Cómo el Aprendizaje Basado en Retos conecta con los intereses del alumno

Esta metodología activa permite plantear en el aula retos reales y cercanos que deben resolver los estudiantes.

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Aprendizaje Basado En Retos

Aprendizaje Basado en Proyectos, Aprendizaje Profundo, Flipped Classroom, Aprendizaje Basado en el Juego… El listado de metodologías activas que pueden emplear los docentes en sus aulas no se detiene, entre ellas el Aprendizaje Basado en Retos (ABR).
Uno de los elementos clave que la definen es que en ella se introduce el trabajo interdisciplinar, lo que facilita al alumnado relacionar conocimientos que provienen de distintas disciplinas con un objetivo concreto: hallar un aprendizaje funcional que le permita aplicar y poner en práctica no sólo los conocimientos que adquiere, también sus habilidades. Tal y como manifiesta Xavier Pascual, fundador y director de la plataforma BeChallenge.io: “No es algo que se queda en un cajón. El Aprendizaje Basado en Retos es una solución a un reto real que existe en nuestro entorno cercano o sociedad”.
Aprendizaje Basado En Retos

Un aprendizaje personalizado

Aunque su implementación se produce sobre todo en la etapa de Educación Secundaria, Formación Profesional y estudios universitarios, los expertos recuerdan que gracias a la flexibilidad de esta metodología es posible extender su uso al resto de niveles educativos. “Puedes tener, incluso, a los estudiantes trabajando en retos de distinta complejidad a la vez dentro del mismo grupo de clase”, afirma Meritxell Monguillot, profesora de Educación Física en el Institut Nàutica de Barcelona y formadora de profesorado. En su opinión, además de diseñar desafíos de distinta complejidad, los alumnos pueden seguir su propio ritmo de aprendizaje a la vez que los docentes atienden sus necesidades de manera personalizada.
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El Aprendizaje Basado en Retos potencia, por otro lado, la participación activa del aula. Los estudiantes se convierten en el centro de todo el proceso de aprendizaje y el profesorado, que actúa como guía, permanece a su lado mientras superan con éxito los retos lanzados. “No esperan a ser instruidos, sino que inician un proceso de aprendizaje activo que facilita una transferencia hacia la vida real, educando y formando ciudadanos proactivos para afrontar retos que puedan encontrar en sus caminos”, explica Pascual. Por tanto, con esta metodología se confirma ese cambio de paradigma que vive la educación en estos últimos años: los docentes continúan siendo el referente pero el protagonismo pasa a los chavales.

Cómo trabajar el Aprendizaje Basado en Retos en el aula

Puede aplicarse no sólo a cualquier etapa sino también a cualquier asignatura con la ventaja de plantear proyectos transversales a los que añadir elementos de cualquier materia. Y por qué no, trabajar también a través de otras estrategias como la gamificación.
En esta línea, Monguillot junto a sus compañeros de equipo Carles González, Montse Guitert, Carles Zurita, Lluís Almirall y Josep Mª Piulachs implementaron la iniciativa ‘Play The Game’: se trata de un proyecto intercentros aplicado en 2º de ESO que recurre a la gamificación y el Aprendizaje Basado en Retos para desarrollar hábitos de vida saludable. En concreto, sugirieron distintos retos cooperativos, individuales, emocionales, tecnológicos y en el tiempo libre. Su consecución suponía para el alumnado obtener pulseras de distintos colores porque cada una estaba relacionada con un desafío en particular.
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Los docentes interesados en el ABP tienen que determinar, además, qué objetivos generales y específicos desean trabajar en su asignatura. Cuando lo consigan habrán ayudado a que sus alumnos desarrollen determinadas destrezas como el esfuerzo, el pensamiento crítico, la resolución de problemas, la creatividad, la comunicación, la empatía o la colaboración. Es decir, las llamadas ‘soft skills’  “que tan distintos nos hacen de las máquinas”, sentencia Pascual.

La motivación crece

Uno de sus beneficios más destacados es que potencia la curiosidad y la motivación hacia el aprendizaje. Asimismo, cabe recordar cómo esta metodología ayuda al alumno a conectar con sus intereses desde el momento en que el docente ‘le lanza’ una situación o un problema que es real y que de un modo u otro afecta a su entorno o día a día. “La magia está en saber cómo estructurar este aprendizaje para que investiguen, exploren, analicen y asimilen contenidos para crear y llevar a cabo las soluciones al desafío”, concluye Pascual.
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