La enseñanza tal y como la conocemos está atravesando un cambio metodológico que era necesario en el ámbito de la educación. No obstante, los docentes siguen utilizando, mayoritariamente, métodos de enseñanza pasivos con los que no conectan con los estudiantes. Y es que muchas instituciones educativas todavía no ofrecen formación en metodologías activas al profesorado de forma generalizada.
Aprendizaje pasivo vs aprendizaje activo
La principal característica del aprendizaje pasivo es que el protagonista es el docente, ya que se encarga de enseñar el contenido en su totalidad. Su palabra y sus conocimientos son recibidos por los estudiantes, quienes aprenden los contenidos principalmente por medio de la memorización, ya sea en clase o mediante el libro de texto. Por otro lado, la evaluación en el aprendizaje pasivo es limitada. El alumno es premiado por su capacidad de memorización y comprensión en los exámenes, pero sin comprobar si sabe aplicar los conocimientos adquiridos.
Por su parte, la clave del aprendizaje activo es que se centra en el estudiante a través de las metodologías activas de enseñanza. El alumnado trabaja la autonomía y demuestra sus habilidades, siendo el principal protagonista del proceso de aprendizaje. Al ‘aprender haciendo’, el desarrollo de las ‘soft skills’ o habilidades blandas es mayor. También lo es la retención del conocimiento, que es de aproximadamente un 80% (si se compara con el 20% del aprendizaje pasivo o teórico), tal y como señala la ‘Pirámide de aprendizaje’ de William Glasser.
Nuevos cambios
Uno de los aspectos principales de la nueva ley educativa es la actualización de las metodologías de enseñanza. La LOMLOE flexibiliza los programas educativos y, en lugar de poner el foco en el temario y en la memorización, lo hace en los estudiantes y en el aprendizaje colectivo y orgánico. Y a una de las metodologías a las que recurre es al Aprendizaje Basado en Proyectos. Aunque la legislación introduce la obligatoriedad del trabajo por proyectos, la renovación pedagógica se encuentra con múltiples barreras sistémicas y culturales que el sector educativo, aunque sea un gran reto, tiene que superar. Ese desafío también existe en la enseñanza superior. Es en esta última etapa para los estudiantes y antes de incorporarse al mundo laboral, donde el choque entre la teoría y la práctica suele ser relevante.
La tecnología: un aliado siempre presente
La posibilidad de apoyarse en la tecnología para implementar metodologías activas de enseñanza ya es una realidad. Debido a la pandemia, la tecnología en el sector educativo se generalizó a través de la enseñanza remota. Las clases a distancia, principalmente en el ámbito universitario, abrieron también las puertas a la enseñanza híbrida, síncrona y asíncrona. Todo ello a través de softwares específicos. Esto permite que tanto el docente como el estudiante gestionen mejor su tiempo y su disponibilidad, ofreciendo autonomía al alumnado y liberando al profesorado de tareas relacionadas con la gestión del día a día para dedicar más tiempo a la enseñanza en sí. En definitiva, la educación, en todos sus niveles, debe avanzar de forma constante para preparar a los estudiantes a los retos que se les presentarán en el futuro.