“La educación es clave para que un niño pueda identificar que es víctima de abuso sexual"

Hablamos con Pilar Rueda, psicóloga y profesora en la Universidad de Málaga, sobre la importancia de trabajar la educación sexual y emocional desde edades tempranas para evitar posibles situaciones de abuso sexual infantil.

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Pilar Rueda

Uno de cada cinco menores es víctima de abuso sexual antes de cumplir los 18 años, según datos recopilados por el Consejo de Europa. Estas conductas incluyen tocamientos, violaciones, acoso, violencia sexual en línea y chantaje sexual; situaciones que en ocasiones son disfrazadas como ‘juegos’ para confundir especialmente a las víctimas más jóvenes. Ante este problema, el papel que juegan las familias y los docentes es clave para tratar tanto de reconocer una situación de abuso como para prevenir y concienciar a los menores ante ellas. 

Además de psicóloga y profesora de la UMA, Pilar Rueda es miembro de la Asociación Con.ciencia, dedicada a la información y prevención del abuso sexual. El próximo 14 de noviembre impartirá en SIMO EDUCACIÓN el taller ‘Docentes 3.0: enseñar al alumnado a protegerse del abuso sexual y las relaciones tóxicas’, en el que ofrecerá de forma práctica y lúdica conocimientos básicos y recursos audiovisuales para Primaria y primeros cursos de Secundaria que ayudarán a los asistentes a prevenir el abuso sexual y desmontar los mitos del amor romántico.

En esta entrevista, hemos hablado con Rueda sobre cómo identificar un posible caso de abuso sexual infantil, el papel que juega la educación sexual y emocional en los estudiantes a la hora de prevenir cualquier tipo de agresión o la importancia de la formación docente en materia de abusos, entre otros temas. 

Pregunta: ¿Cuáles son los principales signos de alerta para detectar que un menor es víctima de abuso sexual?

Respuesta: No hay una regla o un signo que sea específico de abuso. Cuando se trata de infancia, cualquier cambio en el comportamiento debe servirnos como aviso de que ‘algo’ puede estar pasando. Si distinguimos entre síntomas físicos y emocionales o de comportamiento, podríamos discernir algunos como regresiones a etapas previas, por ejemplo, menores que ya controlaban esfínteres y vuelven a hacerse pis; dolores de cabeza o malestar en el estómago, incluidos cambios en el apetito; problemas de sueño y pesadillas; o problemas en la piel causados por estrés.

A nivel comportamental o emocional podemos ver que el menor está más retraído, triste o irritable. Empieza a mostrar rechazo hacia algún adulto con quien tiene mucho trato habitualmente sin que sepa explicar por qué. O comienza a recibir regalos que encontramos de casualidad, y que no enseña libremente. También en casa se comporta de forma distinta o pueden surgir problemas en el colegio… La hora del juego también nos puede dar pistas: juegos con muñecos en los que hay posturas sexuales o se utilizan palabras de tipo sexual que no sabemos dónde han podido aprender. Además, los signos dependen de la edad, no lo veremos igual en pequeños de cuatro o cinco años que en menores de nueve o diez, por ejemplo. Y, si bien no debemos alarmarnos en exceso, sí que no debemos dar por hecho que ‘son cosas de niños’ cuando hay cambios o síntomas persistentes que no tienen un motivo que conozcamos.

P: ¿Crees que en los centros educativos se pone suficiente el foco en la prevención de este tipo de abusos? ¿Existe algún protocolo de actuación específico?

R: Depende mucho del centro. Algunos ponen mucho énfasis en la educación emocional, otros en aspectos relacionados con la salud física, otros en cuestiones de interculturalidad e inclusión de distintas capacidades. Es muy difícil llegar a todo. Al ser la educación una competencia derivada a las comunidades, cada una de ellas tiene sus propios protocolos. El ‘quid’ de la cuestión es la preparación de los adultos, docentes y familias para identificar que un menor está siendo víctima de abuso, pues debido al silencio al que el abusador somete a los niños, es muy complicado que éstos busquen ayuda por sí mismos. Y si lo hacen, en la mayoría de los casos es después de haber pasado un tiempo sufriendo el abuso. Por ello, además de saber identificar, debemos estar preparados para responder. 

Imparto clase en primer curso del grado en Educación Infantil y Educación Primaria y mi alumnado se pone tenso solo hablando del tema. ¿Puedes imaginarte el impacto que supone que un niño de tu clase te cuente que ‘x’ persona le toca? Es importante que sepamos gestionar este tipo de situaciones pues nuestra respuesta y atención será clave.

“Es fundamental que la clase sea un espacio seguro en el cual los pequeños  puedan comunicarse y aprendan a hacerlo”

Pilar Rueda

P: ¿Qué pueden hacer los docentes en el aula para concienciar y prevenir a los menores sobre estas situaciones?

R: Es fundamental que la clase sea un espacio seguro en el cual los pequeños  puedan comunicarse y aprendan a hacerlo. No sólo en los aspectos más formales de la comunicación, sino en reconocer y hablar de las emociones, las propias y las de los demás. Que se sientan escuchados y que su sentir sea importante.

Como puntos más concretos podríamos destacar hablar del cuerpo con naturalidad y enseñar a los estudiantes varias cuestiones: primero, que su cuerpo les pertenece. Deben saber identificar sus partes, incluidos sus genitales, y saber que nadie tiene derecho a tocarlos sin su consentimiento. Enseñarles a reconocer cuando un ‘juego’ les incomoda, les da miedo o les avergüenza y que no deben jugar a nada que les genere este tipo de emociones; hacerles ver la diferencia entre lo que llamamos un secreto bueno y un secreto malo, pues el abuso se refugia mucho en el secretismo. Así, un secreto bueno es el que nos hace ilusión, nos da alegría; mientras que uno  malo es aquel que nos hace sufrir al mantenerlo. También es conveniente que sepan lo que es un chantaje o un soborno en contraposición a un regalo. Con frecuencia, el abusador utiliza los regalos como estrategia para ganarse la ‘colaboración’ del menor.

Pilar Rueda Abuso Sexual

P: ¿Es necesario que la formación del profesorado aborde contenidos que les permitan trabajar con mayor profundidad estos problemas?

R: Me parece básico. La infancia es una época de máxima vulnerabilidad e importancia para el desarrollo socio-emocional posterior y los menores pasan muchas horas en el colegio. Junto con la familia, los docentes son los principales referentes para el desarrollo y el aprendizaje.

P: ¿Por qué crees que hay personas que sostienen que es un error trabajar la educación sexual desde edades tempranas? ¿Es una de las claves que puede ayudar a los menores a ser conscientes de que están sufriendo abuso sexual?

R: Creo que la sexualidad sigue siendo un tema tabú en nuestra sociedad. A pesar de que aparentemente se habla sobre sexo sin tapujos, me da la impresión de que se ha banalizado y sigue sin considerarse, ni siquiera entre los adultos, la sexualidad en su relevancia para el ser humano. Si se trata de los menores, sigue habiendo miedo. Se tiene la creencia equivocada de que hablarles de sexualidad (que no de sexo) les puede empujar a determinadas conductas o puede poner en peligro su ‘inocencia’, cuando es todo lo contrario. Nada atenta más contra la inocencia infantil que una situación de abuso sexual. Y sin duda la educación es la única forma de que un niño pueda identificar que están intentando abusar de él o ella. Y la educación recibida cuando somos pequeños, en la adolescencia, cuando hay un despertar a la sexualidad y al sexo, se traducirá en menos conductas de riesgo y más conciencia del propio cuerpo.

P: En la adolescencia también suelen darse muchas situaciones de abuso sexual, pero muchas jóvenes no son conscientes de ello. ¿Por qué crees que esto ocurre? ¿Influyen en ellas los tópicos tradicionales del amor romántico o la visualización de la pornografía?

R: Hay múltiples factores que dan lugar a que esto ocurra pero al final podríamos resumirlos en una carencia de educación socio-emocional. En la adolescencia se puede confundir o mezclar la popularidad y la aceptación de los iguales con el tener más ‘éxito’ a la hora de tener relaciones o contactos sexuales. Entendiéndose en este caso como cantidad o frecuencia. Asimismo, encontramos adolescentes con una baja autoestima que la buscan a través de contactos sexuales. Y, como guindas del pastel, los mitos que siempre han existido sobre el amor romántico: “el amor, todo lo puede”, “quien bien te quiere, te hará llorar”, “si amas a alguien se lo das todo" y un largo etcétera.  

Otro factor es el acceso total a pornografía por parte de niños pequeños que ‘aprenden’ que el sexo es lo que muestra este contenido. Hoy en día niños de nueve  y diez años ya acceden a contenidos pornográficos. Es muy preocupante. Y, por supuesto, no podemos olvidar el papel de las redes sociales y los estándares que marcan en cuanto a maneras de relacionarse y sobre lo que es la feminidad y la masculinidad. Tenemos adolescentes de 15 años que sacan buenas notas en la mayoría de los exámenes pero que son incapaces de expresarle a la pareja con la que están que no quieren ir más allá de un beso. Deberíamos preguntarnos qué estamos haciendo mal como adultos responsables.

“Creo que hemos creado un entorno social en el que proliferan los discursos pero no se ayuda a los más jóvenes a comprenderlos, cuestionarlos o interiorizarlos”

Pilar Rueda

P: Al igual que con el abuso sexual, cada vez más adolescentes son víctimas de violencia de género. ¿Por qué crees que han aumentado las cifras en los últimos años? ¿Influyen en estas situaciones las redes sociales y los discursos que circulan por ellas?

R: Sin duda. Distintos estudios han coincidido en los últimos años en mostrar que hay muchas ideas machistas entre los jóvenes, tanto en ellos como en ellas. Por no hablar de las noticias sobre abusos entre menores que nos golpean de vez en cuando. Nos encontramos con una gran carencia a la hora de hablar de gestión de las emociones, del propio autocuidado, de los límites, de la tolerancia a la frustración, de la demora en la gratificación y de lo que constituye una relación sana. Creo que hemos creado un entorno social en el que proliferan los discursos pero no se ayuda a los más jóvenes a comprenderlos, cuestionarlos o interiorizarlos. Es como dar una cesta con huevos, harina y azúcar pero sin explicar cómo se hace un bizcocho. 

Además, la música que escucha la mayoría de los jóvenes es para echarse a temblar. Da igual que la cantante sea una chica o un chico, el discurso está basado en el lujo material, el sexo y el alcohol (cuando no en el consumo de drogas). Muchos no tienen una buena autoestima, no saben reconocer que sienten miedo o tristeza y lo expresan en forma de celos o muestras de poder, no saben expresarse asertivamente, ni cómo buscar apoyo en su familia o amigos… Y se exponen a contenidos pornográficos e ideológicos sin saber cuestionar nada de lo que escuchan o ven. Esto se traduce en una persona ‘preparada’, bien para ser víctima de violencia de género, o bien para ser quien la lleve a cabo.

P: ¿Cuáles son las claves para trabajar con los adolescentes temas tan importantes como el consentimiento y el respeto, la importancia de tener relaciones sanas, de establecer límites…?

R: La clave es hacerlo desde el respeto, sin paternalismos. Cuando damos una serie de instrucciones, sin más, esa información no llega. Cuando hablamos aleccionando y visualizando el futuro, tampoco. Recordemos cómo era el mundo para nosotros cuando éramos adolescentes, qué necesitábamos, qué tipo de conversación agradecíamos y disfrutábamos. Y a partir de ahí, ayudarles a cuestionar los valores: ¿realmente el sexo te hace alguien grande o importante? ¿Crees que tu valor debe estar basado en lo que haces con tu cuerpo? ¿Ser un ‘hombre’ es conseguir la gratificación inmediata o eso es más bien lo que hacen los animales? ¿Quién eres tú? ¿Qué quieres ser? ¿Cómo te sientes cuando dices sí pero realmente quieres decir no? ¿Cómo te sientes cuando obligas a alguien a hacer algo? ¿Por qué no le dices que esa conducta no te gusta? Éstas y otras preguntas, todas relacionadas con la autoestima, el propio valor personal, la importancia del sexo en quiénes somos, la necesidad de poner límites, el cuestionamiento de la masculinidad, la feminidad y de lo que es una pareja son imprescindibles. Educar no es aleccionar y decir qué hacer, sino guiar a los adolescentes a interiorizar y desarrollar valores y creencias sanas sobre quiénes son y sobre las relaciones. 

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