Fomentar la utilización de contenedores de reciclaje en el aula, apagar las luces cuando no sean necesarias, ayudar en el mantenimiento del huerto escolar o promover conductas sostenibles entre los compañeros. Estas son algunas de las tareas que hacen a diario los estudiantes designados como ecodelegados del IES Alonso Quijano, un centro público ubicado en la localidad madrileña de Alcalá de Henares. Al igual que éste, cada vez más centros escolares han comenzado a contar con esta figura entre su alumnado, que busca concienciar sobre la importancia del cuidado del medioambiente y cómo se puede mejorar el entorno con pequeñas acciones diarias.
LOMLOE y ODS
Si bien la educación ambiental o ecosocial no está recogida con contenidos específicos en la LOMLOE, sí que se cita en su preámbulo la idea de que el sistema educativo no puede ser ajeno a los desafíos que plantea el cambio climático. “Los centros docentes han de convertirse en un lugar de custodia y cuidado de nuestro medioambiente. Por ello, han de promover una cultura de la sostenibilidad ambiental, de la cooperación social, desarrollando programas de estilos de vida sostenible y fomentando el reciclaje y el contacto con los espacios verdes”, recoge la norma.
Y la labor diaria que realizan los ecodelegados es una manera de abordar este punto, creando una cultura de sostenibilidad en los centros a través de pequeñas acciones del día a día. “Es la base de toda la educación: es la educación para vivir en armonía con el mundo que habitamos”, afirma Paqui Godino, bióloga y educadora ambiental. Además, se relaciona de manera directa con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), pues son varios los ODS que se pueden trabajar bajo este enfoque de educación ecosocial: agua y saneamiento (6), energía asequible y no contaminante (7), ciudades y comunidades sostenibles (11), protección y consumo responsables (12), acción por el clima (13), vida submarina (14) o vida de ecosistemas terrestres (15).
Cualquier estudiante puede apuntarse
Este curso 2022-23 ya es el cuarto que el Alonso Quijano sigue apostando por este proyecto y cada curso son más los estudiantes que tienen interés en convertirse en ecodelegados. “Solamente tienen que manifestar que quieren participar y se incluyen en el grupo. A principio de curso se realiza una asamblea para invitar al alumnado y explicarles el proyecto. Pueden abandonarlo o incorporarse en cualquier momento”, nos explican desde la Jefatura de Estudios del instituto alcalaíno. Todos reciben formación y participan en actividades de educación ambiental fuera y dentro del instituto, y según sus preferencias y del tiempo del que disponen, también pueden formar parte de las comisiones de divulgación, huerto, patio, residuos, aulas sostenibles…
La labor la realizan a través de proyectos basados en la metodología de Aprendizaje-servicio (APS). Algunos ejemplos de proyectos APS que han llevado a cabo en los últimos cursos son la reforestación de zonas verdes del instituto con árboles y arbustos con el fin de concienciar al alumnado sobre la importancia de la biodiversidad, recogidas de plástico para darles una segunda vida a través de la fabricación de objetos que después se venden para recaudar dinero para una ONG o la creación de un mercadillo ecológico con el que transformar ropa en bolsas de tela para la compra, reduciendo así el consumo de plásticos.
Toda la comunidad educativa implicada
“Ser una persona seria y responsable, que respete a todos y se haga respetar, que tenga iniciativa y, por supuesto, que sea firme en la defensa de los valores de la sostenibilidad son los requisitos indispensables para convertirse en ecodelegado”, explican desde el IES Fuente Nueva, un instituto situado en la localidad almeriense de El Ejido que también promueve la figura de los ecodelegados. Para ellos, el punto de partida es el estudio por parte de los propios estudiantes y del resto de la comunidad educativa de la situación real del centro con respecto a la gestión de los residuos, el gasto energético, el uso del agua, la calidad de las relaciones humanas… Y, a partir de ese conocimiento, establecen un compromiso o Plan de Acción que resuelva los problemas ambientales que han detectado.
Concursos de fotografía sobre el entorno que les rodea, recogida de tapones, siembra de fresas en el invernadero del centro, talleres de reutilización de envases de plástico, limpieza de playas o excursiones con los ecodelegados a lugares con interés ecológico como el Cabo de Gata son algunos de los ejemplos de las actividades que realizan. Además, no solo los estudiantes participan en estos proyectos dinámicos, sino que también se implica a todas las personas que trabajan y conviven en el centro, trascendiendo, además, a otros agentes del ámbito extraescolar: familias, barrio, Ayuntamiento, asociaciones… Así, se va tejiendo una red de trabajo colaborativo que va plantando su semilla para concienciar a los menores de la importancia de cuidar y crear un mundo mejor.
“Las investigaciones desde la psicología ambiental han demostrado que uno de los principales factores que favorece el compromiso y los comportamientos proambientales a lo largo de toda la vida es tener referentes de iguales (también de docentes o familia), junto con las experiencias positivas en la naturaleza durante la infancia. Por eso, el que existan estas figuras con un fuerte compromiso ambiental, va a reforzar enormemente todo el trabajo del centro a favor de la educación ambiental”, concluye Godino.
Ojalá pongan la fecha de publicación para poder contextualizar el momento histórico.