Cómo motivar a los alumnos a través de la ciencia

La diversión y la iniciativa son ingredientes básicos, especialmente en asignaturas prácticas como las de ciencia que se desarrollan en un laboratorio.

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Docente Sergio Quintana Con Los Alumnos Que Participaron En El Concurso
Docente Sergio Quintana con los alumnos que participaron en el concurso 'Cristalización en la Escuela'

La asignatura de CAAP (Ciencias Aplicadas a la Actividad Profesional) es una materia de clara orientación práctica que, los que hayáis tenido el privilegio de impartirla, sabéis que consta de varios bloques: “maestro, haz algo que explote”, “maestro, haz algo de colores”, “maestro, haz algo de colores que explote” y, cómo no, “maestro, si no dejas que lo hagamos nosotros no tiene gracia”. 

Habíamos participado en los dos años anteriores en el concurso ‘Cristalización en la Escuela’, una buenísima iniciativa que funciona no sólo en varias comunidades autónomas de España sino también en otros países y pretende introducir en el método científico a los alumnos, desde la resolución de una situación en laboratorio hasta la exposición y divulgación de los resultados.

Nuestra experiencia, con más esfuerzo que logros académicos por nuestra parte, hizo que decidiera que este curso no presentaríamos un trabajo a base de regañinas de última hora. Os parecerá extraño si os digo que llegamos a ganar la final de Andalucía del citado concurso. Estas son las cuatro fases que pasamos. 

Primero: diversión

Para empezar, quería que los chicos se divertiesen. Ya habría ocasión de hacer que aprendiesen a esforzarse en otro momento u otra asignatura, así que antes de que lo pidiesen iban a estar buscando colores y formas llamativas de cristales. 

Esto, utilizando el llamativo proceso de formación de cristales de fosfato monoamónico (o similares) estudiado desde cualquier enfoque científico posible. Motivador, ¿verdad?

A pesar de todo, yo sabía que por muy inmersos que estuvieran los adolescentes en la cultura de lo inmediato, pocas cosas hay tan satisfactorias como resolver tú mismo cualquier problema, utilizar tus conocimientos para crear algo hermoso o descubrir cómo funciona algo a lo que no todos han podido llegar. Ellos tenían apatía, pero yo tenía a la ciencia, botes con colorantes y varios kilos de fosfato amónico de mi parte. Sólo era cuestión de paciencia.

Estudiantes De Ies Sulayr De Pitres Investigan En El Laboratorio Sobre La Formación De Cristales
Estudiantes de IES Sulayr de Pitres investigan en el laboratorio

Empezamos a hacer cristales siguiendo los protocolos, buscando resultados de colores curiosos y dejando que disfrutasen de la parte práctica. Expliqué los resultados después de llegar a ellos para no perder ese punto de asombro que permite el mejor aprendizaje y hace que comprender lo que es una disolución metaestable sea un triunfo para conseguir mejores cristales. 

Empezó a pasar lo que siempre pasa en un laboratorio, que las cosas no salen como esperas. “Maestro, si lo he hecho igual que los otros, ¿por qué mis cristales no cogen color, son más pequeños, no hay ni cristales o tienen más color?”. Toda una serie de contratiempos y sinsentidos que a los profesores nos crea la ilusión de pensar “ahora sí que os vais a enterar de cómo funciona esto”.

Seguían mecánicamente los pasos concretos que cada día les indicaba, y poco a poco se iban encontrando con obstáculos que aprendían a solucionar y adquirían herramientas que a mí me permitirían llevarles a la siguiente etapa.

Segundo: Tener iniciativa

Para que empezaran a tener iniciativa, yo tenía que dejar de tenerla. A estas alturas, dominaban lo suficiente el proceso como para buscar sus propios resultados y asumir sus errores y aciertos por el camino. Yo me limitaba entonces a hacerles preguntas para guiarlos. 

Algunos diseñaban sus propias joyas de cristal, estrellas, martillos, animales, les ponían nombres y los veían evolucionar conforme pasaban los días. Ya habían hecho suyo el trabajo. Ahora no los dirigía, sólo aclaraba algunos conceptos y les empujaba a seguir experimentando y a asombrarse con los resultados. Y, para eso, no me importa que me viesen emocionarme por la transparencia de un cristal o por el color de otro o porque hubiésemos aprendido a regenerar cristales rotos. La admiración también se aprende y en la ciencia es un cimiento más. 

Cada vez necesitaban menos aclaraciones, incluso me corrigieron sin problema (y con gracia e ironía) cuando me confundía. Asimilaron los contenidos, el método y la motivación. Trabajaron juntos en algo que rinde buenos resultados incluso cuando no son los que esperábamos. 

Entonces fue el momento de elegir a tres alumnos que representaran al instituto en el concurso. Elegí a algunos de los que más habían trabajado y tuvieron mejores resultados.

Tercero: exposición de los resultados

Ellos dudaban del nivel de su trabajo, pero yo estaba seguro de lo que habían hecho y al verme orgulloso, eso les animaba. Realmente pienso que no me quedaba mucho por hacer como profesor más que ayudarles tanto a afianzar lo que ya estaba hecho y aprendido, como a ir afrontando lo que venía. Algunos de los resultados obtenidos eran realmente llamativos y curiosos, tanto desde el punto de vista estético como científico. 

Los Alumnos Exponen Los Resultados De La Formación De Cristales

Los estudiantes prepararon el póster que explicarían en la final, a modo de congreso científico. Se repartieron sin problemas las tareas, ensayaron la exposición y fue asombroso ver cómo relacionaron sin dificultad conceptos de cristografía que a mí me habían costado en la carrera. Al comparar su trabajo con el de otros institutos es cuando realmente valoraron su propio esfuerzo. 

Después de disfrutar, compartir, aprender y ganar en la final de Granada, seguimos disfrutando, compartiendo, aprendiendo sobre la formación de cristales (y ganando) en la final de Andalucía.

Cuarto: Disfrutar de los resultados

Habían trabajado, aprendido y tuvieron el reconocimiento del premio. Mi función entonces fue ayudar a poner de relieve que un trabajo bien hecho merece su recompensa. Parte del premio fue un viaje a Sevilla para participar en la Feria de la Ciencia. Un viaje que disfrutamos al máximo, sin dejar de aprender y asombrarnos por la diversidad y riqueza de la ciencia y por cómo se multiplica todo cuando se comparte por la mera riqueza del compartir.

Es una experiencia que difícilmente olvidaremos, gratificante y enriquecedora, y que pone en evidencia que trabajando con buen espíritu de nuestra parte muchas veces se recoge y aprende más de lo que se aporta.

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