Esto no es una escuela es un proyecto puesto en marcha por Diana de Horna y Diego Gutiérrez que quiere acercar a la comunidad educativa y a las familias las escuelas innovadoras que han tenido oportunidad de visitar en diferentes países del mundo.
Esto no es una escuela “La escuela tiene que abrirse al mundo”
Su experiencia se podrá ver en un documental que se financia a través de una campaña de crowdfunding, en la que aún estáis a tiempo de colaborar. Hablamos con ellos sobre esta experiencia y sus impresiones.
Desde EDUCACIÓN 3.0 hemos tenido la oportunidad de contar vuestro proyecto ‘Esto no es una escuela’. ¿Cómo surgió la idea de embarcaros en esta iniciativa y buscar escuelas innovadoras?
Cuando nació nuestra hija hace 4 años empezamos a conectar otra vez con la infancia, volvimos a recordar cómo la habíamos vivido nosotros, pero no tanto desde lo racional sino desde las emociones. Y al recordar la escuela, el instituto o incluso la carrera, nos dimos cuenta de que queríamos otra cosa para nuestra hija, sobre todo porque redescubrir la curiosidad inmensa de una niña y su afán de aprender nos hizo replantearnos para qué y cómo educamos. Fuimos investigando y encontramos autores como John Holt, Alice Miller, María Montessori, Paulo Freire, John Dewey... que nos fascinaron. Así, al tirar del hilo nos topamos con experiencias educativas fantásticas que son muy poco conocidas y quisimos divulgarlas. ¿Qué mejor manera de hacerlo que con un viaje en familia y en bici compartiéndolo en redes sociales? De esta manera nació nuestro blog y también la idea de producir un documental que reflejara esta experiencia y las iniciativas y personas que hemos conocido, y que forman parte de un cambio profundo en la forma en que educamos a nuestras hij@s.
¿Qué ha sido lo más llamativo de esta experiencia?, ¿es posible una escuela alejada de los métodos de enseñanza tradicionales?
Lo más llamativo ha sido encontrar espacios de aprendizaje en medio del bosque (las Waldkindergartens de Alemania), donde las niñ@s pueden correr y jugar al aire libre todo el día, sin más instalaciones que una simple cabaña, sin juguetes o sillas; o conocer una escuela pública con cerca de 1.500 estudiantes y una larga tradición que apuesta por eliminar los deberes y los exámenes, y aprender haciendo (St. John’s, en Inglaterra). También hemos encontrado una escuela pública donde los alumn@s, a partir de los 5 años, pueden votar en asamblea decisiones sobre el presupuesto, el currículum, las disputas y otras cuestiones que normalmente están reservadas a los adultos (Bealings, Inglaterra). Ver escuelas donde las chicas y chicos aprenden desde hace décadas siguiendo su propia curiosidad, sus intereses, sin asignaturas ni exámenes, y relacionándose en un plano de igualdad con los docentes, es posible como las iniciativas llevadas a cabo en el centro Sands de Inglaterra o De Vallei en Holanda.
También nos gustaría hablar de la escuela norteamericana Tinkering Scholl: está ubicada en una nave industrial y en ella los estudiantes aprenden a usar casi solos herramientas pesadas como taladros y radiales, recuperando la sensación de control y de confianza en sí mismos En nuestro país hemos tenido la oportunidad de conocer escuelas libres que llevan décadas funcionando como cooperativas, y escuelas públicas que están siendo pioneras en aplicar una metodología “viva y activa” que cambia por completo la experiencia de ir al cole.
Todas estas escuelas se alejan mucho de lo que habitualmente se hace en los colegios e institutos, no sólo por la metodología que emplean, sino por cómo y con qué objetivo están diseñados los espacios, la importancia que se da al juego y la iniciativa de los chic@s, así como el tipo de relaciones humanas que se promueven y que están basadas en la colaboración y la participación. Algunas de ellas llevan muchos años funcionando con éxito, pero no sin dificultades, porque desgraciadamente esta visión de la educación sigue encontrando desconfianza y mucha incomprensión.
¿Cómo son las escuelas innovadoras que os habéis encontrado en vuestro camino?, ¿y sus alumn@s?
Hemos visitado cerca de 30 escuelas en España, Alemania, Holanda, Inglaterra y Estados Unidos. Algunas son centros públicos, otras son iniciativas privadas. Unas tienen ‘profesores’, otras tienen ‘acompañantes’ o ‘facilitadores’. Las hay que están en grandes ciudades, y otras han querido instalarse en plena naturaleza. Lo que todas comparten es un sentimiento de confianza en las capacidades de los chic@s, y donde la responsabilidad no nace de la obediencia sino de la confianza y la participación en la comunidad.
Entre los alumn@s, lo que más nos ha llamado la atención es la madurez de algunos de ellos, su sentido crítico y cómo son capaces de reflexionar acerca de su propia educación. Much@s son personas que han podido recuperar la autoestima y la esperanza gracias a la posibilidad de experimentar otro modelo de escuela más libre y menos basada en la competitividad.
Cada vez se está oyendo hablar más de nuevas metodologías de enseñanza: aprendizaje basado por proyectos, inteligencias múltiples, la clase al revés… ¿Cuáles son vuestras favoritas y por qué?
Creemos que la mayor aportación de estas metodologías reside en poner en cuestión la forma en que la escuela viene funcionando desde sus orígenes, en obligarnos a replantearnos qué es aprender, para qué aprendemos y cómo hacerlo de forma que no anulemos la curiosidad, la motivación y el espíritu crítico de los estudiantes. No sirve de nada aplicar estas metodologías sin un cuestionamiento de la propia escuela, de sus fundamentos y de las relaciones humanas en que se basa, y esto nos obliga a revisar nuestros valores y forma de actuar. Hay que romper con esas ‘tradiciones educativas’ malsanas y con esa pedagogía tóxica que venimos arrastrando y que aún está muy basada en la obediencia, en los premios y los castigos, en los juicios y críticas. Esto no ayuda a aprender ni nos hace mejores personas, sino al contrario.
Es decir, aplicar las inteligencias múltiples es muy interesante siempre y cuando ello no nos lleve a encasillar a los estudiantes, a generar un nuevo corsé que les impide fluir con sus intereses, que pueden ser eclécticos y cambiantes; o ensayar el modelo de la clase al revés. Está bien, pero no debe impedirnos darnos cuenta de que es el alumn@ quien debería poder dirigir su aprendizaje desde lo que le motiva, porque es la única forma de que aprenda de verdad.
Una propuesta que nos parece muy interesante, precisamente por esa puerta que abre a una nueva concepción de la escuela, es la comunidad de aprendizaje. Creemos que la escuela tiene que abandonar las cuatro paredes del aula y abrirse al mundo, a las familias, al barrio, a las iniciativas sociales punteras, a la universidad, a los intercambios y diálogos con centros de otros lugares… al mundo de hoy en definitiva. Un aspecto que debería incorporarse más a la escuela (y a la vida en general) es el juego, el juego espontáneo como base del aprendizaje, como fuente de estímulo, de descubrimiento y de creatividad. El énfasis en la evaluación, en los exámenes y en las clasificaciones, echa por tierra el espíritu de juego que es requisito para querer aprender algo.
Por otro lado, el ser humano es ante todo un ser emocional: las emociones condicionan cómo y qué aprendemos, además de ser la base de la convivencia social y un elemento clave en la felicidad de una persona. La educación no puede seguir descuidando esto, y es necesario que los docentes tengan una formación adecuada en este sentido también, no como formación teórica sino desde la práctica cotidiana de herramientas como la comunicación no violenta. Y algo que echamos muy en falta en la escuela es la mezcla de edades, que los estudiantes no estén separados por cursos ni clases de forma rígida. Las posibilidades que brinda esto al desarrollo social y al aprendizaje (un aprendizaje significativo desde la perspectiva constructivista) son muchísimas y están relacionadas con el aprendizaje entre iguales (hay que recordar que el hecho de que dos estudiantes tengan la misma edad no implica que tengan el mismo nivel de habilidades en un área concreta).
Habéis estado trabajando en un documental donde habláis de las escuelas que habéis visitado, la gente que habéis conocido y entrevistado… La financiación es a través de crowdfunding. ¿Qué les diríais a los docentes y padres para que se animen y con sus aportaciones contribuyan al proyecto?
Les diría que hay muchísimas personas que quieren avanzar hacia una escuela y una educación diferentes. Lo que necesitamos es una base sólida de información contrastada pero también una inyección de moral y de esperanza, algo que nos impulse a conseguir ese cambio. ‘Corriendo por las olas’ es un documental independiente y cofinanciado por ya por más de 300 personas que aúna la razón y la emoción, y que podrá verse de forma gratuita.
Nuestra iniciativa no tiene afán comercial ni ánimo de lucro, pero para poder producir un documental independiente como éste, sin patrocinadores ni subvenciones, necesitamos apoyo, porque los costes de un proyecto así son altos (sobre todo si quieres hacer un trabajo profesional que aspire a tener una difusión importante). Por eso quienes colaboren estarán aportando su granito de arena para que estas iniciativas educativas tengan más visibilidad, que sean mejor entendidas, para que más docentes y familias se impliquen en esta revolución silenciosa.
¡Encima tenemos una sorpresa para quien participe! Además de aparecer en los créditos del documental, a quienes colaboren con la campaña les ofrecemos varios regalos: la edición en castellano del libro ‘Aprender en libertad’ de Peter Gray (un libro imprescindible para entender cómo debería ser la escuela del futuro), y el cuento ilustrado ‘Los náufragos de Tonga’, relato basado en un hecho real que cambiará la forma en que vemos a los niñ@s y que les ayudará a confiar en sí mismos. Os mostramos a continuación el vídeo de dos minutos con el que lanzamos la campaña.
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