Llevo un tiempo percibiendo un interés creciente entre algunos medios de comunicación por ofrecer una visión bastante negativa de la situación actual de la educación en nuestro país, un constante intento por desprestigiar la labor de los profesionales o de transmitir el mensaje subliminal de que el alumnado de ahora es el peor que ha existido nunca. A través de entrevistas a docentes desencantados con su profesión o a expertos que parecen más interesados en volver a lo de ‘la letra con sangre entra’, que a emplear un verdadero rigor pedagógico en sus propuestas, se está creando lentamente un caldo de cultivo en el que se destaca todo lo malo y muy poco de lo bueno (que abunda y mucho).
Nada mejor para vender este mensaje entre la sociedad que aderezarlo con unas gotitas de adicción a las pantallas y los efectos perversos de la tecnología, un puñado de actos aislados de violencia que se hacen extensibles a toda la juventud y, para terminar, una cucharadita de escaso o nulo interés por la lectura. Haciendo de lo particular una ley universal y sin importar si las afirmaciones están contrastadas por estudios científicos que las avalen, se va creando una visión de lo más negativa de la profesión docente, de la labor de los centros educativos y del alumnado.
Identificar los problemas reales
No digo que todo sea color de rosa, que el sistema educativo goce de una estupenda salud y que no sea necesario tocar nada. ¡Todo lo contrario! Si de algo podemos sentirnos orgullosos desde EDUCACIÓN 3.0, es por aportar desde hace ya más de trece años nuestro granito de arena para intentar mejorar la calidad del proceso de enseñanza-aprendizaje. Ahora bien, en lugar de un acoso y derribo, es preciso primero analizar con verdadero rigor los numerosos problemas existentes: desde la elevada ratio por clase que sufren la inmensa mayoría de centros hasta la falta de inversión en infraestructuras y personal pasando por el exceso de burocracia que impide a los docentes hacer su trabajo como desearían o, incluso, la mala gestión que todos como sociedad (padres incluidos) hacemos del uso de los dispositivos tecnológicos. Y, por supuesto, que este análisis vaya acompañado de propuestas de mejora con un verdadero espíritu constructivo, no de demolición de todo per se.
Y si aun así, si se quiere seguir insistiendo en destacar lo malo (ya sabemos que siempre vende más que lo bueno), al menos que también se dé cabida a las buenas prácticas y los casos de éxito, a cualquiera de las miles de experiencias que a diario se trabajan en los centros educativos y que corroboran el buen hacer de miles y miles de docentes y estudiantes. No es tan difícil encontrarlas: sólo hay que pasarse por cualquier de los congresos educativos que se celebran cada año, como es el caso de SIMO EDUCACIÓN, para empaparse y contagiarse de todo lo bueno y maravilloso que sucede a diario en las aulas. Quizás un proyecto de aprendizaje servicio no venda tanto, pero desde luego es mucho más gratificante, positivo y esperanzador.
Este texto es el Editorial publicado en el número 52 de la revista EDUCACIÓN 3.0 impresa. Puedes suscribirte, en nuestra tienda online. ¡Hazlo con el código EDUCACION52 y obtendrás un 20% de descuento hasta el 27 de noviembre!