Para nosotros es fácil diferenciar los fonemas /m,p,b/ o /s,z/…, pero ¿qué pasa con un estudiante o persona sorda que no puede ni escucharlos ni producirlos?, ¿cómo los diferencian?
Nuestro colegio, La Purísima para niños sordos, es de los pocos centros de España específicos para estudiantes sordos, con problemas del lenguaje y otras patologías asociadas. Como profesionales, y desde hace más de cien años, nos hacemos las siguientes preguntas: ¿por qué si un estudiante no escucha un fonema, no puede producirlo?, ¿cómo podemos enseñar la diferenciación y correcta articulación de fonemas similares?, ¿cómo ayudamos a organizar el lenguaje para que nuestros estudiantes sean capaces de expresarse de forma correcta?
Para ello, usamos la Metodología Verbotonal, la innovación educativa y entendemos la tecnología, Programación y robótica como herramientas curriculares y rehabilitadoras que nos ayudan a hacerlo posible.
Programación y robótica en el aula que ayuda: objetivos
En el aula nos propusimos las siguientes metas:
- Aprender a usar herramientas para desarrollar la inteligencia lógico-matemática.
- Descubrir qué es un robot y qué papel tiene en nuestra sociedad.
- Ayudar a los estudiantes a desarrollar un pensamiento abstracto.
- Desarrollar destrezas manuales.
- Capacitar en habilidades para trabajar en equipo, manejo de conflictos, de comunicación y para resolver problemas.
- Desarrollar el aprendizaje de forma divertida.
- Despertar la curiosidad del alumnado por la programación y robótica.
Junto al trabajo diario hicimos uso de tabletas en las aulas con aplicaciones de programación y robótica como ‘Lego Wedo 2.0’, ‘Blue-bot’ o ‘Sphero mini’ en los trabajos por proyectos y también ‘Ozobot’ en las sesiones de rehabilitación de la audición y el lenguaje que, junto con los grafismos fonéticos (representaciones gráficas del habla), ayudan a nuestros estudiantes a escuchar, producir fonemas, estructurar frases y a mejorar el pensamiento y el lenguaje.
Con estas herramientas nos dimos cuenta de que era posible la adquisición espontánea de la abstracción, la imaginación, la planificación, el trabajo en equipo, las estrategias para resolver problemas y, sobre todo, que resultaban útiles para la expresión espontánea de ideas.
El alumnado tenía ganas de comunicarse, de explicar lo que aprendían, de compartirlo con sus compañeros en los pasillos… Sin darnos cuenta estábamos trabajando todos los prerrequisitos comunicativos: percepción visual y auditiva, memoria, atención, razonamiento y motivación. Con ese clima en el aula y en las sesiones de tratamiento individual, teníamos que profundizar en el resto de aprendizajes curriculares.
Comenzamos a trabajar
Desde el inicio del proyecto vimos una alta motivación y participación, consiguiendo cosas que, en un principio, parecían impensables. Gracias al aprendizaje cooperativo, los estudiantes pudieron desarrollar habilidades comunicativas al compartir ideas entre ellos, expresar sus propias opiniones, investigar y negociar posibles soluciones. También aprendieron de la tecnología consiguiendo pequeños retos de la forma más lúdica y práctica.
Así, por ejemplo, el trabajo realizado con ‘Lego Wedo 2.0’ fue el de copiar modelos ya creados y programados para descubrir, observar y ver su funcionamiento. Después pasamos a ofrecerles la oportunidad de crear y dar vida a sus ideas mientras aprendían y disfrutaban.
El beneficio que nos aportó el proyecto es que los estudiantes eran protagonistas de su aprendizaje aumentando su autoestima y confianza en sí mismos, además de perfeccionar su motricidad, ya que las actividades relacionadas con la robótica requieren de la coordinación óculo-manual para desarrollar las construcciones.
Robots: nuevos compañeros de mesa
Otro material con el que nos hemos empezado a familiarizar en el aula es el ‘Escornabot’ básico, con el que construimos nuestro propio robot para ejecutar con los botones secuencias de movimiento. El uso de este robot nos sirvió para presentar contenidos curriculares de forma atractiva y más motivadora.
También, en las sesiones de tratamiento individual, hemos estado trabajando con un robot que se llama ‘Ozobot’. Entre otras muchas funciones, tiene la peculiaridad de que corre por encima de líneas de colores que se dibujan con rotuladores, se le puede insertar códigos de colores (en las líneas) que hacen que el robot vaya más lento o más rápido, gire sobre sí mismo… De esta forma se puede adaptar el recorrido a las intensidades del habla, el tiempo de la producción de los fonemas, la duración, la continuidad o discontinuidad de la producción....
Una vez conocido el robot, pensamos que podría ser un buen recurso para unirlo con los grafismos fonéticos como representaciones gráficas del habla. Una cuestión que ya nos comentó el docente Aldo Gladic.
Con el ‘Sphero Mini’ trabajamos la rigidez cognitiva, ayudándoles a darse cuenta de que las cosas no son siempre igual, que no siempre sirven de la misma forma y no tienen las mismas consecuencias; también las matemáticas para atender a diferentes variables o el lenguaje y el ser capaz de descubrirlo por ellos mismos.
Y con ‘Pokibot’ trabajamos aspectos de la audición como la lateralidad, la localización sonora y el lenguaje. ¿El objetivo? Saber expresarse bien para que los demás les entiendan.
Hemos comprobado que trabajar de esta manera nos ayuda a potenciar en nuestros alumnos aspectos como la abstracción, imaginación, planificación, estrategias para crear y expresar ideas, para la resolución de problemas y el trabajo en equipo: las bases fundamentales del trabajo cognitivo y lingüístico. Además, nos han resultado útiles para una mejor comprensión de los aprendizajes curriculares porque parten de la motivación y de sus intereses.
En definitiva, con la programación y robótica se puede descubrir contenidos curriculares desde el ensayo y el error, el aprendizaje individualizado y el trabajo en equipo.
Esta experiencia se presentó al encuentro de Utopías Educativas 2018.