La aplicación del Big Data y la Inteligencia Artificial ya está comenzando a ser de utilidad para el profesorado, el alumnado y los propios centros, y su uso proporcionará herramientas para la personalización del aprendizaje y la toma de decisiones. Estas fueron algunas de las conclusiones de la segunda edición del evento ‘Motores del cambio’ de Educaria, que se celebró el pasado 31 de marzo en el Espacio V22 de Madrid y donde se debatió sobre el desarrollo e implantación de estas tecnologías.
En el encuentro ‘Big Data y Educación. Preparados, listos… ¡YA!’, que ya está disponible para su visionado en YouTube, se dieron cita profesionales del sector educativo, destacados expertos y representantes de más de 500 centros que compartieron sus experiencias y propuestas reales en torno al análisis de datos y la Inteligencia Artificial (IA).
El evento comenzó con una charla introductoria de Álvaro Barbero, Chief Data Scientist en el Instituto de Ingeniería del Conocimiento (IIC), quien explicó en qué consiste el Big Data y la IA de manera sencilla: “El Big Data significa literalmente datos grandes y tomar decisiones no solo basándonos en la experiencia, sino también apoyándonos en datos. Por su parte, la IA es tener un sistema que sea capaz de tomar decisiones que sean más o menos inteligentes. La manera más fácil de construir una IA es en base a datos, lo que se llama el Machine Learning (aprendizaje automático)”, expuso.
Pese a que algunos crean que esta tecnología ha venido a reemplazar el trabajo del ser humano, Barbero apuntó que, por el contrario, sirve para complementar y ayudar. “A las máquinas se les da muy bien sumar, multiplicar, dividir… y el razonamiento lógico. Pero cuando nos dicen que la IA viene a reemplazarnos, falla un concepto fundamental: la humana y la artificial son inteligencias muy diferentes. La clave es que vienen a complementarnos; nosotros podemos resolver muy bien un tipo de tareas y la IA otras”.
Una vez terminada la presentación del experto del Instituto de Ingeniería del Conocimiento (IIC), dio comienzo un debate moderado por el propio Barbero en el que participaron Paloma Sanz, coach y facilitadora en los Colegios Ramón y Cajal; Joaquín Rodríguez, director corporativo de Diseño, Innovación y Tecnología Educativa en la Institución Educativa SEK; y Joan Lloret, director de Sistemas, Marketing y Comunicación en la Fundación Ana Mogas.
Implementación e impacto en los estudiantes
El primer tema que abordaron los participantes fue la aplicación de esta tecnología y el impacto que puede tener en los estudiantes. Para ello, explicaron los resultados obtenidos en los proyectos que están llevando a cabo en sus propios centros. Así, Joaquín Rodríguez (SEK) contó cómo están consiguiendo obtener y representar los datos y, a partir de ahí, diseñar un cuadro de mando en sus centros. Sin embargo, también señaló que de momento esto no es suficiente para crear un modelo sólido que tenga resultados inmediatos: “Necesitamos evidencia de otro tipo en la que seguimos trabajando”. También destacó el acompañamiento personalizado que aporta su uso para el alumnado, aunque dejando claro que “en ningún caso y de ninguna manera sustituye al profesor, todo lo contrario, es un instrumento que complementa la acción tutorial”.
Paloma Sanz (Colegios Ramón y Cajal) coincidió en esta idea: “La cuestión no es Big Data sí o no; el Big Data ha llegado para quedarse”. El proceso de recolección de datos es la parte más complicada, en su opinión, y apuntó que en sus centros aún se encuentran en las primeras fases de implantación de este tipo de proyectos, “por eso aún es complicado ver el impacto en los estudiantes”, matizó.
Por su parte, Joan Lloret (Fundación Ana Mogas) hizo hincapié en la importancia de los recursos económicos para aplicar estas soluciones y apuntó que “la tecnología no siempre ha ocupado el lugar que tenía que ocupar” y que “tomar determinadas decisiones, como en el ámbito de la IA en la educación que implican inversiones fuertes es difícil”. Y añadió: “El trabajo que hemos realizado con los datos desde hace cuatro años, ¿podemos decir que ha impactado en nuestros alumnos? En la organización por supuesto que sí, pero vamos a tardar muchos años en tomar decisiones en algunos campos que nos interesan con estas tecnologías”.
Nuevo rol del profesorado
Otro de los temas sobre los que giró el debate fue el nuevo rol del docente con la llegada de esta tecnología y la importancia de la formación para extraer el máximo partido de la misma. En este sentido, Sanz apuntó que los Colegios Ramón y Cajal han puesto en marcha el ‘Proyecto 2030’ con el objetivo de “culturizar al profesorado en el uso de esta tecnología”. En su opinión, el papel docente es lo más importante en todo este proceso: “No va a desaparecer porque haya modelos predictivos. Va a ser más necesario que nunca, sin embargo, tendrá que variar su rol”, sentenció.
Esta institución ya ha ofrecido a los docentes formación en Big Data, Inteligencia Artificial, gestión de datos… “Necesitamos profesores competentes y con unas habilidades emocionales muy bien desarrolladas para interpretar esos datos. La decisión la va a seguir tomando el docente, no podemos dejar que la tome la máquina”, explicó Sanz. “Tenemos que abrir un debate y hacer partícipe a todo el centro de lo que supone la IA, de manera que esté involucrado en los proyectos y no sea algo que solo nosotros entendemos, sino que sea algo compartido; tenemos que hablar todos el mismo lenguaje”, añadió.
Por el contrario, Joan Lloret (Fundación Ana Mogas) aseguró que su experiencia había sido totalmente diferente: “En los nuestros sí que existía cierta cultura del dato porque son centros que ya trabajaban con sistemas de gestión de calidad. Por eso, hace aproximadamente 4 años fue posible dar el salto: empezar a construir cuadros de mando. A partir de ahí, comenzamos con procesos a nivel de organización y unificación de plataformas y, por ejemplo, tomamos la decisión de adoptar el uso de una única plataforma en nuestros 18 colegios”.
Confianza en los datos
En el último apartado del debate se cuestionó cuánta confianza se puede depositar en los datos a la hora de predeterminar el comportamiento del alumnado, es decir, qué itinerario es más probable que escoja o qué asignatura es más posible que suspenda, por ejemplo. En este sentido, Sanz apuntó que los datos no son objetivos al 100% y subrayó que el uso excesivo de la lectura de los datos puede derivar en la pérdida de ciertas habilidades del profesorado y que debe haber un equilibrio entre el uso y la delegación.
En esta línea, Lloret destacó dos de sus preocupaciones: “Una es el “no dato”, aquello que no se recoge; y otra es el algoritmo oscuro, es decir, aquel que se ha realizado para construir un indicador y que ha pasado muchas revisiones, pero que somos incapaces de tocar porque ya no lo entendemos”.
Por último, Rodríguez cerró el diálogo con la idea de que la tecnología sin el ser humano no es nada: “Las series de datos estadísticos no pueden ser una profecía que se auto verifica, es más, un profesor está obligado a romper con esa profecía. El dato es ambiguo y no es posible que las máquinas sustituyan al profesorado”.