Si preguntas a los adolescentes de tu entorno qué bebidas consumen cuando salen con sus amigos muchos te dirán que les gustan las bebidas energéticas: Redbull, Monster… Es una moda que está muy extendida. De hecho, la última encuesta ETUDES del Ministerio de Sanidad sobre el uso de drogas en Secundaria sostiene que el 45% de los estudiantes de entre 14 y 18 años toma bebidas energéticas de forma habitual, aunque la prevalencia es mayor en los chicos (50,7%) que en las chicas (39%).
Alto contenido en azúcar y niveles excesivos de cafeína
Las consumen porque les resultan ideales para conseguir un ‘extra’ de energía –de extender esa creencia se han encargado sus campañas de marketing–. Pero la realidad es que son muy perjudiciales para la salud, especialmente para los menores de edad, que se encuentran en un periodo vital de desarrollo.
“Muchas de estas bebidas se venden en envases de medio litro y la cantidad de cafeína que contienen equivale a más de dos cafés expresos, además de implicar un elevadísimo aporte de azúcares simples”, explican desde la Asociación Española de Pediatría (AEP). En este sentido, la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (AESAN) advierte que “al ser una sustancia que estimula el sistema nervioso central y periférico, pueden provocar efectos fisiológicos no deseados que van desde la alteración del sueño, tanto en el tiempo necesario para conciliarlo como en su duración, hasta efectos psicológicos y alteración del comportamiento, así como trastornos cardiovasculares; además de ser potencialmente adictiva en caso de consumos regulares”.
Además, en muchas ocasiones la cafeína presente en estas latas viene acompañada de taurina, guaraná y ginseng, lo que incrementa todavía más su capacidad estimulante. Y esto tiene gran potencial para desarrollar graves problemas cardiovasculares: “Entre las diferentes consecuencias del consumo habitual de bebidas energéticas se encuentran las palpitaciones o las taquicardias, la subida de la presión arterial y el gasto cardíaco. Estos síntomas producen la aparición de arritmias cardíacas e incluso de patologías más graves como la muerte súbita”, explican desde el centro de cardiología Cardiavant. Un estudio publicado en 2015 por el investigador español Fabián Sanchis-Gomar ya relacionaba el consumo de estas bebidas en adolescentes con el aumento de episodios de muerte súbita.
En cuanto al azúcar, algunas de estas latas llegan a contar con hasta 55 gramos, lo que equivaldría a entre diez y doce terrones; una ingesta que excede la recomendación diaria de azúcares simples que indica la OMS (50 gramos). Por eso, a menudo el consumo de bebidas energéticas deriva en problemas como obesidad y a una mayor resistencia a la insulina, lo que a la larga puede acabar provocando diabetes.
Ni ayudan a estudiar ni mejoran el rendimiento deportivo
Alrededor de este tipo de bebidas se sostienen, además, otros ‘falsos mitos’ que incentivan todavía más su consumo. Uno de los más habituales es relacionar su ingesta con el estudio, como una bebida para aumentar la concentración a la hora de afrontar una larga tarde frente a los apuntes. La realidad, según apunta Naomi Cano Ibáñez, doctora en Medicina Clínica y Salud Pública , es la contraria. “Un consumo tan elevado de cafeína afecta al desarrollo normal de las funciones ejecutivas, lo que, unido al insomnio que produce, interfiere en el proceso de maduración cerebral. Todo esto origina deficiencias en la atención, en la memoria y en el aprendizaje”.
Asimismo, también es habitual ver publicidad de deportistas que anuncian o promocionan el consumo de bebidas energéticas y que lleva a la población a relacionarlas con una mejora para el rendimiento deportivo. Esto también es un ‘falso mito’, pues la AESAN advierte que “las bebidas energéticas no son bebidas diseñadas para la rehidratación. Por ello, no deben sustituir a la hidratación y recuperación de metabolitos por medios convencionales como el agua o, en su caso, a través de bebidas isotónicas”.
Energética y alcohol: una ‘bomba’ para la intoxicación etílica
Además, el 19,5% de los menores de edad –un dato que también se extrae de la encuesta ETUDES– suele consumirlas junto al alcohol; un hábito que aumenta las consecuencias negativas para la salud.
Según una investigación de la UNIR, los principales motivos que les llevan a hacer mezclas con alcoholes como vodka o whisky son enmascarar el sabor del alcohol, elevar los niveles de excitación y acelerar la intoxicación. Pero, cuando estas bebidas con altos índices de cafeína se mezclan con esta sustancia depresora, se produce lo que la AESAN denomina “una disminución de la percepción de intoxicación etílica”; lo que quiere decir que su combinación conduce a estados subjetivos alterados que pueden hacer crear a los adolescentes que el nivel de alcohol que han consumido es menor, y aumentar así la dosis. Esto hace que sean capaces de mantener el consumo durante un tiempo más prolongado, pudiendo llegar a sufrir una intoxicación etílica.
Además, otro punto a tener en cuenta que también destacan varios expertos es que la combinación de estas dos sustancias aporta una ‘falsa sensación de seguridad’. “Esta mezcla está asociada a otros hábitos no saludables, entre los que destaca el consumo de tabaco o cannabis, lo que favorece conductas de riesgo que ponen en grave peligro la salud e integridad del consumidor y la de los demás”, confirma la doctora Cano Ibáñez. Y es que la estimulación que provocan los altos índices de cafeína, sumada a la pérdida de autocontrol y a la desinhibición que produce el alcohol, hacen que una persona actúe de manera más temeraria e impulsiva; algo especialmente peligroso en aquellos jóvenes que pretendan conducir un vehículo tras consumir estas sustancias.
Qué están haciendo las instituciones para evitar este problema
Ante este problema creciente, son muchas las instituciones públicas que han dado la voz de alarma y han propuesto regular el consumo. Por ejemplo, la Xunta de Galicia ha publicado un anteproyecto de ley que regulará el consumo de bebidas energéticas entre menores de edad. El texto especifica que esta población no podrá consumir, transportar y poseer bebidas energéticas; de lo contrario, cometerán una infracción leve, sancionada con multas de hasta 601 euros en el grado mínimo y hasta 3.005 euros en el grado máximo. Siguiendo sus pasos, otras comunidades como Aragón, Baleares, Castilla-La Mancha, Navarra y el País Vasco también han comenzado a estudiar su regulación.