La conexión entre cerebro y movimiento está avalada por diferentes investigaciones y estudios. Los niños pueden aprender matemáticas con mayor facilidad si se conecta esta asignatura con ejercicios de Educación Física; igualmente, serán capaces de mantener la concentración durante más tiempo y absorberán todos los conocimientos de forma más liviana si se opta por pequeños descansos en movimiento después de un periodo considerable de actividad sedentaria. Es lo que se conoce como descansos activos. Aunque todo esto está demostrado, ¿cuál es la razón que hace que el cerebro aprenda más rápido si está en conexión con el movimiento físico?
Son muchas las investigaciones y publicaciones que declaran la innegable relación entre actividad física y la mejora del rendimiento escolar y/o cognitivo, pero ¿qué hay detrás de esta causa-efecto? Pues bien, la línea que une estos dos elementos nos la viene a dibujar la Neurociencia.
Gracias a los avances realizados en neurociencia, conocemos un fenómeno cerebral denominado neuroplasticidad, una propiedad del sistema nervioso que le permite adaptarse continuamente a diferentes experiencias.
Las experiencias modifican el cerebro
Las experiencias modifican nuestro cerebro continuamente creando, fortaleciendo o debilitando las sinapsis que conectan las neuronas. A este proceso se lo define en algunas publicaciones como aprendizaje neuronal (o aprendizaje hebbiano). Del cual se puede desprender que cada nuevo circuito neuronal creado/modificado en el todo cerebral equivaldría (mentalmente) a un aprendizaje significativo (Ausubel, 1960, 1963).
"Las experiencias modifican nuestro cerebro continuamente creando, fortaleciendo o debilitando las sinapsis que conectan las neuronas"
Ledoux, neurocientífico estadounidense, indica que a nivel filogenético se distinguen tres partes en el cerebro: la corteza cerebral, el sistema límbico y el cerebro reptiliano. En el sistema límbico, que es la red de neuronas que facilita la comunicación entre el hipotálamo (implicado en conductas básicas de supervivencia), la corteza cerebral y las demás partes del encéfalo, es donde residen las funciones esenciales de la emoción. Según este autor, el sistema emocional puede actuar independientemente del neocórtex.
Los dos protagonistas de este sistema límbico son el hipocampo, que registra los hechos puros (podríamos identificarlo como el almacén de la memoria y por lo tanto, de muchos aprendizajes) y la amígdala, encargada de registrar un estado emocional ante esos hechos/experiencias. La amígdala produce la respuesta emocional, pero esta reacción es impulsiva y es otra parte del cerebro la que se encarga de elaborar una respuesta más adecuada.
El regulador cerebral que recibe y controla los impulsos de la amígdala parece encontrarse en el extremo de una vía nerviosa que va al neocórtex, en el lóbulo prefrontal. Este lóbulo prefrontal constituye una especie de modulador de las respuestas proporcionadas por la amígdala y otras regiones del sistema límbico, permitiendo la emisión de una respuesta más analítica y razonada.
Las conexiones existentes entre la amígdala y el neocórtex constituyen el centro de gestión entre los pensamientos y los sentimientos. Esta es la razón principal por la que la emoción (positiva) es fundamental para pensar eficazmente, tomar decisiones inteligentes y permitirnos pensar con claridad. La corteza prefrontal es la región cerebral que se encarga de la memoria de trabajo y de elaborar respuestas, ponderando el caudal de información proveniente de distintas zonas cerebrales.
Dopamina, una gran aliada del correcto aprendizaje
La amígdala secreta dopamina, este neurotransmisor cerebral se relaciona con las funciones motrices, las emociones y los sentimientos de placer. La relevancia educativa de este neurotransmisor es capital, porque interviene en procesos de gratificación y motivación (como precursor del placer/alegría), que son fundamentales en el aprendizaje. Controla los sistemas encargados de activar los centros responsables de la actividad motora, así como los de regular ciertas secreciones hormonales, de mandar información a células del mesoencéfalo que conectan con el córtex frontal y con distintas estructuras del sistema límbico. Estos dos últimos sistemas tienen una función muy importante en la vida emocional de las personas.
La secreción de dopamina y su presencia en los lóbulos frontales, controla el flujo de información desde otras áreas del cerebro. Las irregularidades sobre su emisión y/o recepción en esta región cerebral, pueden causar interferencias en las funciones neurocognitivas, especialmente la memoria, atención, y resolución de problemas (a veces referidas como funciones ejecutivas).
Cuanto más movimiento, más crecimiento cerebral
Dejando a un lado las emociones y su gestión, y centrándonos en la actividad física y el movimiento, hay que poner especial interés en las neurotrofinas, que son un tipo de proteínas relacionadas con la supervivencia de las neuronas. La musculatura y ciertas partes del cerebro, al ser estimuladas a través del movimiento y/o ejercicio, las vierten al torrente sanguíneo con la misión de estimular la supervivencia, crecimiento o diferenciación de las partes activadas.
El factor de crecimiento nervioso (FCN) es una proteína presente en el sistema nervioso central y en otras zonas del cuerpo, ya que puede atravesar la barrera hematoencefálica.
El FCN está relacionado directamente con la síntesis y control de la norepinefrina. También se han encontrado multitud de neuronas colinérgicas sensitivas sensibles a FCN, presentes en diferentes estructuras, incluido el hipocampo, teniendo un importante papel en la memoria y el aprendizaje.
El factor neurotrófico derivado del cerebro BDNF (del inglés brain-derived neurotrophic factor), son proteínas secretadas en una amplia gama de tejidos y tipos de células, no solo en el cerebro. Su expresión puede ser vista en la retina, el SNC, las neuronas motoras, los riñones y la próstata, habiéndose constatado el aumento de su secreción y actividad a través del ejercicio regular. Son sustancias químicas que ayudan a estimular y controlar la neurogénesis o creación de nuevas neuronas.
El ejercicio provoca cambios estructurales en el cerebro
Está demostrado que la práctica regular de ejercicio (fundamentalmente de tipo aeróbico) favorece la secreción de estas sustancias y provoca pequeños cambios estructurales en el cerebro, mejorando la memoria y procesos mentales asociados, con lo que utilizar el juego y el movimiento, es la fórmula ideal de mejorar las capacidades mentales e incidir sobre la motivación y la predisposición al aprendizaje. En este sentido, aunar aprendizajes con movimiento no sólo es lícito y posible, sino que se muestra como la vía más cargada de naturalidad y biológicamente adecuada a nuestra especie.
Por lo tanto, y teniendo en cuenta el positivo factor emocional del juego y el movimiento en los niños, diseñar actividades que necesiten de la participación del mayor número de zonas cerebrales implicadas en la tarea, incluyendo las dedicadas al control motriz, se erige como la metodología que más beneficios aportará al desarrollo de la capacidad cognitiva general y, por ende, a las competencias o habilidades más específicas.
Por tanto, el entorno y actividades propias de la Educación Física es el más favorable escenario de actuación escolar.
Título: Neuromatemáticas en Educación Física
Editorial: CCS
Género: Didáctica y metodología
Espectacular artículo que corrobora científicamente lo que muchos pensamos hace mucho tiempo. Gracias por el trabajo. Ahora solo nos queda difundirlo. En mi caso será algo que pondré a los padres y a los docentes en las formaciones. Un abrazo y enhorabuena.
Información muy valiosa para nosotros los docentes que debemos trabajar con cerebros en crecimiento y es nuestra responsabilidad orientarlos a su optimización.
Gracias por su aporte.
Súper cierto y evidente. Gracias por ésta información.