actualmente, la educación global se aborda, mayoritariamente, estudiando otros lugares y personas y, en el mejor de los casos, el centro educativo ofrece un viaje a Irlanda para hacer un curso de inglés de dos semanas. El estudio de lenguas extranjeras por supuesto que es parte de la educación global. Pero es una herramienta, no un fin en sí mismo. Analizar desde nuestras aulas las políticas migratorias de la Unión Europea (UE) es necesario. Sumergirnos en nuestras habitaciones con la lectura de ‘Las venas abiertas de América Latina’ de Galiano resulta enriquecedor. Pero el caso es que todas esas reflexiones sobre papel, generalmente, se entienden mucho mejor cuando se experimentan en su entorno real.
La realidad de la educación global
Amasar pan junto a Zhor, mientras comparte contigo su propia historia, hace que seas un aliado de las personas en riesgo de exclusión social y entiendas, desde otra perspectiva, los flujos migratorios. Poner en práctica tu nivel de inglés mientras intentas entablar una conversación con los jóvenes del centro comunitario en Mumbai (La India) es una experiencia que romperá en añicos tu burbuja de privilegio. O visitar las plantaciones de piñas en Costa Rica y conocer el dramático impacto de estas en las comunidades locales cambiará tus hábitos de consumo para siempre.
Para darle una aproximación epistemológica a la implementación de competencia global en los currículos escolares, usaremos el Marco de Competencia Global Estudio PISA, de la OCDE, que en su última edición en 2018 incluye la competencia global como área innovadora. Según la OCDE, “La competencia global es la capacidad de examinar cuestiones locales, globales e interculturales para comprender y apreciar las perspectivas y visiones del mundo de otras personas, participar en interacciones abiertas, adecuadas y efectivas con personas de diferentes culturas y actuar para el bienestar colectivo y el desarrollo sostenible”.
Cómo llevarla a cabo
Para ejemplificar cómo una buena implementación de competencia global impacta de manera muy positiva en el alumnado, el reciente estudio de la doctora Clare Sisisky, directora ejecutiva del Grupo de Evaluación Comparada de Educación Global de Estados Unidos (GEBG por sus siglas en inglés), concluye que los programas inmersivos, internacionales y de corta duración pueden ayudar a los estudiantes a desarrollar habilidades y aspectos de la competencia global, especialmente cuando el programa prioriza el aprendizaje relacional, es decir, la conexión y comunicación con los miembros de la comunidad o cultura anfitriona; con personas que los estudiantes perciben como compañeras (independientemente de factores como la edad, nivel educativo o ingresos, etc.).
Respecto al cambio de perspectiva y cambios duraderos tras la experiencia, el informe destaca que los participantes compartían la importancia de haber tenido esta experiencia durante su adolescencia: describieron su autoconcepto e identidad como todavía en formación durante esa etapa de sus vidas. Una idea apoyada por la literatura sobre la neuroplasticidad adolescente, que enfatiza que la adolescencia es una época de máximas influencias de experiencias externas sobre el desarrollo del cerebro.
En definitiva, los programas de educación global son un viaje de inmersión que facilitan la interacción con la comunidad de acogida y realmente impactan en el alumnado participante. Generan una mayor habilidad a la hora de activar la escucha activa, la empatía y un mayor conocimiento del autoconcepto, y otras competencias de liderazgo y autoconocimiento, así como de ciudadanía global. De igual manera, permite que la siguiente generación de líderes sepa desenvolverse en comunidades multiculturales, prosperar en un mercado laboral muy versátil, y ser personas éticas y responsables.