Dominar un nuevo idioma no es solo un logro académico, también puede convertirse en una experiencia vital. Y si se aprende en el país donde se habla, sus efectos se multiplican ya que se tocan aspectos como la confianza personal, una nueva forma de ver el mundo o la posibilidad de conseguir oportunidades laborales de cara al futuro. Daniel Martín, de EF Education First, agencia para estudiar en el extranjero, lo resume así: Estudiar un idioma en el extranjero no solo mejora tu nivel lingüístico, también te convierte en una persona más segura, adaptable y abierta al mundo. Es una inversión en el presente y en el futuro”.

Los beneficios de estudiar un idioma en el extranjero

Y es que vivir durante una temporada en otro país permite alcanzar una fluidez real del idioma gracias a que las clases diarias se complementan con conversaciones espontáneas en el supermercado, en el transporte público o con nuevos amigos. Al mismo tiempo, la persona que está aprendiendo esa nueva lengua se desenvuelve en un entorno desconocido, tiene que manejar un presupuesto, tomar decisiones diarias y superar barreras culturales, lo que la convierte en una persona más segura, independiente y preparada para afrontar retos nuevos.

Estudiar un idioma en su país de origen también implica aprender mucho más que reglas gramaticales: expresiones locales, gestos, bromas, matices, acentos… Esa ‘jerga’ es la que permite comunicarse con autenticidad, comprender el lenguaje no verbal y sentirse parte de la comunidad. Y esa inmersión no solo se limita al lenguaje. La vida cotidiana en otro país abre la puerta a nuevas costumbres, horarios, formas de entender el tiempo, descubrimientos gastronómicos y fomento de la convivencia. También ofrece la oportunidad de descubrir y explorar ya que es posible aprovechar los festivos, las vacaciones entre trimestres y los días libres para conocer a fondo la nueva ciudad y otros lugares cercanos. 

Beneficios de estudiar un idioma en el extranjero

¿Y en el ámbito profesional y académico?

El último informe EF EPI, que mide el nivel de inglés en todo el mundo, muestra que España aún tiene margen de mejora en competencia lingüística ya que se sitúa en el puesto 36 de entre los 116 países analizados. Por ello, en un mercado laboral cada vez más competitivo, hablar otro idioma con fluidez marca la diferencia. Y no solo por el idioma en sí: las empresas buscan perfiles con experiencia internacional, con habilidades interculturales y con la flexibilidad que implica haber vivido fuera. Además, muchos programas permiten explorar áreas de interés profesional mediante clases optativas, prácticas o proyectos en equipo. Esto ayuda a tomar decisiones sobre el futuro académico o laboral con mayor claridad, al mismo tiempo que se adquiere experiencia útil para el currículum.

Por otro lado, existe la posibilidad de preparar y obtener certificados oficiales de idiomas. Al estudiar fuera durante un período más prolongado, se puede trabajar con calma para presentarse a exámenes reconocidos como el TOEFL, el DELF o los certificados de Cambridge, esenciales para acceder a universidades y diferentes empresas.

Por último, aprender un idioma mejora las capacidades cognitivas. Distintos estudios científicos han demostrado que ser bilingüe favorece la memoria, la toma de decisiones, la agilidad mental e, incluso, la empatía. Curiosamente, también mejora la competencia en el idioma materno: al comparar estructuras y buscar equivalencias, es posible mejorar la forma de expresarse y de comunicar en cualquier lengua.

(Este contenido ha sido elaborado en colaboración con EF Education First)