Durante los últimos meses del curso 2020-2021, realizamos un viaje por el mundo sin salir del aula junto con mis alumnos de tres años a través del proyecto ‘Munduko kulturak-Las culturas del Mundo’. La idea surgió durante el desarrollo de otra experiencia que llevamos a cabo sobre la artista japonesa Yayoi Kusama, ‘la artista de los puntos’. Al comienzo del proyecto trabajamos el país de origen de esta artista y situamos Japón en el mapa y en la bola terráquea de clase para, después, analizar algunas de sus características. Algunos niños comenzaron a decir que sus padres habían vivido en diferentes países y fue tal el entusiasmo que, gracias a él, se fraguó en mi cabeza esta nueva iniciativa.
Un aula multicultural
Comenzamos a trabajarla tratando de identificar las diferentes culturas que convivían en clase, siempre con la participación del alumnado. Algunos citaron diferentes países y los situamos en el mapa, para después compararlos con Japón y Bilbao. Tras el pequeño debate que surgió, llegó el momento de plantearse pedir ayuda y colaboración a las familias para acabar de identificar todas las realidades culturales que compartían el aula: Pakistán, Nicaragua, Alemania, Nepal, Brasil, México, Holanda, Francia, Uruguay, Cataluña y Euskadi.
Conocer el mundo a través de las familias
Una vez identificadas todas las culturas y los países, iniciamos nuestro proyecto. Para llevarlo a cabo diseñamos un calendario (de abril a junio) teniendo en cuenta los horarios de cada familia para comenzar a analizar cada realidad cultural. Siguiendo dicho calendario, las semanas estaban estructuradas de la siguiente manera: el lunes recibíamos una postal de la mascota del colegio contándonos en qué país se encontraba en su viaje por el mundo, que correspondía al que trabajaríamos esa semana. Lo ubicábamos en el mapa y a lo largo de la semana recibíamos la visita de la familia correspondiente a ese país, con material, información, manualidades, danzas y canciones tradicionales o con degustaciones de comida típica.
Descubrir la riqueza cultural
Por último, elaborábamos el mural de cada país para añadirlo a la exposición del proyecto. Nuestro ‘viaje por el mundo’, comenzó en Japón, pasando por Pakistán, Nepal, Brasil, Nicaragua, Uruguay, México, Alemania, Francia, Holanda, Cataluña y finalizando en Euskadi. Hay que resaltar que según íbamos desarrollándolo, tanto los niños como las familias se fueron entusiasmando, tal es así que también tuvimos alguna parada en China y en África (a pesar de que en el aula no tenemos ningún familiar de este origen). ¿El motivo? Familias que tenían ganas de participar en el proyecto aportando información que tenían sobre esas culturas.
Una vez recogida toda la información, realizábamos comparaciones entre las culturas explicadas y la nuestra: la cultura vasca. Para los estudiantes fue muy enriquecedor estas comparaciones ya que a medida que íbamos pasando por cada país, se daban cuenta de que esas culturas diferentes (a su entorno habitual) tenían algunas características similares y otras no tanto, lo que les animaba a plantearse dudas que íbamos resolviendo entre todos.
Socializar en el respeto y la empatía
Con este proyecto hemos hecho hincapié en uno de los pilares básicos de la escuela: la socialización. Cuando los menores acceden a la escuela amplían su círculo de relaciones interpersonales más allá de la familia, generando unos vínculos y actitudes de confianza, empatía y apego, que les ayudan a aprender a vivir en sociedad. Para saber convivir con otras personas, deben poner en práctica una serie de habilidades sociales tales como la participación, la cooperación, la aceptación, el respeto y el aprecio a la diversidad cultural y social, todas ellas presentes en la sociedad. Es importante hacerles ver desde edades tempranas que hay otras realidades, otras culturas además de la propia, y más cuando en la actualidad y dentro de su aula pueden convivir más de una realidad cultural.
También ha propiciado que los niños se conozcan más, que sepan el origen de cada uno de sus compañeros, que descubran dónde se ubican en el mundo y que tengan una mayor cohesión de grupo de la que ya existía. Y ese debería ser el mensaje a transmitir a nuestros alumnos: que una persona haya nacido en un sitio u otro no cambia el hecho de poder vivir juntos aceptando y respetando nuestras diferencias, puesto que la diferencia no resta, sino suma y complementa. Por otro lado, se ha creado un gran vínculo afectivo y de complicidad entre las familias y los docentes que hemos trabajado en el proyecto. Esto es muy importante porque el cole no es solo ‘cosa de los maestros’, es responsabilidad de toda la comunidad escolar.