Cuando el docente Pablo Duchement comenzó a dar clases en Formación Profesional Básica, se encontró con algunos estudiantes problemáticos: unos habían sido acosadores y otros tenían problemas por haber sido acosados; y todos ellos arrastraban desmotivación, no querían estudiar y habían perdido el respeto a las sanciones. “Sufrirlas era su estado natural. Nadie tenía fe en ellos. Ni siquiera ellos mismos”, contó en un hilo de Twitter. Incluso cuando uno de estos alumnos alcanzó un logro en clase y se lo comentó delante del resto de compañeros, reaccionó de la misma forma que si hubiera sido amonestado. “No me escuchaba: el profe hablaba de él, así que no podía ser otra cosa que porque le estaba llamando la atención”.
El reto que se planteó Duchement fue claro: ¿Cómo lograr que escuchara (y aceptara) su elogio? Pensó en dejarlo por escrito, para que también lo pudieran leer las familias que, habitualmente, cuando recibían algún documento sobre sus hijos era para informarles que habían hecho algo malo en clase. Para ello, modificó los partes escolares comunes –los que se emplean para amonestar las malas conductas–, eliminando todo lo negativo y añadiendo observaciones positivas y ‘de buen desempeño’. El procedimiento era el mismo que con el parte escolar ‘normal’: entregarlo al estudiante para que se lo enseñara a la familia y lo devolviera firmado. Aunque, al principio, el alumno en cuestión ni lo miró, al día siguiente se lo trajo firmado respondiéndole que, al verlo, sus padres “se echaron a llorar”.
Los partes positivos comenzaron a ser algo habitual en su clase y, como consecuencia, “los problemas entre alumnos disminuyeron, la actitud mejoró, se esforzaron e, incluso, empezaron a realizar sus deberes. El mejor parte positivo fue el boletín de notas de 1ª evaluación, donde hubo aprobados”, comentaba Duchement en la red social.
Otras alternativas para mejorar la motivación
La iniciativa de este docente canario no es única. En su propio hilo muchos profesores se animaron a contar otras formas de reseñar los logros y el esfuerzo de los estudiantes. Así, la docente que utiliza el perfil @MinamisWorld en Twitter comentaba que, para conseguirlo, se sienta al lado de cada estudiante tras un examen y les explica cómo mejorar sus resultados. “Siempre les felicito, tengan la nota que tengan y a medida que avanza el curso se relajan, trabajan más y mejor.”
Otra maestra de Primaria, Miriam Monreal, explicaba que al estudiante etiquetado como ‘gracioso y siempre castigado’ en su clase de 6º de Primaria le escribió una nota positiva en la agenda, lo que provocó un cambio de actitud por su parte (también de su familia): “Resulta que era muy bueno y se aburría en clase... Hicimos una reunión y acordamos actuaciones diferentes. También nos reunimos con sus padres y estaban emocionados”.
Natalia Lozano, docente de Inglés, propone emplear tarjetas de recompensa para premiar a sus estudiantes, que luego pueden cambiarlas por distintos beneficios. “Les ayuda a eliminar puntos negativos por mal comportamiento, a poder sentarse donde quieran o a recibir una ayuda extra en el examen”, explica.
También resulta útil dar las gracias y agradecer al alumnado al finalizar las clases, como señala la profesora Tamara Díaz: “Yo termino mis clases dándoles las gracias por una sesión maravillosa. Les hago anotaciones positivas en sus exámenes siempre. Y en los exámenes les doy nueces para activar sus cerebros”, concluye.