La adolescencia es una época de transición en la que los estudiantes pasan de ser niños a jóvenes adultos, con todo lo que ello conlleva. Para muchos, es un momento de cambios a nivel físico que puede afectar a su autoestima, y también es tiempo de entablar sus primeras relaciones amorosas (incluso sexuales). Pero la falta de educación afectivo-sexual hace que, en ocasiones, desarrollen conductas negativas.
Teniendo en cuenta su propia experiencia durante la adolescencia, Loola Pérez, presidenta de la asociación Mujomur (Mujeres Jóvenes de la Región de Murcia), graduada en Filosofía y con formación en Psicología y Sexología, ha diseñado un proyecto para liberar las aulas de machismo y empoderar al alumnado a entablar relaciones interpersonales más saludables. Lo ha llamado ‘Ni cuentos con perdices, ni novelas rosas’ y, con él, ha ganado uno de los Premios Jóvenes Emprendedores Sociales (JES) de la Universidad Europea. “El objetivo es solventar la falta de educación afectivo-sexual durante esta etapa, lo que en el pasado ha tenido un impacto negativo en nuestras vidas, por ejemplo, con la normalización de conductas machistas y violentas en nuestros primeros noviazgos, la reproducción de mitos sobre la sexualidad o la falta de habilidades sociales para poner fin a relaciones que nos hacían daño y nos restaban en autonomía e independencia”, reflexiona.
En marcha
El proyecto se puso en marcha en la región de Murcia en 2015 y, desde entonces, ha llegado a más de 1.600 estudiantes de Secundaria. Para ello, se ha coordinado con algunos ayuntamientos de la región y los departamentos de orientación de las escuelas, ya que son estos últimos los que facilitan asesoramiento a sus estudiantes.
“El alumnado adolescente necesita conocerse y aceptarse. En relación a la educación en igualdad, su necesidad más básica es superar los estereotipos sexistas, así como las conductas de control y posesión en los primeros noviazgos. En cuanto a la educación afectivo-sexual, se deben desmontar mitos y falsas creencias porque ellos creen saberlo todo”, afirma Pérez que, en base a estas necesidades, ha diseñado el proyecto y los objetivos a conseguir con él.
La meta principal ha sido la prevención de conductas de riesgo, el desarrollo de la afectividad y la resolución de conflictos. Para ello, explica qué se considera violencia machista; se trabaja en la construcción de una identidad no sexista desmontando los roles masculinos y femeninos en las diferentes culturas y a lo largo de la historia; y también se desarrollan destrezas y habilidades de inteligencia emocional para afrontar las situaciones de conflicto.
Todos han participado
Para despertar el interés en el alumnado y hacerles protagonistas de la charla, se aborda el contenido desde un punto de vista no solo teórico, también práctico. “No nos podemos permitir aburrirlos ni tratarlos con condescendencia”, comenta. Por esta razón, se han diseñado los talleres bajo una metodología participativa en la que se intercalan historias de corte social para abordar el tema con dinámicas de grupo para crear un entorno de aprendizaje significativo y por descubrimiento. Así, los jóvenes son conscientes de la realidad en la que conviven y crecen.
Se dan varias sesiones a lo largo del curso y en ellas se abordan contenidos relacionados con la igualdad, el respeto a la diversidad, la superación de estereotipos machistas, la socialización diferencial o la educación afectivo-sexual, por ejemplo. El programa se elabora para que exista una continuación entre las actividades. Además, con ayuda de los orientadores del centro, se abordan los talleres desde la transversalidad con asignaturas curriculares como Biología, Ética o Historia.
Traspasando barreras
A pesar de que se ha encontrado con una reticencia inicial a la hora de abordar el trabajo en grupo, la acogida ha sido positiva y ha traspasado las barreras del colegio para llegar también a las familias. Y es que está empezando a trabajar también con las AMPAS, ya que el canal de comunicación entre padres, hijos y docentes sobre estos temas se está abriendo poco a poco. Con ellos abordan la preocupación por temas como el sexting, los límites entre la autonomía de los hijos y su responsabilidad como padres o el aumento de abusos sexuales en la juventud.
“No hacemos milagros, pero sí podemos constatar que el proyecto ‘Ni cuentos con perdices, ni novelas rosas’ es indispensable para la transformación de conductas, para el bienestar y la salud del alumnado, así como para trabajar la igualdad y el respeto a la diversidad”, concluye Pérez.