Que nuestra labor docente debe estar en constante búsqueda de metodologías didácticas efectivas y contrastadas que promuevan un aprendizaje significativo y se adapte a las características del mundo real ya no se pone en duda. Así, una de las prácticas que ha ganado mayor presencia en algunos centros educativos en los últimos tiempos son las llamadas actividades intercurso, internivel o interetapa. Pero, ¿qué son exactamente y por qué son cruciales para el desarrollo integral de nuestro alumnado? ¿Cuáles son sus principales beneficios y cómo pueden transformar la experiencia de aprender?
El aprendizaje mediante actividades intercurso conlleva la integración de diferentes clases o niveles educativos dentro de un mismo proyecto o experiencia educativa. Esto significa que los estudiantes de distintos cursos trabajan en equipo explorando un tema común, utilizando para ello enfoques y habilidades adaptadas a sus respectivos niveles de desarrollo cognitivo y académico. El abanico de posibilidades es diverso, desde plantear acciones puntuales a proyectos que incluyen varias sesiones de trabajo perfectamente planificadas, pasando por salidas conjuntas al exterior.
Cómo diseñar las actividades intercurso
Debemos seguir unas sencillas premisas y una progresión de menor a mayor grado de complejidad, duración e implicación:
- Partir de propuestas sencillas y puntuales que permitan romper con la rutina del aula. Un ejemplo sería crear un mural del cuerpo humano a tamaño real en el que participe alumnado de 3º y 4º de Primaria.
- Elegir a otro docente que imparta nuestra misma asignatura en otro curso o etapa educativa y que también desee implicarse.
- Diseñar una actividad con uno o dos objetivos que puedan replicarse en el futuro aplicando pequeños cambios en la actividad como, por ejemplo, crear equipos de ocho estudiantes de dos cursos diferentes que dibujen el cuerpo humano y escriban los nombres de los huesos y músculos que conozcan.
- Anticipar al alumnado los objetivos y la dinámica de la actividad.
- Realizar una evaluación tanto al alumnado como a los docentes para que valoraren los aspectos que han funcionado bien y los que son mejorables.
Ejemplos prácticos
Para entender mejor en qué consisten, compartiremos algunos ejemplos reales. El primero fue un caso de acompañamiento en el proceso de lectoescritura en donde emparejamos a un grupo de estudiantes de 1º y 2º de Primaria con alumnado1º de Bachillerato de diferentes especialidades. A lo largo de un trimestre mantuvieron encuentros bien semanales o quincenales en los que practicaron diferentes roles y llevaron a cabo diversas tareas con distintos objetivos: la lectura compartida, la redacción de minicuentos, etc. Está experiencia concluyó con la visita a la feria del libro.
En otra ocasión, involucramos al alumnado de 3º de Primaria en un proyecto de Historia en el que como producto final tenían que crear figuras que fuesen representaciones históricas para la tienda de un museo. Por otro lado, los de 3º ESO, a través de la asignatura de Tecnología, diseñaron todo lo necesario mediante programas informáticos como Tinkercad que luego imprimieron en una impresora 3D. Durante dos semanas los estudiantes de ambos cursos mantuvieron varios encuentros en los que compartieron ideas y sugerencias sobre estas piezas históricas antes de imprimirlas.
Beneficios
La puesta en práctica de estas actividades motivan tanto al alumnado como al profesorado y permiten, además, fomentar habilidades como creatividad, el análisis crítico de situaciones reales, la expresión oral… promoviendo así el desarrollo de competencias y saberes incluidos en la LOMLOE. Superadas las barreras de la programación de las actividades, estas acciones mejoran el clima del centro y la reducción de los conflictos favoreciendo el desarrollo de las relaciones interpersonales, y la creación de lazos afectivos y cognitivos.