Con más de 20 libros sobre tecnología e innovación, Alfons Cornella, consultor educativo con una amplia experiencia en el campo de la tecnología, acaba de publicar ‘Educar humanos en un mundo de máquinas inteligentes: 100 ideas y reflexiones acerca de la nueva educación que necesita la sociedad’. En esta obra reflexiona sobre cómo debe ser la educación que forme a los estudiantes para empleos que ni siquiera existen, prestando especial atención al lugar que las máquinas tendrán en todo ello.
¿Hacia dónde se dirige la educación actual? ¿Cómo será en el futuro?
Nadie lo sabe con certeza. Pero hay cada día más opiniones alrededor de dos ideas: sea lo que sea lo que venga, se centrará en descubrir y sacar partido al talento personal de cada uno, y en aprovechar las habilidades humanas que una máquina tiene difícil replicar. Por tanto, el futuro de la educación es lo que yo denomino ‘artesanía de humanos’: ayudar a descubrir el talento de los estudiantes, y estimularlos después a utilizarlo para hacer algo diferencial (cuanto más único mejor) y diferente de lo que pueda hacer una máquina. Por tanto, y aunque suene paradójico, el futuro de la educación es formar humanos diferentes y únicos.
¿Para qué se está educando a los estudiantes del presente?
Para aprender unos conocimientos que les permitan trabajar en algo que en pocos años no existirá. No formamos en ‘aprender a aprender’ ni a adaptarnos activamente a las nuevas condiciones del entorno. La educación debería ser un entrenamiento sobre cómo aprender, y, más exactamente, un entrenamiento a cómo tú aprendes, a tu forma particular de aprender. Ayudarte a descubrir para qué estás especialmente dotado (talento natural) y a determinar cómo aprendes (cómo incorporas nuevas habilidades, y sí, también nuevos conocimientos). Algo que creo que no se está haciendo a día de hoy.
¿Cuáles son las habilidades que deben desarrollar ahora para poder enfrentarse a su futuro laboral?
Sobre todo, a corto plazo, ‘aprender a aprender’: aprender a leer rápido, aprender a entender, aprender a sintetizar, aprender a presentar, aprender a desaprender también a aprender a concentrarse y a relajarse. Aprender a colaborar y a empatizar con otros humanos. Aprender a crear si ese es tu talento y también a aprender a utilizar máquinas como una forma de aumentar tus capacidades y habilidades. Perder el miedo a pensar por ti mismo o a arriesgarte a experimentar.
“El mundo al que vamos es demasiado complejo para desaprovechar el talento de las próximas generaciones”
En su libro hace referencia a que son necesarios muchos cambios: en docentes, espacios, métodos… ¿De qué forma deben cambiar?
Creo que el más relevante es que los alumnos deben aprender resolviendo situaciones lo más reales posibles. Y para ello deben incorporar ideas, herramientas y procesos. Me imagino una jornada en el aula que consiste en debatir, encontrar información, desarrollar conocimiento o experimentar al respecto. Un ejemplo: tratar sobre cómo llega el agua potable al grifo (algo realmente complejo y que involucra muchos conocimientos, tecnologías y ciencias sociales). Eso implica que no existen aulas-jaula, que existen herramientas para buscar la información y las personas para ayudar a discriminar la información relevante de la que no lo es. Cada día, una idea, un descubrimiento (¿qué hemos preguntado hoy?), una percepción de lo diversos y complejos que somos los humanos.
¿Será la inteligencia artificial clave para conseguir ese cambio?
Lo que creo que será clave es cómo aprendemos a combinar la inteligencia humana con la inteligencia artificial, cómo multiplicamos nuestras capacidades humanas por las de las máquinas inteligentes. La inteligencia artificial puede que cambie el mundo, pero tenemos que asegurarnos que somos nosotros los que controlemos que lo haga bien. En este sentido, en los centros educativos, si ya estamos llegando a tarde a sistematizar el proceso educativo para que cada estudiante entienda cómo funciona un programa (‘o sabes programar o te programan’), imaginémonos cómo de rápido deberíamos avanzar para que pudieran entender cómo funciona una máquina inteligente. O incorporamos la IA en la escuela o pronto a la mayoría de la población, y lo que ocurre a su alrededor, les parecerá pura magia: no entenderán nada y se someterán sin esperanza de poderlo controlar.
¿El aprendizaje de materias como robótica o programación en la escuela actual es el inicio de lo que vendrá?
Seguramente, pero insisto en que esto es solo una parte de la agenda. Hay que perderle el miedo a la tecnología (son herramientas), pero lo más importante es aprovechar las características únicas de los humanos: su creatividad, imaginación, inspiración, empatía, colaboración, resiliencia, compasión, capacidad de riesgo o capacidad de querer, por supuesto, el amor, la pasión, el arte o la música. Hay que hacer que cada humano pueda desarrollarse. No es una cuestión de ‘buenísmo’ sino de eficacia: el mundo al que vamos es demasiado complejo para desaprovechar el talento de las próximas generaciones.
“Hay que perderle el miedo a la tecnología (son herramientas), pero lo más importante es aprovechar las características únicas de los humanos”
¿Qué papel tendrán las máquinas en la educación?
Es difícil de pronosticar, pero creo que en la línea de lo ya dicho, lo que viene es la ‘multiplicación’ de humanos por máquinas: humanos que aumentan sus capacidades naturales con máquinas, y máquinas que aprenden de los humanos. Es posible que las máquinas almacenen datos y conocimientos y que den respuestas, pero nuestra esperanza es que nosotros podamos seguir haciendo las preguntas.
Comenta que la misión fundamental del maestro es descubrir y desarrollar talentos, ¿de qué forma puede hacerlo con los recursos actuales?
Hay casos de escuelas en todos los rincones del mundo sin muchos recursos, en los que el docente hace esa función de descubrimiento y proyección de las posibilidades del alumnado. Es cierto que para hacerlo puede que les falten herramientas, pero se pueden construir (de hecho, nosotros lo hemos hecho en un proyecto). Creo que el problema principal es que el trabajo del profesorado debería ser muy vocacional. Y parte de esa vocación debería ser hacer crecer humanos felices. Menos obsesión por pasar exámenes y pruebas y más energía en hacer que cada estudiante encuentre aquello que se le da muy bien, y que si llega a hacerlo le dará felicidad, para convertirse en un ciudadano que haga mejor la sociedad en la que vive.
El aprendizaje debe ser significativo, no formar discos duros humanoides.
Recomiendo a todo el mundo, y especialmente a Alfons Cornella, el artículo «la mariposa que negaba haber sido antes una oruga»:
Descubrir cuales son los talemtos y actitudes de los hijos por la observacion en casa, involucrandolos en diferentes actividades culturales, artisticas, emocionalea, espirituales,fisicas, enseñarles diferentes escenarios, motivandolos por medio del juego y divercion.