Salud mental: una necesidad educativa real

Cada vez más menores sufren problemas relacionados con la ansiedad, depresión o autolesiones y no siempre cuentan en el centro escolar con los medios y profesionales adecuados para hacerles frente.

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La pandemia de la Covid-19 ha tenido un impacto directo sobre la vida de las personas, provocando un aumento paulatino de los problemas relacionados con la salud mental. Los jóvenes de entre 18 y 24 años se han sentido mucho más agobiados, ansiosos y tristes desde que comenzó la crisis sanitaria, según apunta el CIS en su ‘Encuesta sobre la salud mental de los españoles durante la pandemia de la COVID-19’. 

Los estudiantes han cambiado la manera de relacionarse tanto fuera como dentro del aula. “El curso pasado las clases virtuales se convirtieron en la ‘normalidad’ y la vida escolar cambió por completo”, apuntan desde la Confederación Estatal de Asociaciones de Estudiantes (CANAE). Ya no había apenas charlas en los recreos, juegos en el patio, descansos para el café en la cafetería… Las clases y actividades extraescolares, el ocio principal de muchos de los menores, se redujeron considerablemente. En definitiva, los centros educativos dejaron de ser el principal espacio de socialización para el alumnado. 

Y el efecto dominó fue claro: los problemas relacionados con la salud mental y emocional de muchos estudiantes se incrementaron. “Han tenido mucho tiempo para estar solos, algunos no han hecho un buen uso de las redes sociales y eso les ha perjudicado. Han perdido hábitos de estudio y de sueño, así como de constancia y esfuerzo ante lo académico”, afirma Joana Bohigues, orientadora en la Consejería de Educación, Cultura y Deporte de la Generalidad Valenciana. 

Orientadores educativos: clave para la salud mental del alumnado 

Precisamente, CANAE ha presentado un manifiesto en pro de la salud mental dirigido a la ministra de Educación y Formación profesional respaldado por más de 20 entidades y algunos de los objetivos que persigue son garantizar el asesoramiento psicológico a todo el estudiantado así como aumentar la plantilla de profesionales relacionados con estas materias. “Actualmente tenemos un orientador por centro educativo, está muy bien para aquellos centros de 200 o 300 estudiantes, pero es inviable para los que albergan 800 o 900 estudiantes”, comenta Andrea Henry, presidenta de la asociación.  

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Bohigues, por su parte, coincide en que es urgente aumentar el número de orientadores, psicólogos o docentes con conocimientos en este campo. “En la Comunidad Valenciana tenemos una ratio de un orientador por cada 700 alumnos. Esto es una barbaridad porque además de atender al alumnado ante problemáticas de gestión emocional, tenemos muchas más funciones y nos sentimos desbordados”, explica. 

La labor que estos profesionales deben realizar en los centros educativos es crucial para ayudar al alumnado a gestionar sus emociones y aportarles las herramientas necesarias para tratar de abordar sus problemas. Bohigues recalca que escuchar al alumnado es una de las cuestiones más importantes que debe realizar un orientador: “Muchos alumnos necesitan que alguien les escuche sin juzgar. Otra de las cosas que me gusta hacer con ellos es ayudarles a que identifiquen sus emociones”.

Su modo de trabajo se basa en proporcionar una hoja de registro preparada para que al final del día describan algunas cuestiones como qué emoción les representa en ese momento y qué color, para que lo puntúen del 1 al 10. “En ocasiones me pongo en contacto con la familia y si es necesario pongo en marcha el protocolo de derivación a Salud Mental”. La orientadora recalca que, desgraciadamente, los servicios de salud mental también están desbordados y por ello intenta siempre que para ellos el instituto sea un lugar seguro.

Ansiedad: un problema cada vez más común

Un 43,7 % de la población acudió a un profesional por problemas relacionados con ansiedad durante el primer año de pandemia, según datos del CIS. Este trastorno se ha convertido en uno de los más comunes entre menores y adultos, llegando a ser la novena causa principal de enfermedad y discapacidad entre la población de 15 y 19 años según la Organización Mundial de la Salud (OMS). 

Jonatan Molina, psicólogo infanto-juvenil, confirma estas cifras: “Cada vez encontramos más casos de ansiedad social y problemas de ansiedad generalizada y perfeccionismo disfuncional. En el primer caso, se genera una limitación ante situaciones como hacer una pregunta en clase, exponer en voz alta… En el segundo, la preocupación excesiva por el rendimiento académico y el miedo irracional a suspender llega a generar problemas de todo tipo en los adolescentes que lo sufren”. 

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Junto a la ansiedad, problemas como la depresión o las tendencias suicidas son los trastornos que más han aumentado en los últimos años. Con respecto al último, se están tomando ya medidas para tratar de reducir estas conductas desde el Colegio Oficial de la Psicología de Madrid (COP). “También hay menores que comienzan cada vez más pronto a consumir sustancias o a beber para evadirse de la situación o porque no ven forma de afrontar el problema que tienen ante ellos”, destaca la psicóloga educativa María Jesús Campos Osa como otro de los problemas ligados al deterioro de la salud mental. 

Educación emocional para mejorar la salud mental  

Con ayuda de la educación emocional, los estudiantes pueden aprender a descubrir, identificar y regular las emociones, o lo que es lo mismo, conocerse mejor. Esta es una pieza clave a la hora de evitar problemas que afecten a la salud mental y cada vez más docentes y profesionales apuestan por ella.

Algunos creen que la educación emocional tiene que abordarse de manera transversal como ayuda para mejorar la salud mental del alumnado. “Es importante hablar de emociones en cualquier momento en que se necesite, porque en un aula hay conflictos, relaciones, comentarios diversos, comportamientos, y hay que atenderlos cuando se presentan. No esperar a una clase y a una hora concreta” afirma Campos Osa. Junto a ella, el psicólogo Jonatan Molina también apuesta por un abordaje transversal que permita “desarrollar fortalezas psicológicas en los niños que ejerzan de ‘amortiguador’ ante eventos negativos que puedan sufrir y les proteja de desarrollar problemas psicológicos”. 

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