A los cinco años, el sexismo ya ha calado en la mente de niñas y niños. Ellas se atribuyen, con mayor frecuencia, valores como ser buena persona, y, en menor medida, otros relativos a la capacidad intelectual. Ellos se imaginan, de media, exclusivamente trabajando cuando sean adultos; sus compañeras vislumbran también un futuro profesional, pero parejo a una vida familiar con hijos.
Brecha de género
Esta brecha de género a edades tempranas está ampliamente documentada. La corroboran numerosos estudios, algunos publicados en prestigiosas revista internacionales como Science. En España, referentes de la coeducación (Marina Subirats, Amparo Moreno) llevan décadas analizando la construcción de identidades a partir del género y el papel de la escuela a la hora de mitigar la inercia sexista. Influencia social cuyo efecto más palpable, desde una óptica educativa, es la enorme disparidad en la elección de estudios STEM. En 2017, solo un 25% de mujeres cursaban ingenierías o arquitectura.
Profesora en la Facultad de Psicología de la Universidad Autónoma de Madrid, Moreno observa cambios positivos a la luz de la evidencia. “La mayor conciencia de este sexismo en la escuela ha logrado que se pongan en marcha iniciativas educativas para mermarlo y, en futuro, espero, erradicarlo”, explica. Moreno añade que todas las CC AA tienen programas de igualdad en centros educativos, en su mayoría con contenidos que los alumnos trabajan de forma transversal. Las administraciones, continúa, asumen que existe una “realidad que hay que cambiar intencionalmente”.
Según Esther Roca, del colectivo docente feminista Sherezade, el Plan de Convivencia Escolar del MEC establece un marco común “riguroso”. Roca sostiene que el plan debería servir como “referencia más allá de ideologías”, aunque admite que cada consejería lo aplica a su manera. Desde su creación en 2014, Sherezade ha puesto el foco en aportar evidencias científicas a la lucha por la igualdad en la escuela, campo al que dedica incluso un congreso internacional. Como ejemplo de acción eficaz refrendada por la investigación, cita las “tertulias feministas dialógicas” que el colectivo organiza en centros de toda España. En ellas, chicos y chicas conectan la lectura previa de textos con sus propias vivencias personales.
Profundizar en la evidencia
La mayoría de programas centran su atención en la Secundaria, cuando se acercan decisiones importantes para las alumnas (o alumnos, también víctimas de sus propios estereotipos de género) y acecha el riesgo de violencia machista. Moreno opina que la intervención debería empezar mucho antes, en Infantil, cuando (insiste) se forja esa auto-percepción y expectativas vitales consiguientes con un sesgo de género tan marcado. Una de las excepciones es el proyecto navarro Skolae, objeto de “crítica por los mismos sectores que promueven el pin parental”.
La escasa evaluación de las iniciativas en marcha impide profundizar en esa senda por la que evidencias e igualdad real caminan de la mano. “Quizá los programas estén muy bien diseñados, pero muchas veces no sabemos cómo se llevan a la práctica o cuáles han sido sus frutos. Si hubiera que introducir modificaciones, no tenemos una guía para saber qué ha funcionado y qué no”, asegura Moreno.
Implantado en Euskadi hace más de 15 años, pionero entre los proyectos de educación no sexista en España, Nahiko sí apuesta por la evaluación como vía de mejora. Un conjunto de escuelas trabaja el programa durante dos años. Entonces se comparan sus resultados con los de otros centros donde Nahiko no ha estado presente. Las diferencias entre ambos grupos, por ejemplo en cuanto al conocimiento consciente de los roles de género, demostraron en la cohorte 2017-18 ser elevadas.