A menudo encontramos comportamientos en el aula que nos impiden desarrollar la clase con normalidad y nos preguntamos ¿Qué le pasa a este o aquel estudiante hoy? A través de la Teoría Polivagal explicaremos cómo ofrecer acciones destinadas a encontrar la calma, tanto para el alumnado como para los docentes.
Para ponerse en contexto, hay que tener en cuenta que el Sistema Nervioso Autónomo (SNA), está compuesto por el sistema nervioso simpático y el parasimpático, se encarga de regular determinados procesos del organismo de los que no solemos ser conscientes como los siguientes: la presión arterial, la frecuencia respiratoria, la sudoración, la digestión o el temblor. Este SNA responde a las señales y a las sensaciones a través de tres vías o estados, y su activación dependerá de cómo percibimos y reaccionamos ante situaciones de seguridad o amenaza. Veamos qué comportamientos es posible observar en el aula según el estado o vía activada partiendo de la base de esta clasificación.
Estado de compromiso social (sistema parasimpático ventral)
Cuando está activado, las personas se sienten tranquilas, seguras y capaces de relacionarse de manera positiva con los demás. Por tanto, los comportamientos esperados son:
• Un lenguaje corporal relajado.
• Capacidad para trabajar en grupo, colaborar y mantener relaciones positivas con los compañeros.
• Curiosidad, creatividad, entusiasmo por aprender.
• Respuestas adecuadas y reflexivas ante las preguntas o los retos académicos.
Este es el estado ideal para el aprendizaje y el desarrollo social, ya que el individuo se siente lo suficientemente ‘a salvo’ como para explorar y conectarse con su entorno. Este comportamiento sucede cuando el estudiante percibe el aula como un espacio seguro.
Estado de lucha o huida (sistema nervioso simpático)
Cuando se detecta una amenaza o estrés moderado, el sistema nervioso simpático entra en acción. El cuerpo se prepara para reaccionar ante el peligro mediante las respuestas de lucha o de huida y los comportamientos, en este caso, están asociados con:
• Respuestas impulsivas, hablar sin pensar, interrumpir constantemente, movimientos frecuentes sin aparente control como mover la pierna sin darse cuenta.
• Comportamientos desafiantes tales como responder de manera agresiva, gritar o desafiar a la autoridad.
• Aislamiento repentino o evitar la interacción (en el caso de ‘huida’)
Ante esta situación, las funciones del aprendizaje se ven afectadas: el cuerpo y la mente están más preocupados por ‘sobrevivir’ que por procesar nueva información.
Estado de colapso o congelación (Sistema Parasimpático Dorsal)
Cuando la amenaza es percibida como abrumadora o inescapable, el sistema parasimpático dorsal, una rama más primitiva del nervio vago, entra en juego dando lugar a comportamientos parecidos a los siguientes:
• Falta de participación y/o interés en la clase, respuestas monótonas o ausencia de respuestas. La sensación es como si el alumnado no estuviera presente.
• Aislamiento social evitando la interacción e incluso la mirada con compañeros o el profesorado.
• Es posible percibir desconexión, desmotivación o pereza debido a que el cuerpo se ralentiza drásticamente y las funciones fisiológicas básicas se reducen al mínimo.
Esta situación puede ser particularmente dañina para el aprendizaje porque implica una desconexión total con el entorno, impidiendo la participación activa y consciente.
Recursos y propuestas de fácil aplicación
El primer ‘ingrediente’ para conseguir un ambiente seguro es contar con docentes conscientes en el aula. ¿A qué nos referimos con esto? Existen muchos estudiantes que ante la posibilidad de equivocarse o sacar una mala nota se bloquean; incluso algunos sufren dolores físicos porque evitan enfrentarse a ciertas situaciones. Un docente coherente, amable y que sepa autorregularse favorecerá la creación de un vínculo seguro para permitirles salir del estado vagal dorsal o simpático con una mayor facilidad. Sabemos que el tiempo es el que es y, precisamente por ello, si lo invertimos en crear esa seguridad emocional estaremos favoreciendo el aprendizaje durante todo el curso. Explicamos a continuación algunos ejemplos para conseguirlo.
• Mediante la creación de normas y rutinas conocidas y consensuadas los estudiantes predicen lo que va a suceder en cada momento del día. Si existieran cambios en esa rutina también sería necesario avisar. Por ejemplo, colocar en un lugar visible un horario y calendario semanal con un espacio para actividades extra, favoreciendo los espacios para la expresión.
• Lograr un sentimiento de pertenencia al grupo y permitir la toma de decisiones respecto al espacio físico del aula o incluso del centro. Esto es posible dedicando semanalmente alguna actividad o juego para que se conozcan entre sí y que después cuenten lo que han aprendido sobre ellos; colocando fotos suyas por el aula para que sientan el espacio físico como propio y nombrando responsables rotativos para el cuidado del aula.
• Creando distintos espacios destinados a la gestión emocional y física: un rincón de la calma, otro para la resolución de conflictos o un espacio donde descargar el exceso de energía de manera segura.