‘Liderar para transformar, transformar para liderar’ es el título de la charla que Jordi Musons, experto en innovación educativa y responsable del centro Sadako (Barcelona), impartirá en la Jornada de Directores de SIMO EDUCACIÓN 2024. En este evento, patrocinado por Google for Education, varios expertos compartirán además su visión sobre los cambios en el liderazgo educativo y la influencia de la IA, así como las herramientas fundamentales para apoyar a los responsables educativos en su labor diaria.
Pregunta: ¿Qué importancia tiene que el equipo directivo de una escuela adquiera un papel de liderazgo?
Respuesta: Sin un liderazgo claro, las posibilidades para que un centro educativo evolucione son escasas. De todas formas, tampoco sirven todos los liderazgos, sino aquellos que se sostienen sobre una dinámica transformacional y de confianza con todos los equipos que tienen los centros. El director es la cara visible, pero en la mayoría de las escuelas avanzadas el liderazgo no lo lleva a cabo una persona en solitario sino un equipo, a veces más anónimo, pero clave en la dinamización del resto de personal y del propio centro. De la capacidad que tenga para delegar y distribuir su liderazgo y al mismo tiempo crear una visión compartida con todos dependerá gran parte del éxito en la cohesión y evolución del proyecto educativo.
Los equipos directivos de las escuelas líderes suelen ser inquietos, están presentes en formaciones y actos educativos, y suelen trabajar en red con otros centros. Y también, como suele suceder con los docentes de estos centros, trabajan muchas más horas de las deseables.
P:¿Cuáles son las claves para abordar la desigualdad? ¿Y el fracaso escolar?
R: Enfrentar ambos temas es un desafío complejo que requiere de un enfoque integral y multifacético. Algunas claves importantes que, según mi parecer, hay que contemplar son que el sistema educativo debe contar con los mejores docentes preparados para abordar la heterogeneidad de las aulas, y educar en la complejidad social y emocional que tenemos. Posiblemente, se requiera de mayores plantillas, más preparadas y, por supuesto, multidisciplinares. Es prioritario normalizar la docencia compartida como herramienta clave de mejora de los centros educativos para abordar la complejidad.
P: ¿Cuáles deben ser los objetivos de una escuela para conseguir la transformación educativa?
R: El objetivo no debería centrarse exclusivamente en la transformación educativa en sí misma, sino en la mejora continua de la organización para adaptarse a los nuevos contextos y conocimientos que vamos adquiriendo. Esta mejora debe orientarse hacia la calidad educativa, la equidad y la inclusión, y la transformación es la herramienta para conseguirlo.
Debemos avanzar hacia un aprendizaje significativo que, además de garantizar un desarrollo de competencias técnicas y cognitivas, también lo haga con habilidades como la empatía, la comunicación efectiva, la resolución de conflictos y el trabajo en equipo para ayudar a los estudiantes a establecer relaciones positivas, manejar el estrés, y enfrentar los desafíos sociales y emocionales.
P: ¿Cómo es posible superar los obstáculos de los reticentes?
R: La prioridad de los equipos directivos involucrados en la transformación de un centro no debe ser la movilización de este colectivo reticente, sino crear una visión compartida de la transformación que quieren llevar a cabo. Por eso, es fundamental que los docentes sean capaces de hacerse preguntas y sugieran propuestas de mejora para que, más tarde y sistémicamente, se implanten de forma coherente en todo el centro educativo. Más importante que convencer a los reacios al cambio es empoderar a todo el equipo docente en una espiral de cambio lenta pero constante de revisión, transformación y evaluación.
Por otra parte, hay que ser consciente de la fuerza que tienen muchos falsos mitos en educación y que están muy arraigados como el valor de la evaluación y la disciplina. O la repetición como herramienta de presión para estimular el aprendizaje; también el valor de la magistralidad o del docente como eje fundamental de la transmisión del conocimiento que, a menudo, se convierte en uno de los principales obstáculos invisibles para la transformación educativa.
P: Si tuviese la potestad de decidir cinco elementos que deben ser cambiados o introducidos para mejorar la calidad de la educación, se decantaría por…
R: Es preciso distinguir entre propuestas macro, del sistema, o micro, y de la organización. Son dos perspectivas diferentes y, por tanto, se desprenden necesidades distintas. En el primer caso, me inclinaría por la transformación de los procesos de formación y selección del profesorado: deberíamos acércanos a modelos europeos más avanzados y centrados en el acompañamiento del docente primerizo. De igual modo, los procesos de evaluación deben garantizar un alto nivel competencial del profesorado antes de su consolidación como funcionario público.
Al mismo tiempo, es indispensable un pacto político a medio plazo que garantice una visión compartida entre partidos políticos y que evite bandazos ideológicos propios de las alternanzas de gobierno. Lamentablemente, son muchos más los desafíos que debe afrontar nuestro sistema educativo como que los centros deben ganar en autonomía y tener una mayor capacidad para tomar decisiones que respondan a las necesidades de su alumnado. También se deben reducir los procesos extremadamente burocratizados que aumentan la carga de gestión docente y especialmente directiva y sin lugar a dudas es indispensable, tal como recomienda Naciones Unidas, destinar el 6% del PIB a educación, por citar algunos ejemplos.
P: ¿Y en el caso de que se trate de una organización en concreto?
R: Deberíamos ser capaces de avanzar hacia contextos de aprendizaje donde el alumnado tenga niveles elevados de motivación y autonomía para involucrarse y gestionar su propio aprendizaje; donde los docentes que le acompañan lo hagan desde formatos de docencia compartida, creando propuestas para desarrollar aprendizajes complejos y contextualizados. En este aspecto incluyo procesos educativos en los que la evaluación se aborde desde una perspectiva formativa, de auto o coevaluación, y con herramientas de feedback de modo que el estudiante aprenda a reconocer los aspectos que debe mejorar y también sus propias fortalezas.
Una educación centrada en el estudiante implica dejar atrás la tradicional libertad de cátedra y crear proyectos educativos transformadores y sincrónicos que le motive a participar en la comunidad escolar y sentirse agente activo en la toma de decisiones y en la transformación del propio centro. Por tanto, una comunidad educativa transformadora debe ser un espacio donde el alumnado sea capaz de tener ideas e iniciativa para liderar su aprendizaje y sus propios proyectos para transformar y mejorar la comunidad educativa o su entorno. En definitiva, una escuela que despierte los sueños de nuestra juventud, que cultive la solidaridad, la esperanza y el deseo de aprender, enseñar y transformar el mundo.
P: Aprender conocimientos y/o desarrollar habilidades. ¿Cuál debe ser el propósito de la educación?
R: La creación de conocimiento y el desarrollo de habilidades no son metas opuestas, sino dos facetas complementarias de un mismo objetivo. Pero, ciertamente, es necesaria una reflexión profunda sobre cuáles son los propósitos de la educación actual. Creo que la pregunta crucial que debemos plantearnos es si un joven que ha completado su itinerario académico en el sistema educativo está listo para seguir aprendiendo a lo largo de su vida en un mundo cambiante. Más aún, debemos cuestionarnos si está cualificado para llevar una vida saludable, cultivar relaciones positivas, adoptar valores éticos y sentir un compromiso responsable con su comunidad.
El cambio del ecosistema escolar es tan sumamente lento que todavía hoy estamos inmersos en una implantación del aprendizaje competencial, aunque ya la Ley Orgánica de Educación (LOE) de 2006 hacía hincapié en su importancia porque es clave para la vida y el entorno laboral.
En la actualidad, el propósito fundamental de la educación debería ser el de capacitar a los individuos para convertirse en ciudadanos informados, éticos y competentes, que sean capaces de contribuir al progreso y el bienestar de la sociedad, sin perder la motivación para aprender con rigor y profundidad. En esta transición hacia una educación más comunitaria y centrada en el estudiante no deberíamos presentarla como una alternativa al modelo tradicional, sino más bien como una propuesta integradora que combina ambos enfoques.
P: ¿Qué debería modificarse en el sistema educativo para que las materias curriculares pierdan peso en favor de la creatividad, la innovación, el emprendimiento o la ética? ¿Cómo incluir estas habilidades en las asignaturas de modo transversal?
R: No creo que la solución sea dividir entre materias académicas y asignaturas para desarrollar las soft skills o habilidades sociales. Más bien deberíamos enfocar las competencias socioemocionales como una prioridad que se practica al mismo tiempo que se aprenden otras áreas del conocimiento. Debe ser compatible practicar y desplegar competencias lingüísticas o matemáticas a la vez que estas se convierten en un instrumento para poner en valor la capacidad de cooperar, la empatía, la toma de decisiones o la creatividad.
P: ¿Cómo se imagina (o le gustaría que fuese) la educación del ‘futuro’?
R: Sinceramente, creo que estamos inmersos en una transición educativa, pero la verdadera transformación todavía está por venir. Es necesaria una escuela que sea capaz de abordar el populismo, las desigualdades sociales y económicas o de género, por citar algunos ejemplos, y que permita resaltar los talentos diferentes de un alumnado heterogéneo. Para hacerlo hay que remodelar el sistema y reinventar la escuela. Son necesarias dosis muy altas de pensamiento divergente, voluntad social y política, y atrevimiento para hacer aflorar nuevas propuestas que posibiliten una verdadera educación de calidad.
No sé cómo será la escuela, al igual que no puedo imaginar cómo será la sociedad de los próximos años, pero sí sé que actualmente se calcula que más de uno de cada siete adolescentes de 10 a 19 años en todo el mundo tiene un problema de salud mental y que el 25% de la población, según la OMS, lo tendrá en algún momento a lo largo de su vida. En este contexto, la escuela debe y deberá ser un espacio donde se aprenda a estar bien con uno mismo y con los demás. Personalmente, sólo me gustaría que la escuela del futuro, como ya se defendía en la Declaración de Incheon de Unesco de 2015, sea útil para desarrollar las competencias, los valores y las actitudes de manera que los ciudadanos gocen de una vida saludable, tomen decisiones bien fundamentadas y afronten los problemas a escala local y mundial.