Él último libro de la psicóloga y pedagoga Rosa Jové se titula ‘La escuela más feliz’ (Editorial La Esfera de los Libros). Con ella hemos hablado de cómo surgió la idea de escribir esta obra y de los elementos que potenciaría (y también suprimiría) en 'esa escuela más feliz', de su percepción de los centros escolares y de cómo estimular la emoción de aprender. ¿Estás de acuerdo con sus declaraciones?
¿Por qué ‘Una escuela más feliz’? ¿Qué percepción tiene de los centros escolares?
A lo largo de mi vida profesional me he dado cuenta de que a muchos niños no les gusta ir a la escuela: los pequeños lloran a la entrada, otros muestran dolores de cabeza y de barriga ante la idea de ir, y también están los que odian los lunes por todo lo que representan.
Un segundo grupo lo conformarían los que no muestras tanto su disgusto, pero que si les preguntamos si prefieren ir a la escuela o no normalmente responderían la segunda opción. Incluso existe un tercer grupo: son aquellos que se encuentran bien en el centro educativo, pero que cuando suena el timbre que marca el fin de la jornada escolar no pueden evitar salir en tropel y con alegría.
¿Qué estamos haciendo mal? Esta es la pregunta que me hice, y por eso me decidí a escribir un libro para hacer una escuela más feliz. No quiero decir que las escuelas no sean lugares felices, pero sí que podemos trabajar para que lo sean más y se convierta en ese lugar donde los niños quieran estar.
En su obra habla de ‘descubrir el don de cada niño y estimular su educación’. ¿Cómo se logra teniendo en cuenta un sistema donde las clases magistrales siguen pesando mucho?
Para descubrir el don de cada niño y estimular su educación no importa si las clases son magistrales o no. Es algo que puede hacerse desde cualquier metodología. Lo que sucede es que hay metodologías que facilitan el hacerlo, como, por ejemplo, las que trabajan las disciplinas de forma transversal o en las que hay una interacción continua entre profesores y alumnos. En este sentido las clases magistrales no posibilitan tanto el hacerlo, pero no por ello es imposible lograrlo.
¿Cómo puede la escuela fomentar el sentimiento de felicidad entre los estudiantes y así estimular la emoción de aprender?
Muchos centros tienen todavía pendiente su actualización a los retos que plantea la educación en este siglo
Entre los más básicos citaría la necesidad de adaptarse al siglo XXI, a eso que la UNESCO ya advirtió hace mucho tiempo, cuando dijo que el papel de las escuelas ya no ha de ser tanto transmitir conocimientos sino competencias: aprender a hacer, aprender a ser, aprender a convivir, aprender a conocer… Muchos centros tienen todavía pendiente su actualización a los retos que plantea la educación en este siglo, e intentar que los niños, cuando entran cada mañana la cara se les ilumine.
En las empresas hemos logrado que existan departamentos de recursos humanos para que los trabajadores estén mejor en ellas, puedan comentar sus problemas… y eso no lo hemos hecho aun en las escuelas. No digo que deba existir un departamento de recursos humanos en las escuelas (que no estaría mal), digo que, como se hace en las empresas, exista ese interés por que se acuda más contento, por solucionar los conflictos entre compañeros, los posibles acosos… En muchas escuelas se hace, pero no de forma protocolizada. Depende del criterio de cada uno y de que sea capaz de detectarlo o no. En general se trata de hablar con los alumnos y que aporten ideas para mejorar su estancia en la escuela.
¿Qué está fallando cuando un alumno no percibe la escuela como un lugar con infinitas posibilidades para su formación y futuro?
Seguramente falla todo. Los maestros, a pesar de su buena intención, igual no han sabido llegar a ese alumno; los padres que seguramente no habrán sabido evidenciar ese sentimiento en su hijo y trabajarlo para revertirlo; o el propio estudiante que no habrá encontrado un objetivo claro en su vida.
Cuando un alumno no percibe la escuela como un lugar con infinitas posibilidades, toda la comunidad educativa deberíamos reflexionar para intentar mejorar cada uno desde su lugar sin tratar de culpabilizar a los demás.
Construyamos una escuela más feliz. ¿Qué elementos potenciaría y cuáles suprimiría?
Suprimiría los deberes y los castigos. Se puede educar sin castigar, la palabra y la reflexión son buenos modelos. Los programas de mentorías también obtienen buenos resultados.
Potenciaría la cohesión de la comunidad educativa: padres, docentes y alumnos deberían trabajar juntos
Potenciaría la estabilidad de las leyes de educación, la formación universitaria del profesorado, el reciclaje formativo de los docentes, los recursos económicos en educación, el excesivo arraigo de metodologías obsoletas y, para mi muy importante, la cohesion de la comunidad educativa: padres, docentes y alumnos deberían trabajar unidos.
Los vínculos entre maestros, familias y sociedad son cada vez más importantes. ¿Qué recomendaciones daría para fortalecer esta relación a tres bandas?
Fomentar más encuentros y dialogo entre ellos. No empezaría por encuentros formales, sino por informales: pequeños grupos entorno a un café para debatir temas, sin que haya diferencias entre padres y profesores. Posteriormente pasaríamos a reuniones más formales porque el grupo ya estaría cohesionado.
Muchas escuelas comienzan a fomentar metodologías capaces de buscar y apostar por el talento, la estimulación, la creatividad de su alumnado… ¿Tiene alguna favorita?
No, porque creo que a veces no depende tanto de una u otra metodología como que los profesores sepan llevarla a buen puerto. Si los profesionales son buenos, me pueden gustar todas.
Por último, un pequeño test. ¿Qué le sugieren las siguientes palabras?
-Aula: un lugar lleno se posibilidades.
-Cambio: circunstancia que favorece la innovación.
-Educación: pieza fundamental en la construcción del ser humano.
-Ilusión: herramienta básica para la educación.
-Feliz: requisito imprescindible para aprender.
-Motivación: llave que abre el aprendizaje.