Hay temas de los que nos gustaría no tener que escribir ni hablar de ellos en un medio de comunicación. Nos encantaría que formasen parte del pasado y que sólo nos refiriésemos a ellos en contadas ocasiones como una muestra de aquello que, desgraciadamente, sucedía antaño en los centros educativos. Es decir, una problemática que ya no debería suceder en una sociedad moderna y avanzada como la que se supone que vivimos hoy día. Sin embargo, esto no ocurre con el acoso escolar. Aunque a muchos nos parezca increíble, esta lacra todavía sigue vigente y, a tenor de las cifras que ofrecemos en el amplio reportaje que le dedicamos en este número, con una enorme fuerza e intensidad: según la ONG International Bullying sin Fronteras (BSF), España ocupa el tercer puesto del mundo por número de casos de acoso con la friolera de 70.000 en el periodo 2022-2023. Una auténtica barbaridad.
En las redes sociales
La irrupción de las redes sociales y los sistemas de mensajería, la mayor visibilidad social o una pérdida (o cambio) de valores pueden ser algunas de las causas que explican su crecimiento. Pero, más allá de cifras y causas, como sociedad en su conjunto debemos realizar una profunda reflexión sobre por qué en pleno siglo XXI el acoso continúa más vigente que nunca, como si fuera un elemento más habitual de los centros educativos con el que nos hemos acostumbrado a convivir. Y me niego a aceptar esta idea.
Es imprescindible que las administraciones pongan sobre la mesa todas las herramientas y los recursos que sean necesarios para ayudar a los centros a erradicarlo para siempre de las aulas: desde psicólogos hasta orientadores y coordinadores de Bienestar, pasando por expertos y soluciones de todo tipo que sirvan para ese fin. Por supuesto, es prioritario apostar por una mayor educación emocional en las aulas, una educación que fomente valores como la empatía y el respeto a todos por igual, con independencia de su origen geográfico, orientación sexual o características físicas o personales. Y no se trata de un tema baladí o puntual como algunos quieren hacernos creer. Nos va mucho en ello y debemos conseguir erradicarlo por completo si queremos caminar hacia una sociedad más justa, solidaria e inclusiva y en la que no haya lugar para el acoso en cualquiera de sus manifestaciones.