Si algo se ha puesto de manifiesto desde que comenzó la pandemia, el pasado mes de marzo, es que los docentes tienen una altísima capacidad de adaptación a las nuevas circunstancias. Impulsados por la vocación y el sentido de la responsabilidad, y conscientes de que la educación es un proceso continuo y cambiante, han aceptado el reto que la alerta sanitaria ha supuesto y han demostrado una capacidad de reacción inmediata, realizando un enorme esfuerzo para no dejar atrás a ningún alumno y cumplir con el programa previsto.
La tecnología, un aliado
Es natural que los profesores hayan encontrado obstáculos que les han impedido transmitir el mensaje del modo en que hubieran deseado, pero también han hallado un importante aliado a través del uso de nuevos desarrollos tecnológicos, al tiempo que han descubierto nuevas formas de comunicarse con sus alumnos. En este contexto, la tecnología educativa ha resultado más útil que nunca y se ha configurado como una herramienta integradora y enriquecedora que ha ayudado tanto a profesores como alumnos a reinventarse de la noche a la mañana. Y todo ello a pesar del lógico agotamiento de tener que utilizarla durante tanto tiempo y no siempre en las mejores condiciones.
Solo el tiempo dirá cuántas de estas prácticas, a propósito del uso de las nuevas tecnologías para la educación, formarán parte de la rutina de los docentes y hasta qué punto el cambio hacia una nueva formación híbrida como la que se ha instaurado en muchos centros se convertirá en permanente. Lo que sí está claro es que la situación vivida y el ejemplo que nos llega por parte de profesores y alumnos nos ha permitido aprender hasta qué extremo, como sociedad, estamos todos conectados.
Y en parte, precisamente, se trata de permanecer conectados. O, mejor dicho, de plantear nuevas formas de conexión que eleven el nivel de interacción necesario para expandir nuestras capacidades. Gracias a la tecnología actual, hemos creado comunidades de conocimiento que nos permiten trabajar en equipo, contribuir a alimentar bases de datos con información útil y compartirla en tiempo real en cualquier momento y lugar.
En comunidad
En última instancia, el beneficio de cada nuevo desarrollo está dirigido a cualquier persona, pues todos somos miembros de la comunidad educativa, de una u otra forma. No hay que perder de vista que la adquisición de nuevos conocimientos y habilidades no tiene fronteras, no solo en cuanto al espacio y el momento, sino tampoco en cuanto a la edad: continuamos aprendiendo cada día hasta el final de nuestras vidas. Probablemente, nadie duda de este hecho, pero hay que reconocer que no contábamos con que, ya de adultos, las lecciones nos podían seguir llegando de los profesores.