La película ‘Marte’, de Ridley Scott, se emplea en las clases de Física del Colegio Padre Enrique de Ossó de Zaragoza para que los estudiantes comprendan mejor las dimensiones del Espacio. Pero cuando van a trabajar la importancia de la empatía, la resiliencia y el aprovechamiento de las oportunidades, proyectan ‘Slumdog Millionaire’. En el CPR Badajoz, por otro lado, el alumnado de Infantil y Primaria visualiza ‘El Príncipe de Egipto’ para tomar contacto con la historia y época de la cinta, y luego realiza actividades relacionadas con los personajes y escenarios. Un ejemplo más: en el colegio Urkide de Vitoria emplean ‘En Busca de la Felicidad’ para hablar de autoestima.
Podríamos continuar la enumeración con las experiencias de otros muchos centros educativos, pero bastan estas propuestas para constatar que los recursos audiovisuales tienen un potencial educativo que va mucho más allá del puro entretenimiento.
Sí; es cierto que el cine, los documentales o los cortos tienen un importante componente de diversión que motiva, atrae, capta la atención y despierta la curiosidad de los más jóvenes. Pero es precisamente este hecho el que hace que pueda emplearse con éxito para abordar contenido curricular en cualquier materia y acercar al alumnado a todo tipo de problemáticas sociales: cambio climático y sostenibilidad, desigualdad de género, discriminación, violencia... “Incluso es posible visualizar anuncios de televisión: muchos de ellos son imprescindibles para ser analizados y tocar aspectos tan importantes como los estereotipos de belleza, los roles de género o la manipulación de la publicidad”, comenta Ingrid Mosquera, profesora adjunta de la Facultad de Educación de la Universidad Internacional de la Rioja (UNIR).
Criterios pedagógicos
La clave para hacerlo con garantías está, como ocurre con cualquier otro recurso, en que estos contenidos audiovisuales se empleen siempre con un objetivo pedagógico e integrados dentro de la programación didáctica, y no como una herramienta para distraer a los estudiantes. “Solo hace falta un poco de investigación sobre los recursos y plataformas existentes y planificación para encontrar las actividades adecuadas a los objetivos perseguidos”, afirma Sandra Mª Zurdo Robles, maestra de Audición y Lenguaje, coordinadora de convivencia del colegio Severiano Montero Sánchez de Peñaranda de Bracamonte en Salamanca y coordinadora del Proyecto ‘Cuento Sentimiento’ de Aulafilm, que promueve el uso del cine en las aulas.
Lo más interesante es que, cuando se siguen estos sencillos pasos, pueden emplearse independientemente del nivel educativo, adaptando siempre los títulos proyectados y el tipo de actividades, así como la duración de las proyecciones: no se puede olvidar que, cuanto más jóvenes sean los estudiantes, menos tiempo son capaces de mantener la atención. Para Emilio Delgado Villanueva, profesor de Ciencias en el Colegios Sagrados Corazones de Madrid, “contenidos con canciones o dibujos animados pueden ser muy útiles tanto en la transmisión de valores como de contenidos para los más pequeños, en los niveles de Infantil y Primaria. Para el alumnado de Secundaria y Bachillerato son ideales los documentales o fragmentos de estos o de películas”.
De hecho, muchos docentes defienden precisamente eso: el uso de escenas o extractos de los títulos seleccionados cuando son muy largos para, a partir de ellos, fomentar el debate. “A veces es interesante seleccionar aquellas partes que se puedan relacionar con el currículo, intentando no perder el contexto. En el caso del cine en las aulas hay áreas que dan más pie que otras. Por ejemplo, suelen ser interesantes para trabajar valores”, razona Pablo Bustos Morán, profesor de Biología y Geología en el IES Manuel de Falla en Coslada, Madrid.
Esto es un pequeño extracto del reportaje de portada publicado en el nº 34 de la Revista EDUCACIÓN 3.0 impresa, correspondiente a mayo-julio 2019.
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