Edgar Morin, filósofo y sociólogo francés, escribía en 1994 en el prólogo del libro titulado ‘Introducción al pensamiento complejo’ estas palabras:
“Nunca pude, a lo largo de toda mi vida, resignarme al saber parcelado, nunca pude aislar a un objeto de estudio de su contexto, de sus antecedentes, de su devenir. He aspirado siempre a un pensamiento multidimensional. Nunca he podido eliminar la contradicción interior. Siempre he sentido que las verdades profundas, antagonistas las unas de las otras, eran para mí complementarias, sin dejar de ser antagonistas. Nunca he querido reducir a la fuerza la incertidumbre y la ambigüedad”.
Si he querido empezar este artículo con esta reflexión de Edgar Morin, es porque creo que define a la perfección uno de los grandes retos a los que se enfrenta la educación a día de hoy: conseguir que el aprendizaje sea significativo y perdurable en el tiempo por su utilidad, su reflexión y su capacidad crítica y, sobre todo, colaborativa. Dentro de estos grandes retos es donde entra en juego el denominado aprendizaje profundo.
Un aprendizaje perdurable en el tiempo
La educación actual no puede seguir dando la espalda a los grandes temas que vive la sociedad tanto dentro como fuera de las aulas. Temas como la injusticia social, el reparto no equitativo de la riqueza, los movimientos migratorios, los efectos del cambio climático, la violencia de género o la incertidumbre a la que aludía el propio E. Morin. Grandes temas que la escuela debe entender como una oportunidad para el crecimiento integral de los estudiantes.
La educación actual no puede seguir dando la espalda a los grandes temas que vive la sociedad tanto dentro como fuera de las aulas
Tenemos la gran suerte de vivir en una época extraordinaria. Una época donde la tecnología nos simplifica y soluciona muchos aspectos de la vida personal, laboral y académica. Gracias a esta tecnología podemos recordar hechos históricos con facilidad, realizar operaciones matemáticas sin esfuerzo u obtener una cantidad ingente de información en cuestión de segundos en cualquier parte y en cualquier momento. Pero lo que no alcanza la tecnología es a la imaginación, a la capacidad de aprender del otro, a la adaptación a los cambios y al entorno, a la formulación de preguntas para aprender, a la cooperación o al espíritu crítico. Y es ahí, donde interviene el aprendizaje profundo, un término que por otra parte va íntimamente l aprendizaje superficial (orientado a la reproducción o repetición) y el aprendizaje estratégico ligado, que no opuesto, a otros dos aprendizajes: e (orientado al logro o rendimiento personal).
De entre las muchas definiciones que existen acerca del aprendizaje profundo, tal vez la que más me guste por su simplicidad y claridad es que define este término como el 'aprendizaje capaz de dotar de significado una nueva información' (Biggs y Tang) o, lo que es lo mismo, la estrategia que permite a una persona comprender y retener un determinado aprendizaje a lo largo del tiempo. Es más, también pretende que ese aprendizaje que perdura en el tiempo sea capaz de utilizarse para la resolución creativa de un problema en un contexto determinado en cualquier momento de la vida.
También me gustaría insistir en un aspecto que me parece crucial a la hora de abordar este tipo de aprendizaje y es que el aprendizaje profundo y el aprendizaje superficial no son aprendizajes opuestos, sino que se complementan entre sí y son ambos imprescindibles, dada su complementariedad (Hattie).
Y ahora viene la gran pregunta: ¿se puede enseñar a nuestros estudiantes a aprender para siempre? Y si es así, ¿cómo se consigue? Si volvemos a la cita de Morin que abría este artículo, leemos un concepto muy interesante: pensamiento multidimensional. Si lo aplicamos a la escuela, una de las claves para trabajar el pensamiento profundo radica en la superación de lo que entendemos por materia o asignatura, y así apostar por el trabajo por ámbitos (lingüístico, científico-técnico...) o por proyectos multidisciplinares donde la colaboración se convierte en un elemento clave para el éxito de cualquier reto.
Una de las claves para trabajar el pensamiento profundo son los proyectos multidisciplinares donde la colaboración es un elemento clave para el éxito de cualquier reto
Una de las claves para trabajar el pensamiento profundo son los proyectos multidisciplinares donde la colaboración es un elemento clave para el éxito de cualquier reto. Posible sumario, la idea está sacada del párrafo de más arriba
Los estudiantes, protagonistas del aula
También resulta fundamental la motivación, concretamente la motivación intrínseca, aquella que fomenta el aprendizaje no solo como una fuente de conocimiento, sino también de placer, de satisfacción personal. ¿Y por qué? Porque dicho conocimiento conecta con la vida real, mejor dicho, con problemas de la vida real que ahora tenemos la oportunidad de resolver dentro de las aulas y hacerlo desde una perspectiva crítica, analítica y a partir de la generación de buenas preguntas; es decir, fomentando la metacognición.
Tenemos una gran oportunidad para ir más allá de una escuela en la que los estudiantes aprenden solo para aprobar, donde se memorizan datos que se olvidan a las pocas semanas, donde lo que se enseña no guarda conexión con lo que se encuentran los alumnos fuera de las aulas, donde las tareas que predominan son mecánicas, repetitivas y poco motivadoras.
Es por esto que verbos como preguntar, crear, producir, dialogar, discutir, evaluar, secuenciar, comparar, justificar, aplicar o proponer deben convertirse en los grandes agentes del aula. Unos verbos y unas acciones que deben permitir a los alumnos seguir aprendiendo y entender e interactuar con el mundo que les rodea.
Y para ese cambio, para esa transformación educativa, el aprendizaje profundo tiene claro que el docente ya no es el centro del aprendizaje, sino un facilitador del mismo. Porque los verdaderos protagonistas del aprendizaje en el aula pasan a ser los estudiantes que aprenden haciendo, que entienden la evaluación como un aspecto clave para su aprendizaje, que toleran y defienden la diversidad que existe tanto dentro como fuera del aula.
Hacia una educación competencial
Por último, me gustaría referirme a otra cuestión que creo que también es esencial a la hora de entender una enseñanza significativa, útil y permanente. Se trata del desarrollo de las competencias, es decir, preparar a nuestros alumnos para que en un futuro sean conscientes de lo que saben hacer, capacitarlos para afrontar problemas desde una perspectiva constructiva y enseñarles a tomar decisiones de manera consciente y responsable.
Tenemos una gran oportunidad para ir más allá de una escuela en la que los estudiantes aprenden solo para aprobar
En definitiva, enseñarles a que sean capaces de dar una paso más del que les hemos enseñado en nuestras aulas. Una educación competencial que se consigue, entre otras actuaciones, fomentando la cooperación e implantando metodologías que promueven la ayuda mutua, pero también la autonomía personal como, por ejemplo, la metodología del aprendizaje cooperativo. Y todo ello fundamentado en un tipo de evaluación formativa, es decir, una evaluación que valore el proceso por encima del resultado o del producto, que entienda el error como una forma más de aprender y que fomente la retroalimentación desde el diálogo y el pensamiento crítico.
El aprendizaje profundo no viene a sustituir o a eliminar una escuela que define, recuerda, describe o clasifica. Lo que pretende es dotar a los docentes de nuevas estrategias que permitan, precisamente, analizar, sintetizar y evaluar entre otras muchas acciones. En definitiva, convertir el aprendizaje en una experiencia inolvidable, saliendo de esas 'parcelas' a las que aludía en la cita de Mourin; unas parcelas que deben abrirse al mundo para entenderlo, interpretarlo y, por qué no, mejorarlo.
¡Muchas Gracias! Sus temas educativos son de sumo interés para los docentes.
me encantó la claridad con que expuso el tema.