La metodología Aprendizaje-Servicio (ApS) comenzó a desarrollarse en España hace algo más de una década, como una solución que permite al alumnado aprender a través de la experiencia y realizando un servicio comunitario en su entorno más próximo. Así, y gracias a ella, no sólo se benefician los estudiantes, también los docentes y la localidad del centro de enseñanza.
Con motivo de la entrega de los Premios Aprendizaje-Servicio 2018, liderados por el grupo editorial edebé, la referente en esta metodología Nieves Tapia visitó Madrid. Con ella hemos hablado acerca de lo que el ApS servicio aporta a la educación frente a otras metodologías activas, pero también de los elementos que la caracterizan y cómo puede beneficiar a los estudiantes.
¿Cómo surge su interés por esta metodología?
Tomé contacto con ella cuando participaba en una reunión en la Universidad de Nueva York. Desde el primer momento, sentí que se trataba de una propuesta que tenía mucho sentido dada mi experiencia: en la adolescencia formé parte de movimientos juveniles y organizaciones católicas y a los 18 años había aprendido a organizar eventos, convocar a la gente y hablar en público. Además, había desarrollado una serie de competencias a través de mi actividad de voluntariado y de participación social, aprendiendo cosas que ni la escuela ni la universidad me habían enseñado.
Cuando me explicaron que el ApS es una manera de desarrollar la parte formativa de las actividades solidarias y de voluntariado -y cómo es posible vincular el aprendizaje formal con estas actividades- para mí tuvo muchísimo sentido. Por tanto, cuando le damos a un niño, un adolescente o un joven la posibilidad de ponerse al servicio de los demás (y de trabajar por el bien común) no sólo es un aporte importante para la sociedad, sino también para su formación.
¿Qué ha aprendido sobre ella a lo largo de su experiencia?
La pedagogía del ApS se ha difundido sobre todo por el aprendizaje recíproco entre los educadores. Creo que es una innovación pedagógica porque nace de una experiencia y de unos docentes que son reales y que con sus estudiantes realizan proyectos concretos. No existen dos experiencias iguales, pero aprender de otros inspira, da ideas y ayuda a mejorar las propias prácticas. Esta es una diferencia importante respecto a otras propuestas más verticales y ‘enlatadas’ que carecen de esa flexibilidad para adaptarse a un proyecto de centro, un contexto cultural y un grupo específico de alumnos.
El ApS nace de una experiencia y de unos docentes que son reales y que con sus estudiantes realizan proyectos concretos
Si bien todas las pedagogías contemporáneas hablan de la importancia de la centralidad del sujeto que aprende, la realidad nos dice que a veces cuesta salirse de la cátedra. En el ApS, el protagonismo del alumnado es vital. Me parece, en este sentido, que trabajar juntos por el bien común ayuda a que los docentes se bajen de esta cátedra y que participen como acompañantes de los procesos de aprendizaje.
Por otro lado, la visión de la institución educativa como un fin en sí mismo ha ido cambiando a lo largo del siglo XX, pero todavía la sensación es que vive en una especie de isla. El ApS ayuda a que las escuelas y los centros se auto-perciban como parte de un tejido social porque lo que pasa en el exterior también sucede dentro, y que lo que se aprende puede aplicarse y desarrollarse fuera de sus muros. Asimismo, contribuye a fortalecer y a pensar en la comunidad no sólo como un espacio de participación, sino también de aprendizaje y diálogo.
¿Qué aporta y ofrece el ApS frente a otras metodologías?
El ApS forma parte de un universo más amplio. Es un tipo de aprendizaje en base a proyectos y problemas y, aunque comparte puntos en común con algunas de las metodologías activas, no hay que olvidar que en el ApS se aprende en torno a un problema que es identificado junto a los actores de la propia comunidad. La finalidad no sólo es aprender sino intentar aportar una solución .A este respecto, hay aprendizajes basados en problemas que pueden quedar encerrados dentro del aula pero aquí se exige una interacción con la comunidad que tiene el problema real. Es posible diseñar problemas muy ricos desde lo pedagógico, pero que no tengan nada que ver con la vida real de los estudiantes. Eso en el ApS es imposible que pase.
Algo semejante sucede con el aprendizaje basado en proyectos. Por tanto, el énfasis que pone el ApS respecto a otras pedagogías activas es la importancia de asumir la comunidad como parte del espacio de aprendizaje y a nuestros interlocutores como co-educadores junto a nosotros.
¿Qué elementos caracterizan a este aprendizaje? ¿Cuáles son los beneficios para los estudiantes?
Partiendo de los aspectos académicos, hay que ver cómo vincularlos a las actividades solidarias, de voluntariado y participación cívica que de una manera u otra se desarrollan para comprobar las oportunidades de aprender que brindan. Así, para los alumnos va a ser mucho más motivador e interesante aprender para hacer algo concreto que aprender porque hay que aprobar un examen; porque el ApS aporta un nivel de motivación y entusiasmo que desencadena la propia creatividad de los estudiantes. De igual forma, genera unos vínculos sumamente positivos y enriquecedores con el profesorado.
¿Existe algún tipo de clasificación o tipología de los proyectos ApS?
Hay experiencias protagonizadas por niños muy pequeños hasta la etapa de los postgrados universitarios. Es posible realizar ApS vinculando la metodología con todas las disciplinas y temáticas posibles, algunas incluso súper especializadas. En Argentina, por ejemplo, el Premio Presidencial de Escuelas Solidarias estableció nueve grandes categorías temáticas, algunas de las cuales presentan a su vez una subclasificación. Incluso existen clasificaciones que tienen en cuenta el modo en que el ApS se inserta curricularmente.
Hay que ver cómo los elementos fundamentales del ApS (acción solidaria, protagonismo de los estudiantes e inserción curricular) se articulan de la mejor manera
La cuestión más importante es cómo alcanzar la mayor calidad en las prácticas y cómo sus tres elementos fundamentales (acción solidaria, protagonismo de los estudiantes e inserción curricular) pueden desarrollarse y articularse de la mejor manera.
¿A partir de qué edad considera que puede utilizarse con los alumnos?
Nuestra experiencia en América Latina, pero también a nivel mundial, nos dice que existen excelentes iniciativas desde los 3 años. En una ocasión, el Premio Presidencial de Escuelas Solidarias lo ganó un jardín de infantes donde los alumnos, en su huerto escolar, cuidaban plantas de especies originarias para ayudar a la administración de parques nacionales a reforestar un parque en la Patagonia que sufrió un tremendo incendio. Se trata de una experiencia en la que los niños desarrollan la actividad de huerto prevista en el currículo, pero también aprenden Ciencias Naturales; adquieren conocimientos sobre los vínculos con su comunidad; y contribuyen a reforestar el parque nacional.
Lo importante es que estas experiencias se adecuen a cada edad. En la primera infancia, son importantes los proyectos acotados en el tiempo y cuyos resultados puedan verse en un período determinado. Ya en la adolescencia, recomendaría proyectos que permitan a los estudiantes reflexionar acerca de las causalidades de los problemas y que puedan comprometerse con iniciativas de mayor duración para desarrollar su responsabilidad, compromiso y capacidad de planificación. En cambio, en la universidad son fundamentales las iniciativas relacionados con el perfil profesional a formar y que den la posibilidad de pensar en el ejercicio de la profesión; no sólo en cuanto a crecimiento personal, también desde el aporte que este perfil profesional haga al bien común.
En el caso de nuestro país, ¿cómo valora el desarrollo y evolución del ApS en los centros de enseñanza?
De alguna manera fui socia y co-protagonista de los primeros pasos en España hace casi 15 años, y me parece sorprendente y estimulante la rapidez con la que el ApS ha entrado en la discusión cotidiana educativa. En España se ha dado una alianza muy interesante entre las universidades, los docentes que hacen ApS en los centros educativos, el gobierno local y las organizaciones de la sociedad civil. Las Comunidades Autónomas han desempeñado también un papel destacado, en especial por la idea de generar centros promotores con participaciones múltiples que han aportado una notable riqueza y enraizamiento.
No sólo están los pedagogos, también los líderes de las organizaciones sociales, los responsables de las políticas educativas, docentes, estudiantes… También hay que destacar el diálogo con América Latina a través de la Red Iberoamericana de Aprendizaje-Servicio, porque ambas son complementarias y pueden enriquecerse de manera mutua.
Por último, un pequeño test. ¿Qué le sugieren las siguientes palabras?
- Aprendizaje: crecimiento.
- Enseñanza: acompañar.
- Sociedad: se necesita una aldea para educar a un niño.
- Solidaridad: reconocernos como hermanos y hermanas que viven en una única casa donde hay que cultivar el tratarse bien.