Almudena García es directora de Ludus, un directorio de todas las escuelas que ofrecen pedagogías alternativas en España. Además, es la autora del libro ‘Otra Educación ya es posible’ que pretende hacer una introducción a todas estas pedagogías, analizando sus pros y sus contras. Hemos hablado con ella y nos ha dado su punto de vista sobre la educación actual.
¿Cuál es el papel de los docentes en la actualidad?
Para mí, continúa siendo el que siempre ha sido: educar en el más amplio sentido de la palabra. Me llama mucho la atención que la mayor crítica que se dirige a la llamada pedagogía tradicional sea la de que se limitaba a formar mano de obra para las fábricas, a la vez que se defiende que la pedagogía debe cambiar porque el sistema económico ha cambiado... ¿en qué quedamos? ¿Era malo limitarse a preparar a los alumnos para el mercado laboral hace dos siglos, pero ahora es bueno?
La propuesta chirría, además, porque se acompaña de la idea de que no sabemos qué estarán demandando en quince años las empresas, que ni siquiera está claro si para entonces ya habremos sido sustituidos por robots. Los cajeros de supermercados, los empleados de banca ya lo están siendo, pero se habla de que en un futuro no lejano lo serán hasta los programadores. En este contexto, ¿no sería más adecuado que la escuela se centrara en lo que consideramos valioso, más allá de la coyuntura económica?
¿No sería más adecuado que la escuela se centrara en lo que consideramos valioso, más allá de la coyuntura económica?
¿Qué habilidades se deberían incluir dentro del plan educativo actual?
Me preocupa ver cómo las humanidades y las artes quedan cada vez más marginadas en los planes de estudios, porque para muchos chicos, sus profesores serán los únicos adultos en su entorno que podrían abrirles las puertas a otros mundos. Si solo nos quedamos con lo que es útil a primera vista, les estaremos ofreciendo una visión muy limitada. Queremos que los que son hoy niños se conviertan en ciudadanos activos y críticos de una sociedad democrática, con capacidad de diálogo, que sean empáticos, pero a la vez se ningunean la Historia, la Literatura y la Filosofía, y los currículos están tan sobrecargados que apenas hay tiempo para profundizar o debatir. Es un contrasentido. Me temo que quienes ningunean estas materias es porque no han tenido buenos profesores. Si salieron del instituto pensando que la historia era aprenderse una serie de fechas, no me extraña que ahora crean que es una asignatura inútil, que todo eso está en Google. El problema es que personas que tuvieron la mala suerte de no tener buenos profesores parece que tratan de convencernos ahora de que ya no hacen falta ni la Historia ni los profesores.
Esta idea de que en el smartphone está todo es un arma de doble filo. Internet puede ser una herramienta muy útil -en su origen fue visto como una manera de acceder a distintas voces más allá de las hegemónicas-, pero ahora estamos viendo su reverso oscuro. Internet se ha convertido en el reino de las fake news y la ‘posverdad’, que han tenido consecuencias políticas nefastas. Las redes sociales nos mantienen en una burbuja, nos muestran principalmente lo que queremos ver, lo que coincide con nuestras opiniones, simplemente porque esto seguramente implicará que compartamos esta información con nuestros amigos, que a su vez harán lo mismo. Google también tiene en cuenta nuestro historial a la hora de mostrarnos los resultados de búsqueda, en teoría para ‘mejorar la experiencia’. El peligro es que así podemos acabar creyendo que todo el mundo piensa igual que nosotros. No contrastamos opiniones, no ponemos en duda nuestras creencias, con lo que acabamos siendo más manipulables, y a la vez demonizando ‘al otro’. Perdemos la visión global, tan necesaria para afrontar los retos que tenemos ya entre manos.
A tu modo de ver, ¿qué se está haciendo mal hoy en día? ¿Qué pautas o métodos han quedado anticuados para la época actual? ¿Y qué competencias son necesarias y todavía no se han implantado?
Pues me gustaría empezar diciendo que se están haciendo muchas cosas bien. Creo que se está demonizando a los maestros, como si ellos tuvieran la culpa de todos los males de la sociedad, cuando muchos de ellos están haciendo un trabajo de quitarse el sombrero, a menudo con muy pocos medios. Por supuesto, también hay malos profesores y malas escuelas, pero me parecen injustas las generalizaciones. Últimamente parece que se asocia ‘buenos profesores’ a los que innovan, mientras que los malos serían los más tradicionales. Es una simplificación muy burda, que está llevando a muchas escuelas a buscar la innovación por la innovación, sin plantearse antes cuestiones fundamentales, como la de cuáles son los fines de la escuela, y qué aporta cada una de las metodologías a estos fines. Sin una reflexión previa, es fácil acabar haciendo lo que Gino Ferri denomina la ‘pedagogía Pinterest’, que queda muy bien en las fotos, pero que cojea por todos los lados.
Creo que se debería escuchar más a los docentes, que son quienes están al pie del cañón todos los días. Si no, se seguirán sucediendo leyes creadas en despachos con poca capacidad de cambio real. Y si escuchamos a los docentes, sean más innovadores o más tradicionales, hay algo en lo que todos coinciden: que es necesario bajar las ratios, que es tercermundista que haya aulas en barracones y que se les hace perder muchísimo tiempo con papeleos absurdos.
En tu libro ‘Otra educación ya es posible’ hablas de añadir al método actual algunos enfoques innovadores como el ABP o el enfoque de las inteligencias múltiples. ¿Qué ventajas ofrecen?
La verdad es que no tengo claro cuál es el ‘método actual’, porque cada escuela y cada maestrillo tienen su librillo... Tampoco mi intención al escribir ‘Otra educación ya es posible’, ha sido la de pretender que ahora todas las escuelas trabajen por proyectos, ni mucho menos. Simplemente he querido dar a conocer diferentes enfoques que se apartan del modelo llamado tradicional, dando a conocer sus orígenes y sus aportaciones, pero también sus sombras, porque nada es perfecto. En el caso del ABP su principal atractivo es que permite trabajar distintas áreas de manera integradora, implicando a alumnos con diferentes habilidades que aprenden a trabajar de forma colaborativa. Así dicho suena muy bien, pero sus críticos objetan que en realidad es una metodología que busca desarrollar las habilidades que ahora demanda el mercado laboral -flexibilidad, capacidad de trabajo en equipo y planificación, de exponer resultados en público-, pero no adquirir conocimientos sólidos.
Sobre la teoría de las Inteligencias Múltiples de Gardner se han vertido muchas críticas y ha llegado a ser considerada acientífica. Pero lo sea o no, defiende una idea interesante, similar a la de Malaguzzi cuando habla de los 100 lenguajes. Malaguzzi afirmaba que el niño posee 100 lenguajes, pero la escuela le capa 99. Hay que tener en cuenta que Malaguzzi hablaba de la escuela italiana de mediados del siglo XX, pero actualmente, las pruebas PISA, que tanta influencia tienen en las políticas educativas, también llevan a una visión bastante reduccionista de la educación.
Es la tecnología la compañera perfecta de las pizarras tradicionales, los libros, el cuaderno y el boli? ¿Por qué razón?
En muchas escuelas se ha cambiado la pizarra y el libro tradicionales por la pizarra y el libro electrónicos, para seguir haciendo lo mismo. No tengo claro que hiciera falta cambiar de alforjas para ese viaje. Por otra parte, en las escuelas que visité para escribir el libro eran muy cautos con la tecnología. En una pública vi una pizarra electrónica que les había mandado Educación, aunque ellos apenas la utilizaban, mientras que la balanza o las regletas de Cuisenaire que usaban todos los días las había tenido que comprar el AMPA. Deberíamos comenzar a preguntarnos porque los CEOs de Silicon Valley llevan a sus hijos a colegios sin tecnología.
Además, nos hablas sobre la educación activa. ¿En qué consiste y cuáles son sus ventajas e inconvenientes?
La educación activa parte de las ideas de autores como Ferriére y Piaget, que consideraban que el niño debía ser protagonista de sus aprendizajes, y no un mero receptáculo de conocimientos. La idea es respetar sus ritmos e intereses, fomentar los aprendizajes colaborativos, no imponer normas, sino hacer ver su sentido, mostrar que el respeto debe ser bidireccional.
Se valora el juego libre como forma de aprendizaje. Se critica el sistema basado en exámenes, que lleva a ‘pegarse el atracón’ el día de antes para luego olvidar casi todo una vez pasada la prueba. Si no parte del propio interés, el aprendizaje no llega a integrarse, por eso la escuela se vuelve porosa al entorno. Se valora la creatividad y el error se entiende como parte del proceso de aprendizaje (el miedo a equivocarse llevaría a dar siempre las mismas respuestas).
En las escuelas activas hay normas, la diferencia es que los niños comprenden su sentido, en lugar de seguirlas por miedo al castigo.
Este enfoque ha recibido muchas críticas, algunas muy injustas, como la que repite que no se puede dejar a los niños hacer lo que quieran. En las escuelas activas hay normas, la diferencia es que los niños comprenden su sentido, en lugar de seguirlas por miedo al castigo. Los niños se comportan igual estén delante de un adulto o no, no aprovechan cuando se quedan solos para liarla.
Otra crítica recurrente es la de que los niños no pueden dirigir por sí mismos sus aprendizajes, porque aún no saben nada del mundo. Creo que en esta si merece más la pena detenerse, porque el peligro de la educación activa es que algunos adultos quieren dejar tan libres a los niños que adoptan un papel totalmente pasivo, cuando los niños aprenden en buena medida por el ejemplo, empiezan a interesarse por un tema cuando nos ven interesados a los adultos. Conozco a una madre que no quería llevar a su hijo al teatro hasta que él no lo pidiera, para ‘no condicionarle'... ¿pero cómo va a pedir un niño ir a un sitio que no sabe que existe? Es un caso exagerado, pero me parece interesante señalar que estas cosas pasan, porque falta debate en torno a cuál debe ser el papel del educador y de la escuela.
Vivimos un momento en que las opiniones están muy polarizadas, de modo que cada bloque se enroca en su posición y se pone a la defensiva, acusando al otro de buscar adoctrinar y eliminar el sentido crítico.
Titulo: Otra educación ya es posible
Editorial: LITERA
Género: Educación
Interesante entrevista y no menos interesantes las aportaciones de Almudena Garcia. Estoy totalmente de acuerdo en esa afirmación que dice que actualmente se cataloga como "buenos" a los profesores que innovan sea al precio que sea, aún utilizando la "pedagogía Pinterest" de la que habla Gino Ferri.
Actualmente está de moda innovar y aquel que no innova está fuera de lugar y "atrasado". Hay que hacer una reflexión profunda sobre qué es innovar realmente. Algunas escuelas cambian el mobiliario y el material y ya dicen que están innovando y, por supuesto, es mucho más que eso.
Hace falta introducir y utilizar pedagogías activas que remuevan la conciencia de los alumnos, que les conviertan en seres críticos con el mundo y no en seres "creyentes" de unos datos que les enseña un maestro.
También estoy muy de acuerdo en que no se deben olvidar de ninguna manera los contenidos de las asignaturas de Historia, Filosofía o de las artes, por ejemplo. Realizadas siempre de manera que motiven al alumnado, no como discursos carentes de sentido. Incluso, tal como dice Neus Sanmartí, una clase magistral (eso tan mal visto hoy) puede ser más productiva que muchas clases de pedagogías activas. Algunos aún recordamos clases de Historia o Filosofía realizadas pro profesores que conseguían retener tu atención con su manera de llevar la clase magistral. Y con esto no quiero decir que defienda las clases magistrales como único método sinó que deben ser otro método posible a seguir utilizando correctamente junto a las pedagogías más activas.
En resumen, debemos presta más atención al cómo se hace y no al qué se hace.
Gracias